Kadisha quedó paralizada en el lugar. Las palabras de Murdock resonaban en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. -Un lobo-. La incredulidad luchaba contra la verdad que, de algún modo, siempre había sabido, pero nunca quiso aceptar.
—¿Qué significa eso? —preguntó, su voz temblorosa pero decidida. Murdock no respondió de inmediato. En su mirada se mezclaban el deseo de protegerla y la inevitabilidad de la revelación. Dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Kadisha pudo sentir el calor que emanaba de él, una energía primitiva que parecía envolverse en su piel, aferrándose a su alma. —Significa que no soy lo que piensas —dijo finalmente, su voz baja, como si temiera que el bosque escuchara. El viento movía las hojas de los árboles, creando un murmullo constante que parecía responder a las palabras de Murdock. La mirada de Kadisha seguía clavada en él, buscando respuestas, buscando algo en su rostro que desmintiera lo que acababa de decir. —Tienes razón en estar confundida —continuó Murdock—. No hay forma fácil de explicarlo, y sé que esto es mucho para ti. Pero lo que te dije es verdad. Soy un lobo... uno que puede cambiar de forma. Y tú, Kadisha... estás destinada a estar en este mundo, aunque aún no lo sepas. Kadisha sintió que el aire la abandonaba. Era demasiado. Su mente luchaba por asimilar todo lo que estaba ocurriendo. Una parte de ella quería reírse y negar todo lo que acababa de escuchar, como si fuera una broma de mal gusto. Pero otra parte, más profunda, más instintiva, sabía que había algo de verdad en sus palabras. Las advertencias de Candise, las leyendas que su abuela mencionaba, las señales que ella misma había sentido a lo largo de su vida. Todo parecía encajar en un rompecabezas que hasta ahora se había negado a ver. —¿Y qué tiene que ver esto conmigo? —preguntó finalmente, su voz cargada de una mezcla de incredulidad y curiosidad. —Más de lo que crees —respondió Murdock, acercándose aún más, hasta que sus labios casi rozaron los de ella—. Eres parte de esto, Kadisha. Lo supe desde la primera vez que te vi. Hay algo en ti... algo que despertará pronto. Sus palabras la estremecieron. Kadisha sintió que la distancia entre la realidad y el mito se desvanecía en ese momento. La atracción que había sentido hacia Murdock desde el principio no era solo física, era algo más profundo, algo que no podía explicar. Sin pensarlo, levantó la mano y tocó su rostro. Su piel estaba caliente, casi febril, como si una energía salvaje estuviera contenida justo bajo la superficie. Murdock cerró los ojos ante su toque, sus labios entreabiertos en una respiración pesada y controlada. —No deberíamos estar aquí —murmuró él, aunque no se apartó—. Es peligroso para ti. —¿Por qué? —preguntó Kadisha, retirando la mano con un gesto nervioso—. Si dices que soy parte de esto, ¿por qué es peligroso? Murdock abrió los ojos, y su expresión cambió. De repente, su mirada era más oscura, más seria. Kadisha sintió un nudo en el estómago al ver el cambio en su rostro. Ya no era el hombre encantador y misterioso que había conocido en sus primeros encuentros. Ahora parecía un cazador, alguien que sabía más de lo que decía, alguien que ocultaba secretos demasiado grandes para ser revelados de golpe. —Porque no estás preparada para lo que está por venir —respondió él—. Y si te quedas cerca de mí, estarás en peligro. Hay cosas que te acechan, Kadisha, cosas que aún no entiendes. Ella retrocedió, sintiendo el peso de sus palabras. ¿Peligro? ¿Qué cosas? Su corazón latía más rápido, y la confusión se mezclaba con el miedo. Quería confiar en él, pero también sabía que algo estaba profundamente mal en todo aquello. —Entonces explícame —pidió, intentando sonar más segura de lo que realmente estaba—. Dime qué está pasando. Murdock la miró intensamente, como si evaluara si debía contarle la verdad. Finalmente, suspiró y bajó la mirada. —No soy el único lobo en este lugar —dijo lentamente—. Y no todos son como yo. Hay otros... otros que han estado observando, esperando el momento oportuno. No están aquí por mí, Kadisha. Están aquí por ti. Un escalofrío recorrió su espalda. No podía ser cierto. Ella no era más que una chica normal, alguien que intentaba llevar una vida tranquila tras la muerte de sus padres. Pero nada en los últimos días había sido normal. —¿Por mí? —repitió, su voz apenas un susurro. Murdock asintió. —Hay algo en ti, Kadisha. Algo que despierta el interés de las manadas. Y si no descubres lo que es, pronto lo harán ellos, y no les importará lo que te pase. Necesito protegerte, pero no puedo hacerlo si te niegas a aceptar lo que eres. Kadisha sintió que sus piernas temblaban. Estaba al borde del colapso emocional. Todo lo que conocía, todo lo que había considerado real, se desmoronaba a su alrededor. —No soy lo que dices —negó ella, dando un paso atrás, intentando aferrarse a la realidad—. No soy parte de este... mundo. Murdock la tomó de los brazos, su agarre firme pero no violento. Sus ojos se encontraron, y Kadisha vio en ellos una intensidad que la atravesó. —Lo eres. Y muy pronto lo sabrás. En ese momento, un aullido resonó en la distancia, profundo y amenazante. Murdock soltó a Kadisha de inmediato y se giró hacia el bosque, sus ojos agudos escaneando los árboles. —No hay tiempo —murmuró—. Debes irte. Ahora. —¿Qué está pasando? —preguntó Kadisha, asustada. —Ellos están aquí —dijo Murdock, sus ojos brillando con un destello salvaje—. Y no están solos. Kadisha sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sin saber muy bien por qué, comenzó a correr. No miró atrás, aunque su mente gritaba por respuestas. Sabía que algo terrible estaba cerca, algo que no podía comprender pero que la perseguía desde las sombras. El bosque parecía cobrar vida a su alrededor. Los árboles susurraban, el viento rugía entre las ramas, y en la oscuridad, sentía ojos que la vigilaban, depredadores escondidos en las sombras. Finalmente, llegó a la orilla del pueblo, jadeando y con el corazón en la garganta. Se detuvo, mirando hacia el bosque. No había señales de Murdock, pero podía sentir su presencia, y la de algo más. Algo peligroso y oscuro que la seguía. Un nuevo aullido, más cercano, rompió el silencio. Y Kadisha supo que el cazador estaba en la sombra, observándola. Esperando el momento adecuado para atacar.Kadisha caminaba por las estrechas calles del pueblo, con el corazón todavía palpitando por el encuentro en el bosque. Cada paso que daba, el mundo parecía distorsionarse a su alrededor. Las casas, las tiendas, los rostros familiares de los vecinos... Todo lo que había sido su realidad hasta ese día ahora parecía lejano, ajeno.Las palabras de Murdock resonaban en su mente: "Están aquí por ti". Esa afirmación era lo que más la inquietaba. ¿Quiénes? ¿Por qué ella? Y, sobre todo, ¿qué era eso que, según él, despertaría pronto?El viento frío acarició su rostro, pero esta vez no fue reconfortante. Había una amenaza en el aire, un susurro siniestro que la hacía sentir vigilada, perseguida.Cuando llegó a la pequeña librería del pueblo, su refugio habitual, decidió entrar. Necesitaba escapar, aunque fuera por unos minutos, de la turbulencia que había envuelto su vida en los últimos días. Sabía que allí, entre los libros polvorientos y las historias antiguas, podría calmar su mente.El inte
La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía.—A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir.Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estab
El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor.Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas qu
La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando