La atmósfera dentro de la cabaña en los confines del territorio True Blood era densa y cargada de tensión. El crepitar del fuego en la chimenea llenaba el silencio, pero nada podía enmascarar la energía vibrante que se arremolinaba entre Kadisha y Murdock. Después del largo día en el que habían discutido con Terryn y tratado de convencerlo de unirse a su causa, ambos sentían el peso de las tensiones acumuladas. Pero más que la política o la inminente guerra, lo que más pesaba en el aire era la atracción imparable que los consumía desde el primer día.
Kadisha se movía inquieta por la habitación, consciente del cuerpo de Murdock a unos pasos de distancia. Él estaba de pie junto a la ventana, mirando la oscuridad que se extendía fuera de la cabaña, pero sus pensamientos estaban lejos del paisaje. Lo sabía, porque ella sentía la misma necesidad palpitando bajo su piel, como si algo incontrolable quisiera liberarse.El calor del fuego se mezclaba con la energía que emanLos cuerpos de Kadisha y Murdock yacían entrelazados sobre la cama, todavía envueltos en el calor del deseo satisfecho. La luz del fuego danzaba en las paredes de la cabaña, proyectando sombras que se movían en un vaivén hipnótico, al igual que sus respiraciones, que comenzaban a acompasarse tras la tormenta de pasión que los había consumido.Murdock, recostado sobre su costado, observaba a Kadisha con una intensidad que la hacía sentir desnuda en más de un sentido. Sus ojos azules, oscuros como el océano en una tormenta, recorrían su cuerpo con una devoción que iba más allá del simple deseo. Kadisha sentía su piel arder bajo esa mirada. A pesar de que ya había sentido su piel contra la de él, había algo en esos instantes posteriores que le parecía aún más íntimo, como si sus almas estuvieran tan entrelazadas como sus cuerpos lo habían estado.Murdock trazó con su mano el contorno del hombro de Kadisha, su toque era suave, pero cargado de una fuerza invisible. No p
Kadisha despertó con la luz del sol filtrándose a través de las ventanas de la cabaña. Se sentía renovada, como si la pasión de la noche anterior hubiera dejado en su cuerpo un rastro de energía vibrante. Sin embargo, a medida que sus pensamientos empezaron a aflorar, la realidad de su situación la golpeó como un frío viento invernal.Murdock aún dormía a su lado, su cuerpo musculoso y relajado, con el cabello rubio desparramado sobre la almohada. La imagen era tan perfecta que hizo que su corazón latiera más rápido, pero no podía evitar sentir una punzada de preocupación. La manada de Julius Black seguía representando una amenaza inminente, y aunque la noche anterior había sido mágica, no podían permitirse perder el enfoque.Kadisha se levantó con cuidado para no despertar a Murdock. Se movió hacia la ventana y observó el paisaje que se extendía ante ella: un bosque frondoso, bañado por la luz dorada del sol de la mañana. Sin embargo, las sombras del pasado y las
La noche se acercaba y el aire se llenaba de la fragancia de la tierra húmeda y las hojas frescas. Kadisha se encontraba en el claro, rodeada por el murmullo de su manada, mientras la luna creciente ascendía lentamente en el horizonte, iluminando el bosque con su luz plateada. La reunión que habían tenido durante el día había sido un éxito, y aunque el miedo por lo que estaba por venir todavía palpitaba en su interior, sentía un extraño optimismo.Murdock se acercó a ella, su figura imponente destacando a la luz de la luna. Kadisha notó la forma en que su presencia calmaba sus nervios, como si su energía fluyera a través de ella. Habían tomado decisiones importantes, y ahora la manada estaba más unida que nunca, listos para enfrentar la inminente amenaza de Julius.—¿Estás bien? —preguntó Murdock, su voz profunda y suave como el terciopelo.—Sí, solo... reflexionando. —Kadisha miró hacia la luna, recordando las visiones que había tenido. Las imágenes eran
