¡Querido lector! Gracias por llegar hasta aquí. Julieta es uno de mis personajes favoritos, adoro su evolución. ¡Adoro a mis personajes! Nostalgica porque ya les dije adiós, pero feliz de haber estado con ellos en ésta hermosa historia. Le puse todo mi corazón. Si no has leído la historia de Ryan, el hermano de Román, y su esposa Clara te recomiendo que la leas. Puedes encontrarla como "Los mellizos del presidente" y ocurre antes de ésta historia. ¡Gracias a ti, lectora, por haber acompañado a mis personajes queridos! Inmensamente feliz de que hayas sido parte de éste desenlace. Tengo varias historias así que puedes entrar en mi perfil y verlas, también pronto se publicara otra historia así que si te gusta el romance, el drama y un hermosa novela llena de intriga, está atenta a esa nueva historia. No tengo más nada que decir salvo Gracias. ¡Nos vemos! ❤️
—¡Es una niña! ¡Y ya deja de preguntar! Firmaste un contrato donde decidiste prestar tu vientre para que otra familia tuviera un hijo y lo que estás haciendo va en contra de lo que se acordó. ¡Y por lo tanto irás presa por eso! No puede permitirse decir otra cosa porque se ha quedado sin palabras. Y aunque sabe que pronto se la llevarán, y nunca más la volverá a ver, siente algo en su pecho que no puede explicar. Pero mientras la mujer se va alejando con el bebé en los brazos la persigue tomándose el vientre con dolor. Apenas minutos atrás ha dado a luz y sus piernas no han sido limpiadas y va dejando un chorro de sangre por el pasillo mientras no deja de perseguir a la mujer. —¡Me mintieron! —jadea ya sin aliento. Caminar es como si lo hiciera entre vidrios, incapaz de seguir pero conforme el llanto de esa pequeña bebé se oye por todo el pasillo continúa—, ¡Me prometieron que me dirían quienes serían los padres una vez la diera a luz! ¡Y ahora no sé a quién se la llevarán! —¿No
-----2 años después y en el presente----—¿Señorita? ¿Señorita? ¿Me oye? Tiene que parpadear para salir de la ensoñación y derrama el vaso de café en la bata blanca del doctor enfrente de ella.—¡Julieta! ¡Es la segunda vez! ¡Estás completamente ida! —grita el doctor quitandose la bata debido al ardor.—Lo lamento tanto —agarra un papel de la recepción y comienza a limpiar la camisa que ha manchado del doctor general de la clínica—. ¡No era mi intención…!—Para, basta —el doctor le quita la manta y con ojos enervados la observa con cólera—, no sé que te pasa últimamente Julieta pero debes tener la mente aquí. Atiendes a personas y no puedes darte un viaje astral mientras trabajas. Ten los pies en la tierra.—Tiene razón, la tiene. Disculpeme de nuevo—y agarra la carpeta mientras asiente una y otra vez—, le prometo que traeré los informes de la farmacia y se los daré.—Ve y tómate un descanso de diez minutos, por favor —el doctor agarra su bata ya estropeada avistándola con decepción—
Ahora en el presente, mientras se toma un café en una pequeña tienda, Julieta suelta un suspiro inmenso. Ha pasado ya nueve meses de todo lo ocurrido con Clara, Ryan y sus mellizos. Irá en cualquier momento junto a ellos para visitarlos.Cuando no pasan nada en ese televisor, deja la propina y considera beber una cerveza y dejar a un lado el café, pero hoy tiene turno completo en la clínica y no puede hacerlo. Al menos no en la cantidad que quiere.Y mientras camina por la calle, cierra los ojos.Una vez más el recuerdo de su pasado viene a atormentarla. —Dos años antes—Buscó. Buscó por todas partes para encontrar a Bianca y entregarle su dinero, pero nada había logrado. Absolutamente nada. Tenía setenta mil dólares en la cuenta y el alma partida. Lo único que había logrado hacer fue un pequeño funeral a Marianne y una misa en una de las pequeñas capillas de aquella ciudad.Sentía que le deparaba sólo dolor porque su vida cambió drásticamente aquel día donde sus padres murieron y s
—¡Rebecca! Sigue gritando Julieta para ser escuchada porque con cada paso no le funciona para estar lo bastante cerca de su tía. Y necesita por lo menos correr unos metros cuando escucha los truenos de una pronta lluvia. —¡Rebecca! —vuelve a gritar Julieta y casi su cuerpo se detiene en seco cuando de improviso un hombre del cuerpo de seguridad se atreve a obstaculizar su camino.—No puede entrar aquí. ¿Qué cree que está haciendo? Devuélvase.—No, no. Es que yo necesito hablar con la señora que usted ve allá —Julieta señala con su mano tras el mastodonte que se atrevió a detenerla—, tiene que dejarme pasar.—¿Quién es usted? Sino tiene invitación no puedo dejarla pasar ni mucho menos dejar que se acerque a la señora Peterson, así que andando. La acompañaré hasta la puerta.—¡No se atreva! ¡Permiso! ¡No me toque! Yo tengo que hablar con la señora Peterson le guste o no. ¡Con permiso! —y Julieta trata de traspasar el muro que el hombre ha creado pero es en vano. El guardia sostiene su
