CAPÍTULO 33.

Marina apenas tuvo tiempo de gritar . Un fuerte brazo la atrapó por la cintura, cubriéndole la boca con una tela húmeda que la dejó sin aliento. Rápidamente comenzó a percibir un ardor extraño que la hizo toser. Los segundos pasaron con lentitud mientras su cuerpo intentaba reaccionar, pero la tela empapada en un líquido desconocido la despojó de fuerzas con rapidez.

El mundo a su alrededor comenzó a girar, y en medio del pánico, vio a dos hombres acercándose, vestidos de oscuro, como sombras que surgían de entre la densa vegetación.

Con cada paso que daban, Marina luchaba con todas sus fuerzas. Intentó zafarse, pateó, pero nada parecía tener efecto. Los hombres la arrastraban sin piedad, su agilidad y fuerza eran imbatibles. El brazo que la rodeaba la apretaba con tal fuerza que sentía como si sus costillas estuvieran a punto de ceder bajo la presión. La tela seguía sobre su rostro, cubriéndole la boca y la nariz, pero ahora también le nublaba la mente, invadiéndola de un aroma acre
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