El sol se alzaba lentamente sobre las copas de los árboles, bañando el bosque en una luz dorada, pero para Kadisha, el día no traía la calidez habitual. La presencia de Jayce seguía atormentándola, como una sombra que no podía apartar. Se había retirado, sí, pero el peligro no había desaparecido. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que Julius y su manada oscura volvieran a atacar.
Kadisha permanecía en silencio junto a Murdock, sus pensamientos vagando mientras el sonido de la naturaleza envolvía el ambiente. Aún podía sentir a Kane latiendo dentro de ella, una energía constante, como si su loba estuviera en alerta, lista para cualquier señal de peligro. Había algo en Jayce, algo más allá de la maldad obvia. Una conexión oscura con su pasado, uno que aún no entendía por completo. —Tenemos que hablar —dijo Murdock, rompiendo el silencio. Su voz, grave y profunda, siempre tenía un efecto calmante en ella, aunque en ese momento no podía sacudirse la sensación de que algo importante se avecinaba. Kadisha lo miró. Sus ojos azules, intensos como un océano en medio de una tormenta, la observaban con una mezcla de preocupación y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de decirle sería difícil, pero también era necesario. —Sobre Jayce, Julius… y tu pasado —añadió él. Ella asintió, sabiendo que había llegado el momento de enfrentarse a las verdades que había ignorado durante tanto tiempo. —Mis padres —dijo Kadisha, con la voz baja pero firme—. Candise siempre me dijo que murieron en un accidente, pero ahora sé que fue un asesinato. Murdock se acercó, su mano cálida y fuerte tomando la de Kadisha. Él también había tenido que enfrentarse a la verdad de sus propias pérdidas, pero esta vez era diferente. Kadisha se encontraba en el centro de un conflicto que iba más allá de la simple rivalidad entre manadas. —Julius Black —susurró Murdock, como si el nombre tuviera un peso insuperable—. Él estuvo detrás de la muerte de tus padres, y Jayce fue quien lo llevó a cabo. Kadisha sintió que el aire le abandonaba los pulmones. Aunque ya sospechaba la verdad, escuchar esas palabras en la voz de Murdock lo hacía más real. La rabia comenzó a burbujear en su interior, pero no era solo furia. Era tristeza, una profunda pena por todo lo que había perdido sin siquiera darse cuenta. —¿Por qué? —preguntó, la voz rota—. ¿Por qué matarlos? No eran parte de este mundo, no eran lobos. Murdock suspiró, apartando la vista por un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas para explicarlo. —Julius ha estado construyendo su imperio de miedo y terror durante años. Necesitaba eliminar cualquier posible amenaza a su poder, y eso incluía a cualquiera que estuviera demasiado cerca de los secretos de su manada. Tus padres, sin saberlo, tropezaron con algo que no debían. Y por eso, los mataron. Kadisha apretó los puños, sintiendo las uñas hundirse en la palma de su mano. Su cuerpo temblaba, pero no era por miedo. Era por la injusticia, por la pérdida de su familia. Por años, había vivido con la mentira del accidente, creyendo que la tragedia que la había dejado huérfana había sido un cruel giro del destino. Ahora sabía que era mucho más que eso. —Voy a matarlo —susurró Kadisha, más para sí misma que para Murdock—. A Julius. Voy a acabar con él. Murdock asintió en silencio, entendiendo perfectamente la necesidad de venganza que la consumía. Pero también sabía que la venganza sola no sería suficiente. Julius no era un enemigo que se pudiera derrotar con impulsos. Requeriría estrategia, fuerza, y sobre todo, control. —Tienes el poder, Kadisha —dijo Murdock—, pero también tienes algo que Julius no tiene: una manada que te respalda. No puedes enfrentarte a él sola. Ella lo miró, y por primera vez desde que había descubierto su linaje de loba, se sintió parte de algo más grande. Murdock no era solo un amante; era su igual, su compañero en esta batalla. Y, lo más importante, estaba rodeada por personas que la apoyarían cuando llegara el momento de enfrentarse al monstruo que había destruido su vida. Sin embargo, había algo más que la inquietaba. Algo que había estado rondando su mente desde que Jayce había aparecido. —Jayce mencionó algo sobre "el juego que se avecina" —dijo Kadisha—. ¿A qué se refería? Murdock frunció el ceño, claramente perturbado por la misma idea. —Julius está tramando algo. No se trata solo de controlar más territorio o de sus planes para el tráfico de lobas. Quiere algo más… algo que va más allá del poder físico. Por eso ha estado manipulando no solo a su manada, sino también a otros clanes de lobos. Kadisha recordó las habilidades paranormales de su abuela, Candise, y cómo siempre le había hablado de un mundo oculto, uno que coexistía con el de los hombres lobo, pero que pocas veces se cruzaba con ellos. —¿Crees que tiene algo que ver con lo sobrenatural? —preguntó Kadisha, entrelazando las piezas en su mente. Murdock asintió lentamente. —Lo he sospechado