La luna llena se alzaba majestuosamente en el cielo, su luz envolviendo el bosque en un resplandor plateado que parecía cobrar vida. Kadisha, aún sintiendo la calidez de la mano de Murdock en la suya, se permitió un momento para disfrutar de la paz que les rodeaba. Sin embargo, en su interior, un eco persistente la instaba a confrontar sus miedos y a desenterrar los secretos que habían estado enterrados por demasiado tiempo.Mientras el murmullo de la celebración continuaba en el claro, Kadisha sabía que el tiempo se había detenido para ellos, pero que su realidad seguiría acechando en la sombra. Giró la cabeza hacia Murdock, quien la observaba con curiosidad, como si pudiera leer sus pensamientos.—Hay algo que necesito contarte, —dijo Kadisha, su voz apenas un susurro.Murdock entrecerró los ojos, percibiendo la seriedad en su tono. —¿Qué ocurre?Ella respiró hondo, sintiendo que cada palabra era un paso hacia la verdad. —Desde que he comenzado
La brisa de la mañana se filtraba a través de los árboles, trayendo consigo un aroma fresco que parecía limpiar la pesadez de la noche anterior. Kadisha se despertó antes que el sol, aún sumida en sus pensamientos. En su mente, las visiones de su pasado danzaban como sombras, pulsando con la urgencia de ser desveladas. Se levantó de la cama, sintiendo la suave tela de su vestido acariciar su piel, y decidió que era hora de enfrentar lo que había estado evitando.Salió de la cabaña donde dormía y se adentró en el bosque, buscando un lugar donde pudiera concentrarse y dejar que su mente fluyera sin distracciones. Se sentó en un claro, rodeada de altos árboles que se mecían suavemente con el viento, y cerró los ojos.—¿Qué quieres que sepa? —murmuró, su voz resonando en el silencio.La respuesta llegó en forma de imágenes: un avión surcando el cielo, el sonido de motores rugiendo y el grito de su madre. La escena se volvió borrosa y, de repente, un nuevo recu
Kadisha y Alanis avanzaban a través del espeso bosque, la luz del sol filtrándose entre las hojas y creando un mosaico de sombras y destellos. Cada paso que daban parecía resonar en el silencio que los rodeaba, y aunque la belleza natural era impresionante, la tensión en el aire era palpable. Kadisha se sentía en la encrucijada de su vida: el pasado la llamaba con fuerza, mientras que el futuro la desafiaba a enfrentarse a sus miedos.—¿Sabes? —comenzó Alanis, rompiendo el silencio. —A veces creo que las sombras tienen una vida propia, una historia que contar.Kadisha lo miró de reojo. —¿A qué te refieres?—Cada árbol, cada susurro del viento; todo ha sido testigo de algo. Y las sombras que nos siguen no siempre son lo que parecen.Sus palabras resonaron en su mente. Kadisha había estado sintiendo las sombras de su pasado acercándose, y la verdad era que cada visión la acercaba un paso más a un destino desconocido.—Tienes razón. —respond
Kadisha y Alanis emergieron del bosque, el aire se sentía cargado de tensión y presagio. El cielo, antes despejado, ahora estaba cubierto por nubes oscuras que amenazaban con desatar una tormenta. Cada paso que daban hacia el campamento parecía resonar con la urgencia de su misión. El artefacto mencionado en el diario era un hilo frágil que podía unir o deshacerlo todo.—¿Dónde crees que podría estar oculto? —preguntó Alanis mientras caminaban, su mente trabajando a mil por hora.Kadisha frunció el ceño, tratando de recordar cualquier fragmento de información que pudiera haber escuchado en las historias de su abuela. —El diario mencionaba un lugar sagrado, un antiguo altar donde se realizaban rituales de poder. Podría ser allí.—¿Sagrado? —Alanis se detuvo, sus ojos fijos en los de ella—. Eso suena peligroso. Si Julius ha estado buscando este artefacto, no dudo que haya puesto trampas o incluso guardianes para protegerlo.Kadisha sintió un escalof
Kadisha sintió que el aire se volvía denso, y el silencio que siguió a la aparición de Julius parecía casi ensordecedor. Sus ojos se encontraron, y la chispa de desafío iluminó la expresión del Alpha rival, un destello de diversión en sus ojos oscuros.—Así que han venido a jugar a los héroes, —dijo Julius, su voz como un susurro cortante que atravesaba la tensión del momento.Kadisha sintió que el miedo y la ira se entrelazaban dentro de ella. Era el hombre que había causado tanto dolor y sufrimiento, y no se detendría ante nada para lograr sus objetivos.Sin embargo, justo cuando las palabras de Julius estaban a punto de encontrar un eco de respuesta, una nueva figura emergió de entre las sombras. Era un hombre de estatura media, con cabello castaño y un brillo travieso en sus ojos. Su sonrisa era despreocupada, pero había algo oscuro detrás de ella, como un rayo de luz que no podía ocultar la tormenta que se cernía.—¿Juli, amigo mío? —preguntó