¿A dónde puede ir a estas horas de la noche y en medio de la lluvia? Todavía hay más de un centenar de personas yéndose lejos de la turba que hace el sonido de los disparos y de la gente huyendo con pavor lejos de ese sonido.En cambio Julieta parece acercarse mucho más porque los sonidos de los disparos la siguen por detrás y llanamente comprende la magnitud de aquel crujido inesperado de sus zapatos contra los charcos de lluvia. No tiene muchos lugares a dónde ir en la noche, con una tormenta que no deja alinear los pensamientos como se debe. Julieta sigue corriendo traspasando la gente y se detiene cuando ya no puede más, asustada y creyendo que una loca por creer que la estaban persiguiendo. ¿Es real o ha sido su imaginación? Pero otros sonidos de disparos acallan sus ideas y vuelve a alarmarse cuando siente la presión grave en su pecho que calma de una vez con respiraciones profundas. ¿¡Qué está pasando?!No hay mucha gente en medio de la lluvia, sólo algunas que corren para
¿Lo que había dicho lo consideraba la peor locura del universo? Eso creía. Hasta que repentinamente de los labios de éste hombre escucha la cosa más insólita del universo entero. Julieta necesita por lo menos estar tres segundos con los ojos abiertos fijos en Román para tratar de no echarse a correr lejos de éste hombre. Sin embargo, lo mismo debe estar pensando también él porque acaba de proponerle matrimonio de una manera bastante peculiar. ¿Habían decidido ser la locura del otro? —¿La madre de su hija? La madre de su hija —Julieta aprieta la manta en sus hombros con fuerza. No hay otro gesto que pueda hacer ahora. Román no desvía la mirada y es poco probable que lo haga por mucho que el momento lo amerite. —Su esposo me pareció escuchar —suena como si contraatacara o si le estuviese recordando que ella había empezado esto. —Bueno, eh —Julieta no puede quedarse otro segundo más allí así que rodea el cuerpo de Román buscando una salida para su asfixia y no lo consigue puesto
—Pero si acaba de dudar de mí, ¿¡Cómo quiere que me case con usted?! Julieta es llevada por anchos y largos pasillos hacia un lugar desconocido para ella, y el temor de ver a una pequeña niña por allí es algo que no puede evitar. —Yo no he dicho que no me casaré con usted —Román deja su muñeca justo cuando están delante de una puerta. No obstante, no toca la puerta sino que se gira hacia Julieta—, pero tengo que saber con quién me estoy casando.—¿Y por qué su curiosidad ahora? —Julieta se cruza de brazos y el diamante en el anillo de su dedo reluce al igual que la luna detrás de ambos. Cuando se da cuenta, se descruza de brazos y disimula.Hay muchos factores para que Román le diga la verdad pero no lo hará, al menos no ahora. —Su tía Rebecca es mi socia. La expresión de Julieta cambia. Ahora está seria y sin ganas de continuar la conversación porque el nombre de Rebecca es lo último que quiere pronunciar en estos momentos. Ni siquiera sabía que podía causarle tanta disconformida
En un abrir y cerrar de ojos, todo queda absolutamente en silencio. Nada se mueve. Y mientras sus lágrimas todavía se deslizan por sus mejillas, le cuesta decir algo ya que ha quedado petrificada en su sitio. Y por esa razón da un paso hacia atrás, completamente anonadada, ya sin saber qué decir. Julieta sale de su ensoñación parpadeando y tomando una bocanada de aire, realmente horrorizada por lo que acaba de decirle a ésta niña. —¿Señorita? Julieta recapacita en su sitio conforme toma una bocanada de aire. —Buenos días, señor McGrey. Eh, Por Dios, lo lamento tanto, yo —trata de buscar una salida ante éste vergonzoso escenario y se da la media vuelta—, lo lamento tanto, no fue mi intención. Yo quería avisar que tengo que irme porque tengo que trabajar así que buenos días, señor McGrey. Antes de dar un paso fuera del lugar la llegada de Román sosteniendo todavía a su hija en sus brazos sella el paso fuera de la cocina. Y Julieta puede ver con mayor claridad a la bella niña que