La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.
—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía. —A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir. Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estaba en un cruce de caminos. Y en ese cruce, el destino de los hombres lobo parecía estar ligado al suyo. Caminaron en silencio durante varios minutos más, hasta que llegaron a las afueras del pueblo, donde los árboles crecían más densos y altos, formando una especie de muralla natural. Murdock se detuvo frente a un antiguo refugio de madera, oculto entre los árboles. Parecía una cabaña de cazadores abandonada, pero algo en la forma en que Murdock la miraba le dijo a Kadisha que era mucho más que eso. —Aquí estarás a salvo —dijo, empujando la puerta que crujió al abrirse—. Este lugar ha sido un refugio para mi manada desde hace generaciones. Ninguno de los Dark Night se atrevería a acercarse aquí. Kadisha entró con cautela, observando el interior. Era pequeño, pero acogedor, con una chimenea apagada y varias pieles de animales cubriendo el suelo y las paredes. Parecía un lugar sacado de otra época, con un aire salvaje y primitivo que, por alguna razón, la hizo sentir una conexión inmediata con él. —¿Qué es este lugar? —preguntó, recorriendo con la vista cada detalle. —Un santuario —respondió Murdock, encendiendo el fuego en la chimenea—. Aquí estarás protegida de cualquier amenaza. Pero eso no significa que podamos quedarnos quietos. Kadisha lo miró, sintiendo la urgencia en su voz. Murdock había estado al borde de algo toda la noche, como si supiera que el tiempo corría en su contra. —¿Qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó ella, sintiendo el peso de la incertidumbre en cada palabra. Murdock dejó de lado lo que estaba haciendo y se acercó a ella. Sus ojos azules se encontraron con los de Kadisha, y ella sintió ese magnetismo salvaje que siempre emanaba de él. —Debes aprender a sentir el poder dentro de ti —respondió con suavidad, aunque la intensidad en su voz no disminuía—. Tu abuela, Candise, sabía de lo que eras capaz, aunque nunca te lo reveló completamente. Y aunque ella no esté aquí, su legado sigue vivo en ti. Kadisha sintió un nudo en la garganta al escuchar el nombre de su abuela. La pérdida de Candise seguía fresca, un dolor que la había acompañado desde el día en que falleció. Y ahora, todo lo que Murdock decía hacía que ese dolor cobrara un nuevo significado. Su abuela había sabido algo que ella nunca comprendió, algo sobre su destino y su conexión con este mundo oculto. —No sé cómo hacerlo —admitió Kadisha, su voz apenas un susurro. Murdock la miró con una mezcla de ternura y firmeza. —Lo sabrás cuando llegue el momento. Tu poder está atado a la luna, al ciclo de la naturaleza. Es algo que corre por tus venas, aunque aún no lo sientas. Pero cuando la luna esté llena, tu verdadero ser comenzará a despertar. La luna. Kadisha levantó la vista hacia una pequeña ventana desde donde se podía ver el cielo. La luna no estaba completa esa noche, pero su luz plateada bañaba el bosque, dándole un brillo inquietante. Algo en su interior se agitó al pensar en lo que Murdock había dicho. —¿Qué ocurrirá cuando despierte? —preguntó con temor. —No lo sé exactamente —respondió él, sincero—. Pero cuando suceda, estaré contigo. Te guiaré. Kadisha sintió una oleada de emociones ante esa promesa. Murdock había demostrado ser más que un simple protector; había algo entre ellos, algo que iba más allá de la atracción física. Era una conexión profunda, como si sus destinos estuvieran entrelazados de formas que aún no comprendían. Un golpe repentino en la puerta rompió el momento. Kadisha se sobresaltó y su corazón dio un vuelco. Murdock se puso en alerta de inmediato, sus sentidos aguzados. —Quédate aquí —ordenó, su voz baja pero autoritaria. Kadisha observó cómo Murdock se movía con una agilidad y rapidez casi sobrehumanas hacia la puerta, abriéndola apenas un centímetro para ver quién estaba al otro lado. Tras unos segundos tensos, Murdock relajó ligeramente su postura y abrió la puerta por completo. —Alanis —dijo con un suspiro de alivio. Kadisha vio aparecer a un hombre alto, de casi el mismo tamaño que Murdock, pero con un aura completamente distinta. Alanis Renis, el hermano menor de Murdock, era todo lo que Kadisha había imaginado al escuchar