El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados. Kadisha despertó, sintiendo el rayo de luz en su rostro. La noche anterior había sido tensa; la reunión con la manada había revelado tanto temores como determinaciones. Mientras se estiraba, un aire de inquietud se cernía sobre el campamento, como si la naturaleza misma presagiara un conflicto inminente. Cuando Kadisha salió de su tienda, pudo notar que la atmósfera era diferente. Las voces eran más bajas, los gestos más sutiles, como si cada miembro de la manada estuviera consciente de la fragilidad de su situación. Se acercó a la fogata, donde Murdock estaba sentado, observando el horizonte con una mirada perdida. —¿Has dormido bien? —preguntó Kadisha, intentando romper el silencio que los rodeaba. Murdock la miró y sonrió levemente. —Más o menos. Hay demasiado en juego. No puedo dejar de pensar en Elias. —Lo sé —respondió Kadisha, sintiendo que su corazón se encogía. Desde que habían escucha
El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo con tonos de naranja y rosa. La manada, exhausta pero llena de una nueva esperanza, se reunió en un claro cerca del lago oculto donde Kadisha y Murdock habían pasado el día juntos en el agua. Las sombras del enfrentamiento con Elias aún rondaban en sus mentes, pero había una sensación de unidad que parecía haber fortalecido los lazos entre ellos. Kadisha se sentó en un tronco, observando a su alrededor. El grupo había comenzado a preparar un pequeño campamento temporal. Las risas y las conversaciones animadas llenaban el aire, un contraste bienvenido con la tensión de la batalla. Murdock se acercó a ella, llevando un par de ramas que había recogido para el fuego. —¿Cómo te sientes? —preguntó, sentándose a su lado. Su mirada era intensa, y Kadisha sintió que el calor de su presencia la envolvía. —Siento que hemos superado algo importante, pero no puedo evitar preocuparme por lo que viene. —respondió Kadisha, con un susur
El silencio que siguió a la batalla era casi ensordecedor. Kadisha se sentía envuelta en un manto de emociones contradictorias. La victoria contra Elias había sido aplastante, pero la sensación de alivio que normalmente acompañaba a un triunfo estaba nublada por las preguntas que aún atormentaban su mente. Murdock se acercó a ella, su expresión seria, pero con una chispa de orgullo en sus ojos. —Lo logramos. —dijo, sus palabras llenas de un peso que resonaba en el aire. —Elias no volverá a amenazarnos. Kadisha asintió, pero el nudo en su estómago no se disipaba. —Sí, pero... ¿qué hay de los demás? ¿Qué pasará con nuestra manada? Murdock miró a su alrededor, observando a los miembros de la manada que comenzaban a relajarse después de la intensa lucha. Algunos estaban heridos, otros cansados, pero todos compartían la misma sensación de unidad que había sido forjada en la batalla. —Haremos lo que sea necesario para protegerlos. El aire se sentía pesado, y Kadisha no podía evitar que
La mañana después de la celebración, el sol brillaba intensamente, bañando el campamento de la manada en una luz dorada. Kadisha se despertó con una sensación de esperanza y energía renovada. El acuerdo con la otra manada había sido un gran paso adelante, y su espíritu se sentía elevado. Sin embargo, una sombra se cernía sobre su mente. La amenaza de Elias aún estaba presente, y la sensación de que no podían bajar la guardia persistía en su corazón. Se levantó de su improvisado lecho y salió de la tienda. El aire fresco de la mañana la envolvió, y el canto de los pájaros resonaba en el bosque. Kadisha se dirigió hacia el arroyo cercano, donde el agua fluía con suavidad. Al llegar, se agachó y sumergió sus manos en el agua fría, sintiendo cómo la frescura la revitalizaba. Mientras bebía un poco de agua, escuchó pasos detrás de ella. Al voltear, vio a Murdock acercándose, con una expresión tranquila en su rostro. —Buenos días, Kadisha —saludó, su voz suave y cálida. —Buenos días, Mu
