La noche había caído sobre el pequeño pueblo, cubriéndolo con un manto de estrellas titilantes y el suave murmullo de la brisa nocturna. Kadisha estaba en su habitación, observando el reflejo de la luna en la ventana. Aún podía sentir la energía del encuentro con Murdock Renis recorriéndole la piel, como un recuerdo latente que se negaba a desaparecer.
¿Qué había sido eso? Se preguntaba mientras jugaba con uno de sus rizos entre los dedos. Algo en él la había desestabilizado. No solo su imponente presencia física, sino la intensidad con la que la había mirado. Como si la conociera de antes, como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos. Y, sin embargo, nunca lo había visto antes en el pueblo. Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos. "No puedo dejar que me afecte", se dijo a sí misma, pero la verdad era que sentía una atracción que no había experimentado nunca. No solo era físico; era algo más profundo, como si estuviera escrita en su destino, aunque no comprendiera por qué. Se levantó de la cama y se puso su abrigo. No podía dormir, y sabía que un paseo por las afueras del pueblo, bajo el cielo despejado, siempre lograba calmar su mente. El viento frío de la noche le acarició el rostro en cuanto cruzó el umbral de su casa, y durante un instante, sintió que esa brisa llevaba consigo una promesa: algo en su vida estaba a punto de cambiar. El bosque estaba iluminado por la luz de la luna llena, proyectando sombras largas y distorsionadas sobre el suelo. Cada crujido bajo sus pies la hacía sentir más conectada a la naturaleza, como si las raíces de los árboles la llamaran. A lo lejos, el ulular de un búho rompió el silencio. Entonces, escuchó pasos. Unos pasos fuertes, decididos. Y lo supo al instante. —¿Otra vez tú? —murmuró para sí misma. Giró lentamente, su corazón acelerándose. Allí, entre las sombras de los árboles, estaba él. Murdock Renis. No sabía por qué, pero no le sorprendía verlo. Algo en su interior le decía que él aparecería en su vida una y otra vez, como un imán invisible que los mantenía conectados. —Vaya, parece que este pueblo no es tan grande después de todo —dijo Kadisha, intentando sonar casual, aunque la proximidad de él la hacía sentir todo menos tranquila. Murdock no sonrió. En su lugar, sus ojos la recorrieron lentamente, como si evaluara cada centímetro de ella, como si quisiera grabar su imagen en su mente. Esa mirada quemaba, un fuego silencioso que se extendía bajo su piel. —No esperaba verte aquí —dijo finalmente, su voz baja y ronca, como el eco de una tormenta lejana. —Es un pueblo libre —respondió ella con un encogimiento de hombros, aunque sentía la mirada de él perforándola. Murdock avanzó un paso hacia ella, reduciendo la distancia que los separaba. Kadisha retrocedió instintivamente, aunque no porque tuviera miedo. Era otra cosa lo que la hacía moverse; la intensidad de su presencia la abrumaba, como si el aire entre ellos se volviera más denso, más difícil de respirar. —¿Por qué estás aquí? —preguntó él, ignorando su comentario anterior. Kadisha levantó una ceja, desconcertada por la franqueza de la pregunta. —Es un pueblo tranquilo —respondió, mirando al bosque que los rodeaba—. Me gusta caminar por las noches. Me ayuda a pensar. Murdock la observaba en silencio, sus ojos fríos como el acero, pero había algo más detrás de esa fachada. Algo que Kadisha no lograba descifrar. Esa noche, bajo la luz de la luna, él parecía aún más misterioso, más distante, como si cargara un secreto que no podía compartir. —¿Pensar en qué? —preguntó él de repente, acercándose un paso más. Ahora la distancia entre ellos era mínima, y Kadisha podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, a pesar del frío de la noche. Ella tragó saliva. ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Por qué se sentía como si sus palabras tuvieran un doble significado, como si estuviera tratando de descubrir algo más profundo en ella? —No lo sé… en mi vida, supongo. En las cosas que han pasado —dijo ella, tratando de sonar casual, aunque la intensidad de su mirada la tenía atrapada. Murdock la miraba como si pudiera ver más allá de lo que decía. Como si supiera que había algo más bajo la superficie. Algo que ni siquiera Kadisha comprendía del todo. —No deberías andar sola por aquí —dijo él después de una pausa, cambiando de tema bruscamente—. No es tan seguro como parece. Kadisha frunció el ceño, sorprendida por su comentario. —¿Seguro? Este es el lugar más seguro que conozco. He caminado por aquí toda mi vida. Murdock la miró con una expresión que mezclaba seriedad y algo parecido a la preocupación, aunque era difícil de interpretar en su rostro de facciones duras. —Las cosas están cambiando, Kadisha. Y no siempre lo que conoces es lo que parece —dijo, sus palabras cargadas de un significado que ella no podía comprender. La advertencia en su tono la hizo sentir un escalofrío recorriéndole la columna. ¿A qué se refería? ¿Qué sabía él que ella no? —¿De qué estás hablando? —preguntó, pero