su nombre. Pelo oscuro que caía hasta sus hombros, una mirada afilada y penetrante, y una energía misteriosa que lo rodeaba como una segunda piel. —He seguido sus rastros hasta aquí —dijo Alanis, ignorando la bienvenida de su hermano y enfocándose directamente en Kadisha—. Los Dark Night están más cerca de lo que piensas, Murdock. Julius no va a esperar a que ella despierte. El corazón de Kadisha dio un vuelco. Sabía que el peligro acechaba, pero escucharlo de boca de Alanis lo hacía mucho más real. Julius, el nombre que había aprendido a temer en solo unos días, estaba más cerca de lo que había imaginado. —Necesitamos movernos —continuó Alanis, dirigiendo una mirada significativa a su hermano—. No estamos seguros aquí por mucho tiempo. Julius ha enviado a sus mejores cazadores, y no pararán hasta que la tengan. Murdock asintió, aunque su mirada se volvió hacia Kadisha. Algo en sus ojos la hizo sentir que no solo estaba preocupado por su seguridad, sino también por el despertar que estaba a punto de ocurrir. El tiempo se agotaba, y la luna, aunque no llena aún, parecía pulsar con una energía que Kadisha podía sentir en lo más profundo de su ser. —Nos iremos al amanecer —dijo Murdock finalmente—. Pero antes de eso... hay algo que necesito que Kadisha entienda. Alanis frunció el ceño, pero no discutió. Se acercó a la chimenea, observando el fuego mientras Murdock se acercaba a Kadisha, tomando suavemente su mano. —Esta noche —dijo, su voz baja y grave—, puede que empieces a sentir cosas. Cambios. No te asustes. Solo confía en mí, y todo estará bien. Kadisha lo miró, con el miedo y la expectativa creciendo en su interior. Asintió lentamente, sin saber exactamente lo que eso significaba, pero sabiendo que ya no había vuelta atrás. Y así, mientras las sombras de la noche crecían y la luna brillaba sobre ellos, Kadisha supo que su destino estaba a punto de alcanzarla, y que su vida nunca volvería a ser la misma. [Queridos lector@, espero de corazón que les esté gustando y sigan acompañándome en este mágico mundo de lobos y poderes místicos. Tendrán entre 1 y 3 actualizaciones diarias sin falta (salvo incidencias del sistema) todos los días de la semana hasta que se acabe el libro. Gracias por compartir conmigo y con Kadisha y Murdock].El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor.Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas qu
La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando
El sol se alzaba lentamente sobre las colinas cuando Kadisha y Murdock regresaron a la cabaña. Había una nueva tensión en el aire, como si ambos estuvieran preparándose para algo que aún no podían ver del todo, pero que sabían que estaba ahí. Julius se estaba moviendo, y lo hacía rápido. Kadisha lo había visto, aunque aún no entendía por completo las implicaciones de esa visión.Al entrar en la cabaña, el ambiente cálido y familiar parecía un contraste demasiado fuerte con lo que ocurría fuera. El lugar que siempre había sido un refugio para Kadisha ahora sentía la amenaza que colgaba sobre ellos.Murdock cerró la puerta con un leve suspiro y se acercó a ella, su mano buscando la suya con una facilidad que ya se sentía natural. Su tacto era fuerte, protector, y Kadisha encontró consuelo en él, aunque solo fuera por un instante.—Tenemos que hablar con Alanis. —La voz de Murdock rompió el silencio, firme pero controlada.Kadisha asintió. Habían evi
El viento golpeaba con fuerza contra las ventanas de la mansión Renis. Afuera, las nubes oscuras comenzaban a amontonarse, presagiando una tormenta inminente. Kadisha observaba el cielo desde una de las enormes ventanas del salón principal, su mente aún procesando lo que Alanis les había revelado. Julius estaba jugando con fuerzas más allá de lo que cualquier hombre lobo podría controlar, y si no lo detenían, todo lo que conocían estaba en peligro.—El tiempo se está agotando, —murmuró Murdock, que estaba de pie junto a ella, observando el mismo horizonte oscuro.Kadisha asintió en silencio. Sabía que Murdock estaba pensando lo mismo que ella: tenían que moverse rápido. Las visiones no bastaban; necesitaban un plan concreto y debían prepararse para enfrentarse a Julius con todo lo que tenían.—¿Crees que Alanis podrá encontrar más sobre esa magia oscura? —preguntó ella, girándose para mirarlo.Murdock frunció el ceño, sus ojos azules fijos en algú