El sol de la mañana se colaba entre las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz y sombra sobre el campamento. El aire estaba impregnado de un olor a tierra fresca y rocío, pero también había algo más en el ambiente, una sensación de expectación que flotaba sobre la manada como una brisa suave. Kadisha se despertó temprano esa mañana, sintiendo una ligera presión en su vientre. Había pasado los últimos días con una sensación de cansancio, pero asumió que se debía al esfuerzo de las últimas semanas: la alianza con otras manadas, la planificación constante, la preparación para la posible amenaza que representaba Elias, y la desaparición de Alain, el Beta de Julius, que había añadido una sombra de incertidumbre sobre todos ellos. Se levantó con cuidado, tratando de no despertar a Murdock, quien dormía a su lado. Sus dedos rozaron su vientre, y una sensación extraña recorrió su cuerpo. Desde hacía varios días, su cuerpo había cambiado. No era solo el cansancio, sino una sensación
El frío de la piedra era implacable. Alanis yacía en el suelo húmedo, su cuerpo temblando por la falta de fuerzas y el dolor que había sufrido durante días interminables. Apenas podía sentir sus extremidades, cada centímetro de su piel era un campo de batalla donde la tortura había dejado huellas imborrables. Los golpes, los cortes, el hambre, la sed... todo se mezclaba en un torbellino de sufrimiento que lo arrastraba sin piedad.Estaba encerrado en una celda oscura, fría y silenciosa, salvo por el sonido de su propia respiración entrecortada y el eco lejano del agua goteando desde alguna grieta en la piedra. En algún lugar cercano, el Beta de Julius, su captor y torturador, esperaba el momento adecuado para volver a infligirle más dolor, más sufrimiento. Era un hombre implacable, movido por el odio y el deseo de venganza. Todo lo que había hecho desde que lo atrapó había sido para desquebrajarlo, para arrancar de él cualquier chispa de esperanza.Alanis no sabía cuánto tiempo llevab
[Querid@s lector@s, les agradezco enormemente que me hayan acompañado en el primer libro de los Renis, aquí les dejo una avanzadilla del primer capítulo de Renis II Alanis, para mí el hermano más sensual y atractivo de los dos aunque Murdock también ha sido un hombre retador así como un gran Alpha y, por supuesto, seguro que estará muy presente en las aventuras de su hermano que no serán pocas.Espero que les agrade el avance así como la historia ya leída. Si les motiva continuarla pueden ir al libro independiente de este "El Aplha torutrado: Renis II- Alanis" y, por supuesto ME HARÁ ENORMEMENTE FELIZ LEERLOS!!!!! Les mando mucho amor y buenos deseos para estos días, espero que estas páginas sean un remanso de alegría y relaz merecido.]Alanis Renis, hermano del Alpha Murdock, siempre había sido un hombre imponente. Metro noventa y cinco de pura fuerza, con músculos tallados como si fueran obra de un escultor antiguo, su piel bronceada, y el cabello oscuro que le caía largo y suelto s
El viento de la tarde susurraba entre los árboles, como si quisiera traer de vuelta los ecos de tiempos pasados, de aquellos días donde todo parecía tener un sentido, un orden. Kadisha Krose caminaba por el sendero cubierto de hojas secas, sus largos rizos oscuros danzando al compás de la brisa otoñal. Sus ojos verdes, como esmeraldas profundas, parecían captar cada detalle del entorno, aunque su mente estaba en otro lugar, perdida en recuerdos que se negaban a desaparecer.Habían pasado años desde que el accidente de avión arrebató a sus padres, y aunque su abuela Candise había hecho lo posible por llenar el vacío, la ausencia de ellos seguía pesando en su corazón. No recordaba con claridad las circunstancias del accidente, solo la fría llamada telefónica y la devastadora noticia que cambiaría su vida para siempre. Desde entonces, el mundo se volvió un lugar más oscuro, lleno de sombras que a veces parecían susurrarle al oído.Kadisha no sabía qué había sido más difícil: perder a sus