La mañana después de la celebración, el sol brillaba intensamente, bañando el campamento de la manada en una luz dorada. Kadisha se despertó con una sensación de esperanza y energía renovada. El acuerdo con la otra manada había sido un gran paso adelante, y su espíritu se sentía elevado. Sin embargo, una sombra se cernía sobre su mente. La amenaza de Elias aún estaba presente, y la sensación de que no podían bajar la guardia persistía en su corazón. Se levantó de su improvisado lecho y salió de la tienda. El aire fresco de la mañana la envolvió, y el canto de los pájaros resonaba en el bosque. Kadisha se dirigió hacia el arroyo cercano, donde el agua fluía con suavidad. Al llegar, se agachó y sumergió sus manos en el agua fría, sintiendo cómo la frescura la revitalizaba. Mientras bebía un poco de agua, escuchó pasos detrás de ella. Al voltear, vio a Murdock acercándose, con una expresión tranquila en su rostro. —Buenos días, Kadisha —saludó, su voz suave y cálida. —Buenos días, Mu
El sol de la mañana se colaba entre las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz y sombra sobre el campamento. El aire estaba impregnado de un olor a tierra fresca y rocío, pero también había algo más en el ambiente, una sensación de expectación que flotaba sobre la manada como una brisa suave. Kadisha se despertó temprano esa mañana, sintiendo una ligera presión en su vientre. Había pasado los últimos días con una sensación de cansancio, pero asumió que se debía al esfuerzo de las últimas semanas: la alianza con otras manadas, la planificación constante, la preparación para la posible amenaza que representaba Elias, y la desaparición de Alain, el Beta de Julius, que había añadido una sombra de incertidumbre sobre todos ellos. Se levantó con cuidado, tratando de no despertar a Murdock, quien dormía a su lado. Sus dedos rozaron su vientre, y una sensación extraña recorrió su cuerpo. Desde hacía varios días, su cuerpo había cambiado. No era solo el cansancio, sino una sensación
El frío de la piedra era implacable. Alanis yacía en el suelo húmedo, su cuerpo temblando por la falta de fuerzas y el dolor que había sufrido durante días interminables. Apenas podía sentir sus extremidades, cada centímetro de su piel era un campo de batalla donde la tortura había dejado huellas imborrables. Los golpes, los cortes, el hambre, la sed... todo se mezclaba en un torbellino de sufrimiento que lo arrastraba sin piedad.Estaba encerrado en una celda oscura, fría y silenciosa, salvo por el sonido de su propia respiración entrecortada y el eco lejano del agua goteando desde alguna grieta en la piedra. En algún lugar cercano, el Beta de Julius, su captor y torturador, esperaba el momento adecuado para volver a infligirle más dolor, más sufrimiento. Era un hombre implacable, movido por el odio y el deseo de venganza. Todo lo que había hecho desde que lo atrapó había sido para desquebrajarlo, para arrancar de él cualquier chispa de esperanza.Alanis no sabía cuánto tiempo llevab
[Querid@s lector@s, les agradezco enormemente que me hayan acompañado en el primer libro de los Renis, aquí les dejo una avanzadilla del primer capítulo de Renis II Alanis, para mí el hermano más sensual y atractivo de los dos aunque Murdock también ha sido un hombre retador así como un gran Alpha y, por supuesto, seguro que estará muy presente en las aventuras de su hermano que no serán pocas.Espero que les agrade el avance así como la historia ya leída. Si les motiva continuarla pueden ir al libro independiente de este "El Aplha torutrado: Renis II- Alanis" y, por supuesto ME HARÁ ENORMEMENTE FELIZ LEERLOS!!!!! Les mando mucho amor y buenos deseos para estos días, espero que estas páginas sean un remanso de alegría y relaz merecido.]Alanis Renis, hermano del Alpha Murdock, siempre había sido un hombre imponente. Metro noventa y cinco de pura fuerza, con músculos tallados como si fueran obra de un escultor antiguo, su piel bronceada, y el cabello oscuro que le caía largo y suelto s
