La luna, aunque solo un cuarto visible en el cielo, parecía emitir una luz que bañaba el bosque en un resplandor misterioso. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía una oleada de energía dentro de su cuerpo. Era una sensación embriagadora, el poder y la libertad que Kane le daba. Cada músculo se sentía fuerte, ágil, como si pudiera correr eternamente entre los árboles, sin sentir jamás cansancio.
Klause, el imponente lobo negro, estaba a su lado, su presencia sólida y calmada. Había una comunicación silenciosa entre ambos, una que iba más allá de palabras o miradas. Era como si sus almas hubieran encontrado una forma de entrelazarse en este nuevo nivel, una conexión que Kadisha jamás había experimentado con ningún otro ser. Murdock siempre había sido un misterio para ella, una fuerza de la naturaleza que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Pero ahora, esa distancia que los separaba comenzaba a desvanecerse. Sentía la energía de Klause conectada con Kane, como si fueran parte de algo más grande, algo ancestral y profundo. De repente, un ruido entre los árboles rompió la calma de la noche. Kane levantó la cabeza, sus orejas atentas, y Klause se tensó a su lado, listo para cualquier amenaza. El bosque, que había sido un refugio silencioso, ahora parecía ocultar secretos en sus sombras. —Alguien nos está observando —pensó Kadisha, sin palabras, solo una certeza en su mente. Klause se adelantó un paso, su hocico olfateando el aire. Un gruñido bajo resonó desde su garganta, como si estuviera advirtiendo a quienquiera que acechara en las sombras que no se acercara más. Pero el intruso no parecía intimidado. Kadisha pudo sentirlo. Algo, o alguien, los estaba observando, y no era una simple criatura del bosque. Justo cuando estaba a punto de avanzar, el aire a su alrededor cambió de nuevo. La energía que antes era vibrante y llena de vida ahora se sentía pesada, cargada de una oscuridad que la hizo estremecerse. No era un miedo normal. Era algo más profundo, algo que su instinto le decía que no debía ignorar. De repente, de entre los árboles surgió una figura. Era un hombre, o al menos parecía humano a simple vista. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados sobre su frente, y sus ojos, de un gris acerado, brillaban bajo la luz de la luna como dos faros en la oscuridad. Vestía una chaqueta de cuero que parecía haber visto mejores días, y su expresión era tan neutral que resultaba inquietante. —Jayce —susurró la voz de Murdock en la mente de Kadisha, tan clara como si él mismo hubiera hablado en voz alta. Kane se tensó al instante, reconociendo el nombre que resonaba en su mente. Jayce, el Beta de Julius Black. El hombre responsable de tantas muertes, de tanto dolor, y el mismo que había asesinado a su abuela, Candise. El odio burbujeó en su interior, tan fuerte y feroz como la nueva energía de loba que corría por sus venas. El Beta dio un paso hacia ellos, su mirada fija en Kane. No parecía intimidado por los dos lobos que tenía delante, a pesar de la evidente amenaza que representaban. —Así que es cierto —dijo Jayce con una voz suave, casi seductora—. La pequeña humana finalmente ha despertado. Su tono no contenía miedo, sino una especie de curiosidad retorcida. Como si estuviera disfrutando del espectáculo que tenía delante. Kadisha se estremeció por dentro, pero no dejó que su miedo la dominara. Sabía que era mucho más poderosa ahora, y que Kane no permitiría que nadie la lastimara. —¿Qué haces aquí, Jayce? —La voz de Murdock resonó en la mente de ambos lobos. Jayce sonrió, pero no fue una sonrisa amable. Era fría, carente de cualquier rastro de humanidad. —Vine a ver por mí mismo lo que Julius ya sospechaba —respondió, su mirada pasando de Klause a Kane—. La nueva loba. ¿O debería decir, la última esperanza de los Renis? El odio que Kadisha sentía por ese hombre crecía con cada palabra que pronunciaba. Sabía que había llegado el momento de enfrentarse a él, pero la furia de Kane luchaba por salir. Sin embargo, no podía permitirse perder el control. Murdock la había entrenado en el control, y ahora, ese conocimiento sería su mejor arma. —No tienes nada que hacer aquí —gruñó Murdock, tomando el control de Klause. Su voz, aunque mental, resonaba con la amenaza de un líder alfa. Jayce levantó las manos en un gesto burlón de rendición. —Tranquilo, Renis. No he venido a pelear. Aún no —dijo con una sonrisa torcida—. Solo quería ver si la pequeña humana estaba lista para el juego que se avecina. Julius tiene planes, y ambos lo sabemos. Pero no será hoy cuando nos enfrentemos. Solo asegúrate de estar preparados cuando llegue el momento. Porque cuando lo haga… no habrá piedad. Ni para ti, ni para ella. Kane rugió en su interior, queriendo lanzarse contra Jayce y acabar con él de una vez por todas. Pero sabía que no era el momento. El Beta estaba jugando, provocándolos para que hicieran el primer movimiento, para que cayeran en su trampa. Con una última sonrisa burlona, Jayce dio media vuelta y desapareció entre las sombras del bosque, dejándolos con una amenaza silenciosa y el sabor amargo de la incertidumbre. Kadisha, aún en su forma de loba, sentía la furia burbujeando en su