El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.
Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor. Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas que entonces parecían simples supersticiones. Pero ahora, cada palabra, cada enseñanza, cobraba un nuevo significado. —“El destino siempre está escrito en las estrellas, querida. Solo tienes que aprender a leerlas” —le había dicho Candise una vez, mientras juntas miraban el cielo nocturno. Kadisha se preguntaba si todo esto había estado destinado desde el principio. El accidente de avión que mató a sus padres, su crianza por su abuela, el encuentro fortuito con Murdock... Nada parecía casual. Y aunque ahora sabía que la muerte de sus padres no fue un accidente, sino parte de un plan mayor urdido por Julius, la realidad de esa verdad aún no se había asentado completamente. Se levantó y caminó hacia la ventana, observando el bosque que rodeaba la cabaña. Los árboles, altos y majestuosos, parecían vigilarla, como si el bosque mismo estuviera al tanto de su destino. Sentía una conexión extraña con la naturaleza últimamente, algo que nunca antes había experimentado. Era como si el viento llevara consigo mensajes que solo ella podía percibir, pero que aún no sabía descifrar. De repente, escuchó un crujido suave detrás de ella. Se giró rápidamente, esperando ver a Murdock o a Alanis, pero la cabaña seguía vacía. Sin embargo, el aire se sentía diferente, cargado de una energía que la hizo estremecerse. —¿Quién está ahí? —preguntó Kadisha, su voz temblando ligeramente. No hubo respuesta, pero una sensación profunda la invadió, una sensación que reconoció de inmediato. No estaba sola. Algo, o alguien, la estaba observando. El calor empezó a extenderse por su cuerpo, comenzando en su pecho y bajando hasta sus extremidades. Era una sensación familiar, pero extraña al mismo tiempo, como si algo dentro de ella estuviera despertando, algo que había permanecido dormido durante mucho tiempo. Sin darse cuenta, su respiración se aceleró, y su corazón empezó a latir con fuerza. Su visión se nubló ligeramente, y por un momento, todo a su alrededor pareció ralentizarse. Sentía cómo su cuerpo respondía a una llamada interna, una llamada que no comprendía del todo. Kadisha cayó de rodillas, con las manos apretando el suelo de madera de la cabaña. Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos como tambores, y un dolor sordo comenzó a extenderse por su espalda. Jadeó, intentando mantenerse en pie, pero sus piernas temblaban. —No... no... —murmuró, intentando luchar contra la sensación. Pero era inútil. El despertar había comenzado. Sus manos se aferraron a los bordes de la mesa, y cuando miró hacia abajo, vio sus dedos alargándose ligeramente, las uñas tomando una forma más afilada, más animal. Gritó, pero el sonido salió ahogado, como si alguien le hubiera robado el aliento. De repente, una figura entró corriendo por la puerta. Murdock. —¡Kadisha! —gritó, arrodillándose junto a ella en un instante—. ¡Tienes que respirar! ¡No te resistas! Su voz era firme, pero cargada de preocupación. Kadisha intentó hablar, pero el dolor era abrumador. Sus huesos parecían estar cambiando, retorciéndose bajo su piel. Pero a pesar del terror que sentía, algo en la voz de Murdock la tranquilizó. —No... no puedo... —jadeó, mientras lágrimas de dolor corrían por su rostro. Murdock la sostuvo, su cuerpo inmenso y poderoso, envolviéndola en un abrazo protector. —Lo sé —susurró él, acariciando su cabello con una ternura que contrastaba con su apariencia feroz—. Pero esto es lo que eres. Lo que siempre has sido. Déjalo salir, Kadisha. Déjalo salir. Las palabras de Murdock se hundieron profundamente en ella, y poco a poco, Kadisha dejó de resistirse. Cerró los ojos, entregándose a la sensación, a ese poder desconocido que brotaba desde lo más profundo de su ser. El dolor no desapareció, pero se transformó en algo más, algo primal, algo salvaje. Y entonces, todo se detuvo. Kadisha abrió los ojos, respirando con dificultad. El aire a su alrededor estaba cargado de energía, y su cuerpo... su cuerpo se sentía diferente. Ya no estaba en el suelo, sino sobre cuatro patas. Miró hacia abajo, y vio unas garras afiladas donde antes estaban sus manos. Su piel había sido reemplazada por un pelaje oscuro y espeso. —Kane —susurró Murdock, sus ojos llenos de admiración y asombro—. Finalmente has despertado. Kadisha, ahora en su forma de loba, observó a Murdock con una mezcla de confusión y asombro. La transformación había sido dolorosa, pero en ese momento, se sentía más viva que nunca. Cada sentido estaba agudizado, cada sonido, cada olor, cada movimiento en el aire a su alrededor. Murdock se apartó ligeramente, y Kadisha lo vio transformarse frente a ella. En cuestión de segundos, el hombre musculoso y rubio desapareció, reemplazado por un enorme lobo negro, con ojos rojos como la sangre. Klause. La loba dentro de Kadisha, Kane, reconoció al instante al lobo que tenía frente a ella. Un lazo profundo se formó entre ellos, más allá de las palabras, más allá de lo humano. Klause dio un paso hacia ella, y Kane lo imitó. El aire estaba lleno de una tensión eléctrica, pero no era miedo lo que sentía, sino una conexión más allá de lo físico, una fusión de almas que no necesitaba explicación. Durante unos segundos eternos, se observaron. Kane podía sentir el poder que emanaba de Klause, pero también la ternura que siempre había estado presente en Murdock. La loba y el lobo se acercaron lentamente, sus hocicos tocándose suavemente. En ese momento, Kadisha comprendió algo importante. No estaba sola en este viaje. Murdock, Klause, siempre estarían a su lado, guiándola, protegiéndola, y, lo más importante, aceptándola por lo que era. El despertar no era el fin. Era solo el comienzo. El viento sopló suavemente, y Kane levantó la cabeza hacia el cielo, donde la luna, aunque no llena, parecía brillar con una intensidad especial. El destino de Kadisha estaba entrelazado con el de la luna, con el de los lobos, y con el de Murdock. Y esa noche, bajo el cielo estrellado, el murmullo del destino comenzó a hacerse más claro.La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando
El sol se alzaba lentamente sobre las colinas cuando Kadisha y Murdock regresaron a la cabaña. Había una nueva tensión en el aire, como si ambos estuvieran preparándose para algo que aún no podían ver del todo, pero que sabían que estaba ahí. Julius se estaba moviendo, y lo hacía rápido. Kadisha lo había visto, aunque aún no entendía por completo las implicaciones de esa visión.Al entrar en la cabaña, el ambiente cálido y familiar parecía un contraste demasiado fuerte con lo que ocurría fuera. El lugar que siempre había sido un refugio para Kadisha ahora sentía la amenaza que colgaba sobre ellos.Murdock cerró la puerta con un leve suspiro y se acercó a ella, su mano buscando la suya con una facilidad que ya se sentía natural. Su tacto era fuerte, protector, y Kadisha encontró consuelo en él, aunque solo fuera por un instante.—Tenemos que hablar con Alanis. —La voz de Murdock rompió el silencio, firme pero controlada.Kadisha asintió. Habían evi
El viento golpeaba con fuerza contra las ventanas de la mansión Renis. Afuera, las nubes oscuras comenzaban a amontonarse, presagiando una tormenta inminente. Kadisha observaba el cielo desde una de las enormes ventanas del salón principal, su mente aún procesando lo que Alanis les había revelado. Julius estaba jugando con fuerzas más allá de lo que cualquier hombre lobo podría controlar, y si no lo detenían, todo lo que conocían estaba en peligro.—El tiempo se está agotando, —murmuró Murdock, que estaba de pie junto a ella, observando el mismo horizonte oscuro.Kadisha asintió en silencio. Sabía que Murdock estaba pensando lo mismo que ella: tenían que moverse rápido. Las visiones no bastaban; necesitaban un plan concreto y debían prepararse para enfrentarse a Julius con todo lo que tenían.—¿Crees que Alanis podrá encontrar más sobre esa magia oscura? —preguntó ella, girándose para mirarlo.Murdock frunció el ceño, sus ojos azules fijos en algú
La mañana del viaje a la manada True Blood llegó más rápido de lo que Kadisha hubiera querido. El viento aún llevaba consigo la frescura de la noche cuando ella y Murdock montaron en el coche que los llevaría hacia el territorio de la poderosa manada. Los árboles centenarios del bosque les flanqueaban a cada lado, y el rugido del motor parecía romper el silencio natural que siempre acompañaba a los dominios de los lobos.Murdock conducía con una mano firme en el volante, su rostro reflejando una concentración que iba más allá de la carretera que tenían delante. Sus ojos azules, brillantes y letales, ocasionalmente se desviaban hacia Kadisha, y aunque no decía nada, ella podía sentir el vínculo que estaba creciendo entre ambos.—True Blood es una manada orgullosa, —comentó él finalmente, rompiendo el silencio tenso—. Debes tener cuidado con lo que dices frente a su alfa, Terryn. Si percibe alguna falta de respeto, podría ser el fin de cualquier oportunidad de alianz