CAPÍTULO 32.

La mañana se presentaba cálida y despejada, el sol se alzaba en el cielo sin nubes. El aire fresco llenaba el espacio con una sensación de calma y quietud. Marina despertó temprano; aún no se recuperaba de la noticia que había recibido, más que una simple noticia , sentía que había recibido un golpe a su corazón. Se levantó de la cama, no tenía deseos de ver a nadie. Había estado tratando de disimular su malestar cada vez que hablaba con sus padres.

—Marina…¿Hay algo que quieras contarme? No me tienes que ocultar nada, sabes que puedes confiar en mí —Antonia entró a su habitación con una taza de té que ella le había pedido minutos antes.

—No, Antonia, no es nada. Estoy bien, de verdad. Solo un poco cansada, eso es todo —Marina intentó forzar una sonrisa, pero sus ojos se veían opacos y tristes—. Gracias por el té querida Antonia.

—No te lo creo, Marina. Sé que estás haciendo un esfuerzo por que nadie se dé cuenta, pero yo te conozco. No estás bien, lo siento. ¿Es algo con tus padres?
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