por un tiempo. Hay leyendas antiguas que hablan de un poder oculto, un poder que solo puede despertar con el sacrificio correcto. No sé todos los detalles, pero si Julius está intentando controlar ese poder, estamos ante un enemigo mucho más peligroso de lo que pensábamos. El silencio que siguió a esas palabras pesaba en el aire, denso y cargado de incertidumbre. Kadisha sabía que, con cada día que pasaba, se acercaban más al conflicto final. Pero ahora había algo más en juego, algo que iba más allá de la simple lucha por el control de las manadas. —Necesitamos información —dijo Kadisha finalmente—. Si Julius está buscando algo más grande que el dominio de los lobos, entonces debemos descubrir qué es antes de que lo consiga. Murdock asintió, ya pensando en sus próximos movimientos. Alanis, su hermano menor, era un maestro en obtener información. Si alguien podía desenterrar los secretos de Julius, era él. —Hablaré con Alanis —dijo Murdock—. Si hay algo que podamos usar contra Julius, lo encontraremos. Kadisha miró a Murdock, sintiendo una mezcla de gratitud y afecto por él. Aunque todavía estaban aprendiendo a confiar plenamente el uno en el otro, ya sentía que su conexión se fortalecía con cada obstáculo que enfrentaban juntos. Sabía que su relación aún era complicada, llena de desafíos, pero ahora más que nunca, necesitaban trabajar como un equipo. —Gracias —dijo Kadisha suavemente—. Por todo. Murdock se acercó y la tomó de la mano, su toque cálido y protector. Sin decir una palabra, la atrajo hacia él, y durante unos momentos, todo lo que importaba era la sensación de estar juntos, de ser uno solo en medio de la tormenta que se avecinaba. —No estás sola en esto, Kadisha —dijo finalmente, su voz profunda resonando en su pecho—. No lo olvides. Y mientras la noche comenzaba a caer, con las sombras alargándose en el horizonte, Kadisha supo que la batalla apenas comenzaba. Pero ahora estaba lista. [Queridos lector@s, ¿qué les está pareciendo? me encantaría poder leer sus opiniones en el perfil. Les recuerdo que seguiremos con las actualizaciones diarias salvo incidencias. Muchas gracias por sus palabras].La noche había caído en el territorio de la manada, envolviendo el bosque en una oscuridad profunda. Las estrellas brillaban en el cielo despejado, pero Kadisha apenas se percataba de su belleza. Su mente estaba intranquila, y una sensación de inquietud creciente la había mantenido alerta durante horas.Murdock se había ido para hablar con su hermano Alanis, buscando respuestas, mientras Kadisha se encontraba sola en la casa que compartían. A pesar de su recién descubierta forma de loba y de la creciente cercanía con Murdock, la incertidumbre del futuro la carcomía.Se encontraba en la sala de estar, las luces tenues lanzaban sombras suaves en las paredes de piedra. Se abrazaba a sí misma, buscando consuelo, cuando algo cambió en el ambiente. El aire se volvió más pesado, denso, y un frío repentino le recorrió la espalda. Era una sensación familiar, algo que no había sentido desde la muerte de su abuela Candise.Kadisha se levantó de golpe, su corazón palp
Kadisha regresó al refugio con el corazón acelerado y las palabras de su abuela resonando en su mente. Las visiones la habían dejado agotada, pero lo que más la inquietaba era lo que significaban. Julius Black buscaba un poder antiguo, uno que, si caía en sus manos, no solo destruiría la paz entre las manadas, sino que podría acabar con todo.Entró en la casa, el eco de sus pasos resonando en el silencio. Las sombras de la noche parecían más largas, más profundas, como si el ambiente mismo estuviera cargado con la gravedad de lo que había descubierto. Kadisha se detuvo frente a la chimenea apagada, su reflejo en la ventana mostrándole una mujer que ya no era la misma. Su don, su conexión con el mundo espiritual, había comenzado a despertar, y eso la asustaba tanto como la emocionaba.—¿Qué hago ahora? —se preguntó en voz baja.Sabía que no podía enfrentar sola lo que se avecinaba. Murdock necesitaba saber lo que Julius planeaba, pero ¿cómo podría explicarl
Kadisha se despertó al día siguiente con la mente aún nublada por las revelaciones de la noche anterior. El peso de las visiones la seguía inquietando, pero la presencia de Murdock a su lado, durmiendo profundamente, le ofrecía un breve respiro. Observó su rostro sereno, una rareza en alguien como él, siempre en guardia, siempre al mando. Aunque el amanecer aún no rompía completamente el horizonte, Kadisha supo que no podría volver a dormir. Había mucho en juego y el tiempo jugaba en su contra.Se levantó con cuidado, tratando de no despertarlo. Se puso una bata ligera y salió al exterior, donde la brisa matutina le acarició el rostro. El aire fresco le aclaró un poco la mente, pero no lo suficiente como para calmar su corazón acelerado."Las visiones no son definitivas, pero pueden guiarte", recordó las palabras de su abuela Candise. Kadisha no sabía por dónde empezar, pero sí sabía que debía encontrar una manera de controlar ese poder. No podía quedarse esperando
El sol se alzaba lentamente sobre las colinas cuando Kadisha y Murdock regresaron a la cabaña. Había una nueva tensión en el aire, como si ambos estuvieran preparándose para algo que aún no podían ver del todo, pero que sabían que estaba ahí. Julius se estaba moviendo, y lo hacía rápido. Kadisha lo había visto, aunque aún no entendía por completo las implicaciones de esa visión.Al entrar en la cabaña, el ambiente cálido y familiar parecía un contraste demasiado fuerte con lo que ocurría fuera. El lugar que siempre había sido un refugio para Kadisha ahora sentía la amenaza que colgaba sobre ellos.Murdock cerró la puerta con un leve suspiro y se acercó a ella, su mano buscando la suya con una facilidad que ya se sentía natural. Su tacto era fuerte, protector, y Kadisha encontró consuelo en él, aunque solo fuera por un instante.—Tenemos que hablar con Alanis. —La voz de Murdock rompió el silencio, firme pero controlada.Kadisha asintió. Habían evi
El viento golpeaba con fuerza contra las ventanas de la mansión Renis. Afuera, las nubes oscuras comenzaban a amontonarse, presagiando una tormenta inminente. Kadisha observaba el cielo desde una de las enormes ventanas del salón principal, su mente aún procesando lo que Alanis les había revelado. Julius estaba jugando con fuerzas más allá de lo que cualquier hombre lobo podría controlar, y si no lo detenían, todo lo que conocían estaba en peligro.—El tiempo se está agotando, —murmuró Murdock, que estaba de pie junto a ella, observando el mismo horizonte oscuro.Kadisha asintió en silencio. Sabía que Murdock estaba pensando lo mismo que ella: tenían que moverse rápido. Las visiones no bastaban; necesitaban un plan concreto y debían prepararse para enfrentarse a Julius con todo lo que tenían.—¿Crees que Alanis podrá encontrar más sobre esa magia oscura? —preguntó ella, girándose para mirarlo.Murdock frunció el ceño, sus ojos azules fijos en algú
La mañana del viaje a la manada True Blood llegó más rápido de lo que Kadisha hubiera querido. El viento aún llevaba consigo la frescura de la noche cuando ella y Murdock montaron en el coche que los llevaría hacia el territorio de la poderosa manada. Los árboles centenarios del bosque les flanqueaban a cada lado, y el rugido del motor parecía romper el silencio natural que siempre acompañaba a los dominios de los lobos.Murdock conducía con una mano firme en el volante, su rostro reflejando una concentración que iba más allá de la carretera que tenían delante. Sus ojos azules, brillantes y letales, ocasionalmente se desviaban hacia Kadisha, y aunque no decía nada, ella podía sentir el vínculo que estaba creciendo entre ambos.—True Blood es una manada orgullosa, —comentó él finalmente, rompiendo el silencio tenso—. Debes tener cuidado con lo que dices frente a su alfa, Terryn. Si percibe alguna falta de respeto, podría ser el fin de cualquier oportunidad de alianz
La atmósfera dentro de la cabaña en los confines del territorio True Blood era densa y cargada de tensión. El crepitar del fuego en la chimenea llenaba el silencio, pero nada podía enmascarar la energía vibrante que se arremolinaba entre Kadisha y Murdock. Después del largo día en el que habían discutido con Terryn y tratado de convencerlo de unirse a su causa, ambos sentían el peso de las tensiones acumuladas. Pero más que la política o la inminente guerra, lo que más pesaba en el aire era la atracción imparable que los consumía desde el primer día.Kadisha se movía inquieta por la habitación, consciente del cuerpo de Murdock a unos pasos de distancia. Él estaba de pie junto a la ventana, mirando la oscuridad que se extendía fuera de la cabaña, pero sus pensamientos estaban lejos del paisaje. Lo sabía, porque ella sentía la misma necesidad palpitando bajo su piel, como si algo incontrolable quisiera liberarse.El calor del fuego se mezclaba con la energía que eman
Los cuerpos de Kadisha y Murdock yacían entrelazados sobre la cama, todavía envueltos en el calor del deseo satisfecho. La luz del fuego danzaba en las paredes de la cabaña, proyectando sombras que se movían en un vaivén hipnótico, al igual que sus respiraciones, que comenzaban a acompasarse tras la tormenta de pasión que los había consumido.Murdock, recostado sobre su costado, observaba a Kadisha con una intensidad que la hacía sentir desnuda en más de un sentido. Sus ojos azules, oscuros como el océano en una tormenta, recorrían su cuerpo con una devoción que iba más allá del simple deseo. Kadisha sentía su piel arder bajo esa mirada. A pesar de que ya había sentido su piel contra la de él, había algo en esos instantes posteriores que le parecía aún más íntimo, como si sus almas estuvieran tan entrelazadas como sus cuerpos lo habían estado.Murdock trazó con su mano el contorno del hombro de Kadisha, su toque era suave, pero cargado de una fuerza invisible. No p