El viento de la tarde susurraba entre los árboles, como si quisiera traer de vuelta los ecos de tiempos pasados, de aquellos días donde todo parecía tener un sentido, un orden. Kadisha Krose caminaba por el sendero cubierto de hojas secas, sus largos rizos oscuros danzando al compás de la brisa otoñal. Sus ojos verdes, como esmeraldas profundas, parecían captar cada detalle del entorno, aunque su mente estaba en otro lugar, perdida en recuerdos que se negaban a desaparecer.Habían pasado años desde que el accidente de avión arrebató a sus padres, y aunque su abuela Candise había hecho lo posible por llenar el vacío, la ausencia de ellos seguía pesando en su corazón. No recordaba con claridad las circunstancias del accidente, solo la fría llamada telefónica y la devastadora noticia que cambiaría su vida para siempre. Desde entonces, el mundo se volvió un lugar más oscuro, lleno de sombras que a veces parecían susurrarle al oído.Kadisha no sabía qué había sido más difícil: perder a sus
La noche había caído sobre el pequeño pueblo, cubriéndolo con un manto de estrellas titilantes y el suave murmullo de la brisa nocturna. Kadisha estaba en su habitación, observando el reflejo de la luna en la ventana. Aún podía sentir la energía del encuentro con Murdock Renis recorriéndole la piel, como un recuerdo latente que se negaba a desaparecer.¿Qué había sido eso? Se preguntaba mientras jugaba con uno de sus rizos entre los dedos. Algo en él la había desestabilizado. No solo su imponente presencia física, sino la intensidad con la que la había mirado. Como si la conociera de antes, como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos. Y, sin embargo, nunca lo había visto antes en el pueblo.Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos. "No puedo dejar que me afecte", se dijo a sí misma, pero la verdad era que sentía una atracción que no había experimentado nunca. No solo era físico; era algo más profundo, como si estuviera escrita en su destino, aunque no comprend
Kadisha despertó temprano, con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas. Aunque había logrado conciliar el sueño después del encuentro con Murdock la noche anterior, su mente seguía atrapada en una maraña de pensamientos. El roce de su mano, la intensidad de su mirada, sus advertencias enigmáticas... Todo eso seguía flotando en su cabeza como una canción que no podía dejar de escuchar.Se levantó y caminó descalza hacia la ventana, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies. El bosque estaba quieto, en silencio, pero había algo en el aire que la ponía nerviosa. Esa sensación de que algo grande estaba por venir, algo que cambiaría todo.Sin decir una palabra, bajó a la cocina, donde Candise ya estaba preparando el desayuno. El olor del café llenaba la habitación, y el sonido de los huevos friéndose en la sartén le resultaba reconfortante, familiar. Pero esa sensación de inquietud, de incertidumbre, seguía persistiendo, como una sombra en el rincón de su mente.—Has tenid
Kadisha quedó paralizada en el lugar. Las palabras de Murdock resonaban en su mente, reverberando en cada rincón de su ser. -Un lobo-. La incredulidad luchaba contra la verdad que, de algún modo, siempre había sabido, pero nunca quiso aceptar.—¿Qué significa eso? —preguntó, su voz temblorosa pero decidida.Murdock no respondió de inmediato. En su mirada se mezclaban el deseo de protegerla y la inevitabilidad de la revelación. Dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia entre sus cuerpos hasta que Kadisha pudo sentir el calor que emanaba de él, una energía primitiva que parecía envolverse en su piel, aferrándose a su alma.—Significa que no soy lo que piensas —dijo finalmente, su voz baja, como si temiera que el bosque escuchara.El viento movía las hojas de los árboles, creando un murmullo constante que parecía responder a las palabras de Murdock. La mirada de Kadisha seguía clavada en él, buscando respuestas, buscando algo en su rostro que desmintiera lo que acababa de decir