Murdock no respondió de inmediato. En lugar de eso, su mirada se suavizó apenas un instante, como si debatiera si decirle más. Pero entonces, algo en el aire cambió. Murdock giró la cabeza rápidamente, sus ojos se agudizaron, y su cuerpo entero se tensó como el de un depredador a punto de atacar. Kadisha no entendía qué pasaba, pero antes de que pudiera preguntar, él ya había comenzado a moverse. —Debo irme —dijo con una voz apremiante. —¿Qué...? —empezó a decir Kadisha, pero Murdock ya estaba alejándose, sus pasos rápidos y decididos, desapareciendo entre las sombras del bosque. Ella lo observó irse, su corazón aún martilleando en su pecho, y se quedó allí, sola bajo la luna, preguntándose qué demonios acababa de ocurrir. ¿Por qué la advertía? ¿De qué cosas estaba hablando? Y, lo más importante, ¿por qué sentía que su vida, hasta entonces tranquila y solitaria, acababa de cambiar de manera irrevocable? Mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro, Kadisha no podía dejar de pensar en esos ojos azules, en esa intensidad que parecía traspasar cualquier barrera que intentara poner. Murdock Renis era más que un hombre extraño en el pueblo. Era una fuerza que estaba entrando en su vida, y aunque no sabía cómo, estaba segura de que él traía consigo una tormenta que aún no podía prever. Giró sobre sus talones y regresó a casa, pero la sensación de ser observada no la abandonó. Cada sombra, cada susurro del viento parecía contener la presencia de Murdock, y Kadisha supo, en lo más profundo de su ser, que esa no sería la última vez que se encontrarían. De alguna manera, su destino ya estaba entrelazado con el de él. Solo que aún no lo comprendía del todo.Kadisha despertó temprano, con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas. Aunque había logrado conciliar el sueño después del encuentro con Murdock la noche anterior, su mente seguía atrapada en una maraña de pensamientos. El roce de su mano, la intensidad de su mirada, sus advertencias enigmáticas... Todo eso seguía flotando en su cabeza como una canción que no podía dejar de escuchar.Se levantó y caminó descalza hacia la ventana, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies. El bosque estaba quieto, en silencio, pero había algo en el aire que la ponía nerviosa. Esa sensación de que algo grande estaba por venir, algo que cambiaría todo.Sin decir una palabra, bajó a la cocina, donde Candise ya estaba preparando el desayuno. El olor del café llenaba la habitación, y el sonido de los huevos friéndose en la sartén le resultaba reconfortante, familiar. Pero esa sensación de inquietud, de incertidumbre, seguía persistiendo, como una sombra en el rincón de su mente.—Has tenid
Kadisha quedó paralizada en el lugar. Las palabras de Murdock resonaban en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. -Un lobo-. La incredulidad luchaba contra la verdad que, de algún modo, siempre había sabido, pero nunca quiso aceptar.—¿Qué significa eso? —preguntó, su voz temblorosa pero decidida.Murdock no respondió de inmediato. En su mirada se mezclaban el deseo de protegerla y la inevitabilidad de la revelación. Dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Kadisha pudo sentir el calor que emanaba de él, una energía primitiva que parecía envolverse en su piel, aferrándose a su alma.—Significa que no soy lo que piensas —dijo finalmente, su voz baja, como si temiera que el bosque escuchara.El viento movía las hojas de los árboles, creando un murmullo constante que parecía responder a las palabras de Murdock. La mirada de Kadisha seguía clavada en él, buscando respuestas, buscando algo en su rostro que desmintiera lo que acababa de decir
Kadisha caminaba por las estrechas calles del pueblo, con el corazón todavía palpitando por el encuentro en el bosque. Cada paso que daba, el mundo parecía distorsionarse a su alrededor. Las casas, las tiendas, los rostros familiares de los vecinos... Todo lo que había sido su realidad hasta ese día ahora parecía lejano, ajeno.Las palabras de Murdock resonaban en su mente: "Están aquí por ti". Esa afirmación era lo que más la inquietaba. ¿Quiénes? ¿Por qué ella? Y, sobre todo, ¿qué era eso que, según él, despertaría pronto?El viento frío acarició su rostro, pero esta vez no fue reconfortante. Había una amenaza en el aire, un susurro siniestro que la hacía sentir vigilada, perseguida.Cuando llegó a la pequeña librería del pueblo, su refugio habitual, decidió entrar. Necesitaba escapar, aunque fuera por unos minutos, de la turbulencia que había envuelto su vida en los últimos días. Sabía que allí, entre los libros polvorientos y las historias antiguas, podría calmar su mente.El inte
La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía.—A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir.Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estab
El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor.Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas qu
La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp