Kadisha caminaba por las estrechas calles del pueblo, con el corazón todavía palpitando por el encuentro en el bosque. Cada paso que daba, el mundo parecía distorsionarse a su alrededor. Las casas, las tiendas, los rostros familiares de los vecinos... Todo lo que había sido su realidad hasta ese día ahora parecía lejano, ajeno.
Las palabras de Murdock resonaban en su mente: "Están aquí por ti". Esa afirmación era lo que más la inquietaba. ¿Quiénes? ¿Por qué ella? Y, sobre todo, ¿qué era eso que, según él, despertaría pronto? El viento frío acarició su rostro, pero esta vez no fue reconfortante. Había una amenaza en el aire, un susurro siniestro que la hacía sentir vigilada, perseguida. Cuando llegó a la pequeña librería del pueblo, su refugio habitual, decidió entrar. Necesitaba escapar, aunque fuera por unos minutos, de la turbulencia que había envuelto su vida en los últimos días. Sabía que allí, entre los libros polvorientos y las historias antiguas, podría calmar su mente. El interior de la librería estaba en penumbra, con el suave olor a papel y madera impregnando el aire. Kadisha recorrió las estanterías con la mirada, buscando algún volumen que pudiera distraerla de todo lo que había aprendido. Pero algo en su interior la empujaba a buscar respuestas. Si Murdock decía la verdad, si todo lo que había dicho era real... entonces quizás aquí, entre estas paredes, pudiera encontrar algún indicio de lo que estaba ocurriendo. Se detuvo frente a la sección de mitología. Sus dedos rozaron los lomos de los libros, antiguos y desgastados, hasta que uno en particular llamó su atención. El título, "Leyendas de los Hijos de la Luna", estaba grabado en letras doradas sobre una cubierta de cuero envejecido. Sintió un escalofrío al leerlo, como si el libro la estuviera llamando. Lo sacó con cuidado y se dirigió a una pequeña mesa en el rincón. Al abrirlo, el crujido de las páginas viejas resonó en la librería vacía. Empezó a leer, sus ojos recorriendo las palabras con avidez. Los mitos sobre los hombres lobo, las transformaciones bajo la luna llena, las luchas entre manadas rivales... Todo estaba allí. Y de pronto, encontró algo que la hizo detenerse. "La Elegida será despertada por el lobo del destino, pero antes deberá enfrentar las sombras que acechan su alma. Solo cuando descubra el poder que yace en su interior, podrá comprender su verdadero propósito." Las palabras parecían dirigirse directamente a ella. Un nudo se formó en su garganta. ¿Era posible que todo estuviera predestinado? ¿Que ella fuera esa "Elegida"? La idea le resultaba abrumadora y aterradora a partes iguales. De pronto, una figura apareció en la entrada de la librería. Kadisha levantó la vista, sobresaltada. Murdock estaba allí, su silueta imponente recortada contra la luz del exterior. Se acercó a ella con paso decidido, pero sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y urgencia. —No deberías estar aquí sola —dijo, su voz baja pero intensa—. No es seguro. Kadisha cerró el libro de golpe y lo apartó, tratando de calmar la tormenta de emociones que la consumía. —No entiendo nada de esto, Murdock —respondió, su voz temblorosa—. Estás hablando de lobos, de cazadores... y ahora esto. —Señaló el libro con frustración—. ¿Qué está pasando? ¿Quién soy yo para que todo esto tenga sentido? Murdock se acercó a la mesa, inclinándose hacia ella con una intensidad que casi la hizo retroceder. Sus ojos brillaban como dos zafiros en la penumbra. —Lo que has leído no es un simple mito, Kadisha. Es parte de una verdad más grande de lo que jamás imaginaste. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Tú tienes un poder en tu interior, un poder que no has descubierto. Lo he sentido desde la primera vez que te vi. Eres especial. Y no soy el único que lo ha notado. Ella lo miró, sintiendo una mezcla de incredulidad y miedo. —¿Qué quieres decir con 'especial'? —preguntó, su voz apenas un susurro. Murdock se enderezó, cruzando los brazos sobre su pecho. —Hay algo en ti, Kadisha. No sé exactamente qué, pero las manadas lo han notado. Eres diferente, única. No eres solo una humana. Kadisha sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies. Toda su vida había crecido creyendo que era una persona común, que sus únicos dones provenían de su inteligencia y el esfuerzo de su familia. Pero ahora, Murdock estaba insinuando que era algo más, algo que podría cambiar no solo su vida, sino el equilibrio de poder entre las manadas de lobos. —No puede ser —dijo, negando con la cabeza—. Yo... soy solo una chica normal. No hay nada especial en mí. —Te equivocas —dijo Murdock con firmeza—. Eres más fuerte de lo que crees. Pero no tienes tiempo para negarlo. Julius, el líder de la manada Dark Night, ya sabe de ti. Sabe lo que podrías llegar a ser. Y si te encuentra antes de que descubras tu poder, te usará... o te destruirá. El nombre de Julius le heló la sangre. Había escuchado rumores sobre él, un líder implacable y cruel, que gobernaba con mano de hierro y se dedicaba a actividades oscuras, como el tráfico de lobas. Pero nunca imaginó que ella pudiera estar en su radar. —¿Qué quiere de mí? —preguntó Kadisha, con la voz rota por la angustia. —Quiere tu poder —respondió Murdock, acercándose de nuevo—. Si te captura, te forzará a usarlo en su favor. Y si no puede controlarte, te matará. No puedo permitir que eso suceda. El miedo en sus palabras era palpable, pero también había una promesa velada en su tono. Murdock no permitiría que nada le pasara, no mientras él estuviera allí. Kadisha, por primera vez en días, sintió una chispa de seguridad en medio de la tormenta que la rodeaba. —¿Cómo puedo luchar contra esto? —preguntó, su mirada suplicante. —Lo primero es aprender a controlarte —respondió Murdock—. Lo que sea que esté dentro de ti, debe salir de una manera que puedas manejar. Te ayudaré, pero necesitamos tiempo. Y tiempo es lo que Julius no nos dará. Kadisha sintió la presión de la realidad aplastándola. No podía huir, no podía esconderse. Estaba atrapada en medio de una batalla entre fuerzas que no comprendía, y su única opción era confiar en Murdock, aunque todo en ella gritaba que no se rindiera a lo desconocido. —Confía en mí, Kadisha —susurró él, acercándose aún más, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su piel—. Juntos, podremos enfrentarlo. No estás sola. Kadisha lo miró a los ojos, y algo en su interior se rindió. Quizás fuera el destino, quizás el miedo, o quizás esa atracción irresistible que sentía por él desde el principio. Sin pensar, asintió levemente. —Te ayudaré —dijo Murdock—. Pero también necesito que confíes en tus propios instintos. Ella tomó aire profundamente, sabiendo que a partir de ese momento no habría vuelta atrás. Y así, en esa pequeña librería, entre sombras y promesas, el lazo entre ambos se estrechó, mientras el peligro acechaba cada vez más cerca.La noche cayó con una rapidez inquietante, envolviendo al pueblo en un manto de oscuridad que se sentía más densa de lo habitual. Kadisha caminaba junto a Murdock, su mente todavía aturdida por todo lo que había aprendido en la librería. La realidad, tal como la conocía, se desmoronaba, pero en medio de ese caos, Murdock era su ancla. Cada paso que daba junto a él la hacía sentir más segura, aunque al mismo tiempo sentía una tensión creciente en el aire, como si algo oscuro los estuviera acechando desde las sombras.—¿Adónde vamos? —preguntó Kadisha, rompiendo el silencio que los envolvía.—A un lugar seguro —respondió Murdock sin girarse hacia ella—. Necesitamos tiempo para que comprendas lo que eres y lo que está por venir.Las palabras de Murdock eran siempre directas, cargadas de una gravedad que Kadisha empezaba a comprender. Había mucho en juego, y aunque no podía entender completamente lo que significaba ser "la Elegida" o por qué tenía un poder oculto, sentía que su vida estab
El amanecer llegó lentamente, bañando la cabaña en una luz dorada y suave, pero la atmósfera estaba cargada con una tensión que no se había disipado desde la noche anterior. Kadisha no había dormido mucho. Cada vez que cerraba los ojos, su mente la llevaba a lugares oscuros, llenos de sombras que la acechaban y susurros de advertencia que no podía comprender del todo. El peso del destino caía sobre sus hombros, una carga que apenas empezaba a descubrir.Murdock había salido temprano esa mañana, junto con Alanis, para asegurarse de que la zona estuviera despejada. Le había dicho que no se preocupara, pero era imposible seguir esa orden cuando su vida, su futuro, y todo lo que creía conocer, se desmoronaba a su alrededor.Sentada en la pequeña mesa de la cabaña, Kadisha intentaba concentrarse en los fragmentos de recuerdos de su infancia, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Su abuela Candise siempre había sido misteriosa, hablando en metáforas y enseñándole cosas qu
La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser.Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como
El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando
El sol se alzaba lentamente sobre las colinas cuando Kadisha y Murdock regresaron a la cabaña. Había una nueva tensión en el aire, como si ambos estuvieran preparándose para algo que aún no podían ver del todo, pero que sabían que estaba ahí. Julius se estaba moviendo, y lo hacía rápido. Kadisha lo había visto, aunque aún no entendía por completo las implicaciones de esa visión.Al entrar en la cabaña, el ambiente cálido y familiar parecía un contraste demasiado fuerte con lo que ocurría fuera. El lugar que siempre había sido un refugio para Kadisha ahora sentía la amenaza que colgaba sobre ellos.Murdock cerró la puerta con un leve suspiro y se acercó a ella, su mano buscando la suya con una facilidad que ya se sentía natural. Su tacto era fuerte, protector, y Kadisha encontró consuelo en él, aunque solo fuera por un instante.—Tenemos que hablar con Alanis. —La voz de Murdock rompió el silencio, firme pero controlada.Kadisha asintió. Habían evi