interior. Había visto al asesino de su abuela y no había podido hacer nada. Su cuerpo temblaba de rabia contenida, pero Klause, siempre más controlado, se acercó a ella, frotando su hocico contra el de Kane. —No es el momento —pensó Murdock—. Pero su momento llegará, y entonces, Jayce pagará por todo. Kane gruñó, aceptando las palabras de Murdock, aunque con dificultad. Sabía que la venganza no podía apresurarse, y que había mucho en juego. Jayce no había venido solo para provocarlos; estaba midiendo sus fuerzas, asegurándose de que Julius tuviera toda la información que necesitaba antes de atacar. Mientras las primeras luces del amanecer comenzaban a asomarse en el horizonte, Kadisha, transformada de vuelta a su forma humana, se quedó de pie junto a Murdock en su forma de hombre, ambos observando las sombras del bosque. El futuro seguía siendo incierto, y las amenazas no dejaban de crecer. Pero una cosa era segura: su despertar había atraído a los enemigos más poderosos. Y ahora, más que nunca, necesitaba aprender a controlar no solo a Kane, sino también su propio destino. Porque en la oscuridad, los secretos estaban comenzando a revelarse.El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo.—Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensaci
La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando
El sol se alzaba lentamente sobre las colinas cuando Kadisha y Murdock regresaron a la cabaña. Había una nueva tensión en el aire, como si ambos estuvieran preparándose para algo que aún no podían ver del todo, pero que sabían que estaba ahí. Julius se estaba moviendo, y lo hacía rápido. Kadisha lo había visto, aunque aún no entendía por completo las implicaciones de esa visión.Al entrar en la cabaña, el ambiente cálido y familiar parecía un contraste demasiado fuerte con lo que ocurría fuera. El lugar que siempre había sido un refugio para Kadisha ahora sentía la amenaza que colgaba sobre ellos.Murdock cerró la puerta con un leve suspiro y se acercó a ella, su mano buscando la suya con una facilidad que ya se sentía natural. Su tacto era fuerte, protector, y Kadisha encontró consuelo en él, aunque solo fuera por un instante.—Tenemos que hablar con Alanis. —La voz de Murdock rompió el silencio, firme pero controlada.Kadisha asintió. Habían evi
El viento golpeaba con fuerza contra las ventanas de la mansión Renis. Afuera, las nubes oscuras comenzaban a amontonarse, presagiando una tormenta inminente. Kadisha observaba el cielo desde una de las enormes ventanas del salón principal, su mente aún procesando lo que Alanis les había revelado. Julius estaba jugando con fuerzas más allá de lo que cualquier hombre lobo podría controlar, y si no lo detenían, todo lo que conocían estaba en peligro.—El tiempo se está agotando, —murmuró Murdock, que estaba de pie junto a ella, observando el mismo horizonte oscuro.Kadisha asintió en silencio. Sabía que Murdock estaba pensando lo mismo que ella: tenían que moverse rápido. Las visiones no bastaban; necesitaban un plan concreto y debían prepararse para enfrentarse a Julius con todo lo que tenían.—¿Crees que Alanis podrá encontrar más sobre esa magia oscura? —preguntó ella, girándose para mirarlo.Murdock frunció el ceño, sus ojos azules fijos en algú
La mañana del viaje a la manada True Blood llegó más rápido de lo que Kadisha hubiera querido. El viento aún llevaba consigo la frescura de la noche cuando ella y Murdock montaron en el coche que los llevaría hacia el territorio de la poderosa manada. Los árboles centenarios del bosque les flanqueaban a cada lado, y el rugido del motor parecía romper el silencio natural que siempre acompañaba a los dominios de los lobos.Murdock conducía con una mano firme en el volante, su rostro reflejando una concentración que iba más allá de la carretera que tenían delante. Sus ojos azules, brillantes y letales, ocasionalmente se desviaban hacia Kadisha, y aunque no decía nada, ella podía sentir el vínculo que estaba creciendo entre ambos.—True Blood es una manada orgullosa, —comentó él finalmente, rompiendo el silencio tenso—. Debes tener cuidado con lo que dices frente a su alfa, Terryn. Si percibe alguna falta de respeto, podría ser el fin de cualquier oportunidad de alianz
La atmósfera dentro de la cabaña en los confines del territorio True Blood era densa y cargada de tensión. El crepitar del fuego en la chimenea llenaba el silencio, pero nada podía enmascarar la energía vibrante que se arremolinaba entre Kadisha y Murdock. Después del largo día en el que habían discutido con Terryn y tratado de convencerlo de unirse a su causa, ambos sentían el peso de las tensiones acumuladas. Pero más que la política o la inminente guerra, lo que más pesaba en el aire era la atracción imparable que los consumía desde el primer día.Kadisha se movía inquieta por la habitación, consciente del cuerpo de Murdock a unos pasos de distancia. Él estaba de pie junto a la ventana, mirando la oscuridad que se extendía fuera de la cabaña, pero sus pensamientos estaban lejos del paisaje. Lo sabía, porque ella sentía la misma necesidad palpitando bajo su piel, como si algo incontrolable quisiera liberarse.El calor del fuego se mezclaba con la energía que eman