Capítulo 4: "El cazador en la sombra"

Kadisha quedó paralizada en el lugar. Las palabras de Murdock resonaban en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. -Un lobo-. La incredulidad luchaba contra la verdad que, de algún modo, siempre había sabido, pero nunca quiso aceptar.

—¿Qué significa eso? —preguntó, su voz temblorosa pero decidida.

Murdock no respondió de inmediato. En su mirada se mezclaban el deseo de protegerla y la inevitabilidad de la revelación. Dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Kadisha pudo sentir el calor que emanaba de él, una energía primitiva que parecía envolverse en su piel, aferrándose a su alma.

—Significa que no soy lo que piensas —dijo finalmente, su voz baja, como si temiera que el bosque escuchara.

El viento movía las hojas de los árboles, creando un murmullo constante que parecía responder a las palabras de Murdock. La mirada de Kadisha seguía clavada en él, buscando respuestas, buscando algo en su rostro que desmintiera lo que acababa de decir.

—Tienes razón en estar confundida —continuó Murdock—. No hay forma fácil de explicarlo, y sé que esto es mucho para ti. Pero lo que te dije es verdad. Soy un lobo... uno que puede cambiar de forma. Y tú, Kadisha... estás destinada a estar en este mundo, aunque aún no lo sepas.

Kadisha sintió que el aire la abandonaba. Era demasiado. Su mente luchaba por asimilar todo lo que estaba ocurriendo. Una parte de ella quería reírse y negar todo lo que acababa de escuchar, como si fuera una broma de mal gusto. Pero otra parte, más profunda, más instintiva, sabía que había algo de verdad en sus palabras.

Las advertencias de Candise, las leyendas que su abuela mencionaba, las señales que ella misma había sentido a lo largo de su vida. Todo parecía encajar en un rompecabezas que hasta ahora se había negado a ver.

—¿Y qué tiene que ver esto conmigo? —preguntó finalmente, su voz cargada de una mezcla de incredulidad y curiosidad.

—Más de lo que crees —respondió Murdock, acercándose aún más, hasta que sus labios casi rozaron los de ella—. Eres parte de esto, Kadisha. Lo supe desde la primera vez que te vi. Hay algo en ti... algo que despertará pronto.

Sus palabras la estremecieron. Kadisha sintió que la distancia entre la realidad y el mito se desvanecía en ese momento. La atracción que había sentido hacia Murdock desde el principio no era solo física, era algo más profundo, algo que no podía explicar.

Sin pensarlo, levantó la mano y tocó su rostro. Su piel estaba caliente, casi febril, como si una energía salvaje estuviera contenida justo bajo la superficie. Murdock cerró los ojos ante su toque, sus labios entreabiertos en una respiración pesada y controlada.

—No deberíamos estar aquí —murmuró él, aunque no se apartó—. Es peligroso para ti.

—¿Por qué? —preguntó Kadisha, retirando la mano con un gesto nervioso—. Si dices que soy parte de esto, ¿por qué es peligroso?

Murdock abrió los ojos, y su expresión cambió. De repente, su mirada era más oscura, más seria. Kadisha sintió un nudo en el estómago al ver el cambio en su rostro. Ya no era el hombre encantador y misterioso que había conocido en sus primeros encuentros. Ahora parecía un cazador, alguien que sabía más de lo que decía, alguien que ocultaba secretos demasiado grandes para ser revelados de golpe.

—Porque no estás preparada para lo que está por venir —respondió él—. Y si te quedas cerca de mí, estarás en peligro. Hay cosas que te acechan, Kadisha, cosas que aún no entiendes.

Ella retrocedió, sintiendo el peso de sus palabras. ¿Peligro? ¿Qué cosas? Su corazón latía más rápido, y la confusión se mezclaba con el miedo. Quería confiar en él, pero también sabía que algo estaba profundamente mal en todo aquello.

—Entonces explícame —pidió, intentando sonar más segura de lo que realmente estaba—. Dime qué está pasando.

Murdock la miró intensamente, como si evaluara si debía contarle la verdad. Finalmente, suspiró y bajó la mirada.

—No soy el único lobo en este lugar —dijo lentamente—. Y no todos son como yo. Hay otros... otros que han estado observando, esperando el momento oportuno. No están aquí por mí, Kadisha. Están aquí por ti.

Un escalofrío recorrió su espalda. No podía ser cierto. Ella no era más que una chica normal, alguien que intentaba llevar una vida tranquila tras la muerte de sus padres. Pero nada en los últimos días había sido normal.

—¿Por mí? —repitió, su voz apenas un susurro.

Murdock asintió.

—Hay algo en ti, Kadisha. Algo que despierta el interés de las manadas. Y si no descubres lo que es, pronto lo harán ellos, y no les importará lo que te pase. Necesito protegerte, pero no puedo hacerlo si te niegas a aceptar lo que eres.

Kadisha sintió que sus piernas temblaban. Estaba al borde del colapso emocional. Todo lo que conocía, todo lo que había considerado real, se desmoronaba a su alrededor.

—No soy lo que dices —negó ella, dando un paso atrás, intentando aferrarse a la realidad—. No soy parte de este... mundo.

Murdock la tomó de los brazos, su agarre firme pero no violento. Sus ojos se encontraron, y Kadisha vio en ellos una intensidad que la atravesó.

—Lo eres. Y muy pronto lo sabrás.

En ese momento, un aullido resonó en la distancia, profundo y amenazante. Murdock soltó a Kadisha de inmediato y se giró hacia el bosque, sus ojos agudos escaneando los árboles.

—No hay tiempo —murmuró—. Debes irte. Ahora.

—¿Qué está pasando? —preguntó Kadisha, asustada.

—Ellos están aquí —dijo Murdock, sus ojos brillando con un destello salvaje—. Y no están solos.

Kadisha sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sin saber muy bien por qué, comenzó a correr. No miró atrás, aunque su mente gritaba por respuestas. Sabía que algo terrible estaba cerca, algo que no podía comprender pero que la perseguía desde las sombras.

El bosque parecía cobrar vida a su alrededor. Los árboles susurraban, el viento rugía entre las ramas, y en la oscuridad, sentía ojos que la vigilaban, depredadores escondidos en las sombras.

Finalmente, llegó a la orilla del pueblo, jadeando y con el corazón en la garganta. Se detuvo, mirando hacia el bosque. No había señales de Murdock, pero podía sentir su presencia, y la de algo más. Algo peligroso y oscuro que la seguía.

Un nuevo aullido, más cercano, rompió el silencio.

Y Kadisha supo que el cazador estaba en la sombra, observándola. Esperando el momento adecuado para atacar.

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