El viento de la tarde susurraba entre los árboles, como si quisiera traer de vuelta los ecos de tiempos pasados, de aquellos días donde todo parecía tener un sentido, un orden. Kadisha Krose caminaba por el sendero cubierto de hojas secas, sus largos rizos oscuros danzando al compás de la brisa otoñal. Sus ojos verdes, como esmeraldas profundas, parecían captar cada detalle del entorno, aunque su mente estaba en otro lugar, perdida en recuerdos que se negaban a desaparecer.
Habían pasado años desde que el accidente de avión arrebató a sus padres, y aunque su abuela Candise había hecho lo posible por llenar el vacío, la ausencia de ellos seguía pesando en su corazón. No recordaba con claridad las circunstancias del accidente, solo la fría llamada telefónica y la devastadora noticia que cambiaría su vida para siempre. Desde entonces, el mundo se volvió un lugar más oscuro, lleno de sombras que a veces parecían susurrarle al oído. Kadisha no sabía qué había sido más difícil: perder a sus padres o vivir con la incertidumbre de qué habría sido su vida si ese fatídico viaje de negocios nunca hubiese ocurrido. Lo único que le quedaba era Candise, una mujer enigmática que hablaba de espíritus y energías invisibles, una mujer que siempre había sido su roca, su refugio. Suspiró, intentando alejar esos pensamientos mientras se dirigía al mercado del pueblo. Había algo en el aire esa tarde, una sensación que no podía sacudirse, como si algo estuviera a punto de cambiar en su vida. Desde pequeña, Kadisha había aprendido a confiar en sus instintos, una habilidad que su abuela siempre decía que venía de las mujeres de su linaje. "Las Krose tienen una conexión especial con lo que no podemos ver", le decía Candise con esa sonrisa sabia y misteriosa. Kadisha siempre había pensado que eran habladurías de anciana, cuentos para asustar a los niños. Pero con el tiempo, comenzó a creer que tal vez había algo de verdad en ello. El mercado estaba lleno de vida, como siempre lo estaba en las tardes de otoño. El bullicio de la gente, el sonido de las conversaciones entremezclándose con el crujido de las hojas bajo los pies, y el aroma a pan recién horneado y especias llenaban el aire. Kadisha se detuvo frente a uno de los puestos, examinando algunas hierbas frescas, cuando una voz profunda y autoritaria la sacó de su ensimismamiento. —¿Todo bien por aquí? Su corazón dio un vuelco. No reconocía la voz, pero la intensidad de su tono le hizo levantar la mirada de inmediato. Y ahí estaba él. Alto, imponente, con el cuerpo de un guerrero esculpido por el tiempo. Su piel, bronceada por el sol, brillaba bajo la luz de la tarde, y su cabello rubio, recogido en una coleta con una cinta de cuero, caía sobre sus anchos hombros. Pero lo que realmente la desarmó fueron sus ojos. Azules, helados, como el océano en una tormenta. La miraban con una mezcla de curiosidad y algo más... algo que no pudo identificar de inmediato. —Ehm… sí, todo bien —respondió Kadisha, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente. Era raro que alguien le causara esa reacción, pero había algo en él que le aceleraba el pulso. El hombre asintió sin quitarle los ojos de encima, como si estuviera analizándola, como si intentara descifrar algo en su interior. Kadisha apartó la vista, incómoda ante su escrutinio, y continuó revisando las hierbas, aunque su mente ya no estaba concentrada en lo que hacía. —Eres nueva en el pueblo —dijo él de repente, rompiendo el silencio. —No, en realidad he vivido aquí toda mi vida —respondió Kadisha, tratando de ocultar su nerviosismo. —Curioso. Nunca te había visto antes —dijo él, con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Había algo en esa sonrisa, algo que la inquietaba. —Es un pueblo grande —respondió ella, intentando sonar despreocupada, aunque sentía la piel erizándose bajo su abrigo. —Murdock Renis —se presentó, extendiendo su mano. Kadisha vaciló por un segundo antes de tomarla. El contacto fue breve, pero lo suficientemente largo como para que una corriente de electricidad recorriera su brazo. Murdock la soltó con la misma rapidez con la que había iniciado el saludo, como si hubiera sentido lo mismo. —Kadisha Krose —dijo ella, observando cómo una sombra de reconocimiento cruzaba los ojos de él, aunque no dijo nada más. Murdock la miró durante unos segundos más, como si estuviera midiendo cada palabra que decía antes de finalmente asentir levemente y girar sobre sus talones. —Nos veremos pronto, Kadisha Krose —dijo sin volverse a mirarla, su voz resonando en el aire como una promesa. Kadisha se quedó inmóvil, observando cómo él se alejaba entre la multitud, su figura alta y poderosa destacando entre el gentío. Algo en su interior le decía que ese encuentro no había sido casual. Había algo en Murdock Renis que no podía ignorar, algo que despertaba sus más profundos instintos. Cuando por fin logró salir de su trance, volvió a concentrarse en sus compras. Sin embargo, su mente no podía dejar de girar en torno a ese hombre de ojos azules, a la sensación de peligro y atracción que había dejado en el aire. Esa tarde, mientras caminaba de regreso a casa, la brisa volvió a susurrar a su alrededor, pero esta vez, lo que traía consigo no eran sombras del pasado, sino el presagio de algo nuevo, algo que estaba por cambiar su vida para siempre. Kadisha no lo sabía aún, pero ese encuentro había sido el inicio de una cadena de eventos que no solo sacudirían su mundo, sino el de muchos más. Y en el centro de todo, estaba Murdock Renis, el hombre que, sin saberlo, ya había comenzado a marcar su destino.La noche había caído sobre el pequeño pueblo, cubriéndolo con un manto de estrellas titilantes y el suave murmullo de la brisa nocturna. Kadisha estaba en su habitación, observando el reflejo de la luna en la ventana. Aún podía sentir la energía del encuentro con Murdock Renis recorriéndole la piel, como un recuerdo latente que se negaba a desaparecer.¿Qué había sido eso? Se preguntaba mientras jugaba con uno de sus rizos entre los dedos. Algo en él la había desestabilizado. No solo su imponente presencia física, sino la intensidad con la que la había mirado. Como si la conociera de antes, como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos. Y, sin embargo, nunca lo había visto antes en el pueblo.Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos. "No puedo dejar que me afecte", se dijo a sí misma, pero la verdad era que sentía una atracción que no había experimentado nunca. No solo era físico; era algo más profundo, como si estuviera escrita en su destino, aunque no comprend
Kadisha despertó temprano, con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas. Aunque había logrado conciliar el sueño después del encuentro con Murdock la noche anterior, su mente seguía atrapada en una maraña de pensamientos. El roce de su mano, la intensidad de su mirada, sus advertencias enigmáticas... Todo eso seguía flotando en su cabeza como una canción que no podía dejar de escuchar.Se levantó y caminó descalza hacia la ventana, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies. El bosque estaba quieto, en silencio, pero había algo en el aire que la ponía nerviosa. Esa sensación de que algo grande estaba por venir, algo que cambiaría todo.Sin decir una palabra, bajó a la cocina, donde Candise ya estaba preparando el desayuno. El olor del café llenaba la habitación, y el sonido de los huevos friéndose en la sartén le resultaba reconfortante, familiar. Pero esa sensación de inquietud, de incertidumbre, seguía persistiendo, como una sombra en el rincón de su mente.—Has tenid
Kadisha quedó paralizada en el lugar. Las palabras de Murdock resonaban en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. -Un lobo-. La incredulidad luchaba contra la verdad que, de algún modo, siempre había sabido, pero nunca quiso aceptar.—¿Qué significa eso? —preguntó, su voz temblorosa pero decidida.Murdock no respondió de inmediato. En su mirada se mezclaban el deseo de protegerla y la inevitabilidad de la revelación. Dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Kadisha pudo sentir el calor que emanaba de él, una energía primitiva que parecía envolverse en su piel, aferrándose a su alma.—Significa que no soy lo que piensas —dijo finalmente, su voz baja, como si temiera que el bosque escuchara.El viento movía las hojas de los árboles, creando un murmullo constante que parecía responder a las palabras de Murdock. La mirada de Kadisha seguía clavada en él, buscando respuestas, buscando algo en su rostro que desmintiera lo que acababa de decir
Kadisha caminaba por las estrechas calles del pueblo, con el corazón todavía palpitando por el encuentro en el bosque. Cada paso que daba, el mundo parecía distorsionarse a su alrededor. Las casas, las tiendas, los rostros familiares de los vecinos... Todo lo que había sido su realidad hasta ese día ahora parecía lejano, ajeno.Las palabras de Murdock resonaban en su mente: "Están aquí por ti". Esa afirmación era lo que más la inquietaba. ¿Quiénes? ¿Por qué ella? Y, sobre todo, ¿qué era eso que, según él, despertaría pronto?El viento frío acarició su rostro, pero esta vez no fue reconfortante. Había una amenaza en el aire, un susurro siniestro que la hacía sentir vigilada, perseguida.Cuando llegó a la pequeña librería del pueblo, su refugio habitual, decidió entrar. Necesitaba escapar, aunque fuera por unos minutos, de la turbulencia que había envuelto su vida en los últimos días. Sabía que allí, entre los libros polvorientos y las historias antiguas, podría calmar su mente.El inte
La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía.—A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir.Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estab
El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor.Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas qu
La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci