Capítulo 6: "Los ecos de la luna"

La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.

—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía.

—A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir.

Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estaba en un cruce de caminos. Y en ese cruce, el destino de los hombres lobo parecía estar ligado al suyo.

Caminaron en silencio durante varios minutos más, hasta que llegaron a las afueras del pueblo, donde los árboles crecían más densos y altos, formando una especie de muralla natural. Murdock se detuvo frente a un antiguo refugio de madera, oculto entre los árboles. Parecía una cabaña de cazadores abandonada, pero algo en la forma en que Murdock la miraba le dijo a Kadisha que era mucho más que eso.

—Aquí estarás a salvo —dijo, empujando la puerta que crujió al abrirse—. Este lugar ha sido un refugio para mi manada desde hace generaciones. Ninguno de los Dark Night se atrevería a acercarse aquí.

Kadisha entró con cautela, observando el interior. Era pequeño, pero acogedor, con una chimenea apagada y varias pieles de animales cubriendo el suelo y las paredes. Parecía un lugar sacado de otra época, con un aire salvaje y primitivo que, por alguna razón, la hizo sentir una conexión inmediata con él.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, recorriendo con la vista cada detalle.

—Un santuario —respondió Murdock, encendiendo el fuego en la chimenea—. Aquí estarás protegida de cualquier amenaza. Pero eso no significa que podamos quedarnos quietos.

Kadisha lo miró, sintiendo la urgencia en su voz. Murdock había estado al borde de algo toda la noche, como si supiera que el tiempo corría en su contra.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó ella, sintiendo el peso de la incertidumbre en cada palabra.

Murdock dejó de lado lo que estaba haciendo y se acercó a ella. Sus ojos azules se encontraron con los de Kadisha, y ella sintió ese magnetismo salvaje que siempre emanaba de él.

—Debes aprender a sentir el poder dentro de ti —respondió con suavidad, aunque la intensidad en su voz no disminuía—. Tu abuela, Candise, sabía de lo que eras capaz, aunque nunca te lo reveló completamente. Y aunque ella no esté aquí, su legado sigue vivo en ti.

Kadisha sintió un nudo en la garganta al escuchar el nombre de su abuela. La pérdida de Candise seguía fresca, un dolor que la había acompañado desde el día en que falleció. Y ahora, todo lo que Murdock decía hacía que ese dolor cobrara un nuevo significado. Su abuela había sabido algo que ella nunca comprendió, algo sobre su destino y su conexión con este mundo oculto.

—No sé cómo hacerlo —admitió Kadisha, su voz apenas un susurro.

Murdock la miró con una mezcla de ternura y firmeza.

—Lo sabrás cuando llegue el momento. Tu poder está atado a la luna, al ciclo de la naturaleza. Es algo que corre por tus venas, aunque aún no lo sientas. Pero cuando la luna esté llena, tu verdadero ser comenzará a despertar.

La luna. Kadisha levantó la vista hacia una pequeña ventana desde donde se podía ver el cielo. La luna no estaba completa esa noche, pero su luz plateada bañaba el bosque, dándole un brillo inquietante. Algo en su interior se agitó al pensar en lo que Murdock había dicho.

—¿Qué ocurrirá cuando despierte? —preguntó con temor.

—No lo sé exactamente —respondió él, sincero—. Pero cuando suceda, estaré contigo. Te guiaré.

Kadisha sintió una oleada de emociones ante esa promesa. Murdock había demostrado ser más que un simple protector; había algo entre ellos, algo que iba más allá de la atracción física. Era una conexión profunda, como si sus destinos estuvieran entrelazados de formas que aún no comprendían.

Un golpe repentino en la puerta rompió el momento. Kadisha se sobresaltó y su corazón dio un vuelco. Murdock se puso en alerta de inmediato, sus sentidos aguzados.

—Quédate aquí —ordenó, su voz baja pero autoritaria.

Kadisha observó cómo Murdock se movía con una agilidad y rapidez casi sobrehumanas hacia la puerta, abriéndola apenas un centímetro para ver quién estaba al otro lado. Tras unos segundos tensos, Murdock relajó ligeramente su postura y abrió la puerta por completo.

—Alanis —dijo con un suspiro de alivio.

Kadisha vio aparecer a un hombre alto, de casi el mismo tamaño que Murdock, pero con un aura completamente distinta. Alanis Renis, el hermano menor de Murdock, era todo lo que Kadisha había imaginado al escuchar su nombre. Pelo oscuro que caía hasta sus hombros, una mirada afilada y penetrante, y una energía misteriosa que lo rodeaba como una segunda piel.

—He seguido sus rastros hasta aquí —dijo Alanis, ignorando la bienvenida de su hermano y enfocándose directamente en Kadisha—. Los Dark Night están más cerca de lo que piensas, Murdock. Julius no va a esperar a que ella despierte.

El corazón de Kadisha dio un vuelco. Sabía que el peligro acechaba, pero escucharlo de boca de Alanis lo hacía mucho más real. Julius, el nombre que había aprendido a temer en solo unos días, estaba más cerca de lo que había imaginado.

—Necesitamos movernos —continuó Alanis, dirigiendo una mirada significativa a su hermano—. No estamos seguros aquí por mucho tiempo. Julius ha enviado a sus mejores cazadores, y no pararán hasta que la tengan.

Murdock asintió, aunque su mirada se volvió hacia Kadisha. Algo en sus ojos la hizo sentir que no solo estaba preocupado por su seguridad, sino también por el despertar que estaba a punto de ocurrir. El tiempo se agotaba, y la luna, aunque no llena aún, parecía pulsar con una energía que Kadisha podía sentir en lo más profundo de su ser.

—Nos iremos al amanecer —dijo Murdock finalmente—. Pero antes de eso... hay algo que necesito que Kadisha entienda.

Alanis frunció el ceño, pero no discutió. Se acercó a la chimenea, observando el fuego mientras Murdock se acercaba a Kadisha, tomando suavemente su mano.

—Esta noche —dijo, su voz baja y grave—, puede que empieces a sentir cosas. Cambios. No te asustes. Solo confía en mí, y todo estará bien.

Kadisha lo miró, con el miedo y la expectativa creciendo en su interior. Asintió lentamente, sin saber exactamente lo que eso significaba, pero sabiendo que ya no había vuelta atrás.

Y así, mientras las sombras de la noche crecían y la luna brillaba sobre ellos, Kadisha supo que su destino estaba a punto de alcanzarla, y que su vida nunca volvería a ser la misma.

[Queridos lector@, espero de corazón que les esté gustando y sigan acompañándome en este mágico mundo de lobos y poderes místicos. Tendrán entre 1 y 3 actualizaciones diarias sin falta (salvo incidencias del sistema) todos los días de la semana hasta que se acabe el libro. Gracias por compartir conmigo y con Kadisha y Murdock].

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo