¿A dónde puede ir a estas horas de la noche y en medio de la lluvia?
Todavía hay más de un centenar de personas yéndose lejos de la turba que hace el sonido de los disparos y de la gente huyendo con pavor lejos de ese sonido.
En cambio Julieta parece acercarse mucho más porque los sonidos de los disparos la siguen por detrás y llanamente comprende la magnitud de aquel crujido inesperado de sus zapatos contra los charcos de lluvia.
No tiene muchos lugares a dónde ir en la noche, con una tormenta que no deja alinear los pensamientos como se debe. Julieta sigue corriendo traspasando la gente y se detiene cuando ya no puede más, asustada y creyendo que una loca por creer que la estaban persiguiendo.
¿Es real o ha sido su imaginación?
Pero otros sonidos de disparos acallan sus ideas y vuelve a alarmarse cuando siente la presión grave en su pecho que calma de una vez con respiraciones profundas.
¿¡Qué está pasando?!
No hay mucha gente en medio de la lluvia, sólo algunas que corren para no mojarse y mucho menos caer en algún charco, las luces de los carros atrapan las gotas de las lluvias y el frío que ya está sintiendo es peor de lo que cree. Sin embargo, Julieta mira hacia adelante y hacia atrás.
No debe estar loca, por supuesto que no lo está.
Sigue sin parar conforme la lluvia hace de la suyas y le dificulta observar con claridad por donde se dirige.
Grita cuando otro disparo suena a su lado y una vez se detiene porque no sabe a dónde ir.
Y quitándose el cabello adherido a su pelo Julieta toma la ruta de la carretera y no espera a oír los otros disparos porque de una vez siente que ya no tiene salida por mucho que corra.
No le hace daño los disparos ni mucho menos la ventisca horrorosa que congela cada poro de su cuerpo, sino el carro que se detiene abruptamente para chocarla.
Julieta cae al suelo en medio de la lluvia y casi aturdida pero agradece estar todavía consiente para poder levantarse.
¡Debe huir! Un golpe de carro no debe afectarla.
Jadea entumecida por el dolor en la costilla cuando trastabilla al ponerse de pie.
Julieta no quiere prestar atención a todos los demás porque cuando gira el cuello, se percata que están señalandola los mismos encapuchados que han venido desde varias cuadras atrás apuntan nuevamente hacia su dirección.
En un intento por huir Julieta se resbala, pero continúa alzandose para aprovechar las pocas fuerzas que le quedan y desaparecer toda ésta penuria.
Cuando cree que volverá a caer se prepara para el impacto y el bullicio atronador de los disparos volverán a atormentarla.
Pero su caída nunca llega y los disparos quedan en el olvido.
No se da cuenta que está siendo cargada directo hacia un coche hasta que la lluvia ya no nubla su visión.
Está demasiado petrificada como para decir algo ya que está sola sólo unos segundos. Y cuando la puerta del piloto se abre y la figura, ya completamente mojada por la lluvia aparece, Julieta no puede estar más que anonadada.
—¿Señor McGrey? —apenas puede murmurar.
Se trata ni nada más ni nada menos que de Román McGrey.
Pero él no responde, apenas la mira de reojo porque cuando los sonidos de los disparos atraviesan el cristal y Julieta se inclina con un grito para ocultarse, el carro acelera y poco a poco la tanda que la perseguía se desvanece conforme se alejan del lugar.
El frío de una vez emana debido al aire acondicionado y empapada por completo se siente casi como un cubo de hielo.
El hombre silencioso a su lado no hace sino mantener la vista enfrente y cuando observa que Julieta titila en frío, apaga el aire acondicionado y con una sola mano empieza a quitarse la chaqueta de su traje.
—Tomela —le dice a Julieta.
Ni siquiera lo piensa dos veces porque la agarra con timidez y se la coloca en los hombros. Incluso puede creer que los disparos tiene más credibilidad que estar en el mismo sitio que éste hombre: el hermano de Ryan. Y un antipático empresario que todo el día tiene un rostro de pocos amigos.
—Señor.
—Déjeme estacionar el coche —interrumpe el antipático empresario.
Julieta se calla de golpe.
Sus ojos pesan con cada parpadeo y todavía no se ha recuperado de la falta de aire de la millas que corrió en menos de treinta minutos.
Todo pasa bastante rápido como para entenderlo pero el coche estaciona y Julieta vuelve abrir los ojos, pero ésta vez para sentir los brazos de Román McGrey sobre su cuerpo una vez más, sacandola del auto y llevandola sin inmutarse hacia dentro de un complejo que tampoco dará nombre.
Se siente incapaz de mencionar algo y se arropa más hacia la chaqueta que le han ofrecido. El frío comienza a tener el control pero no caerá en él tan fácilmente.
—¡Señor McGrey! ¿Qué sucede? ¿Por qué…?
—Abre la puerta de mi apartamento —ordena Román de una vez interrumpiendo al guardia de seguridad que ha salido de su cabina.
—¡Claro señor! —balbucea el guardia antes de perseguirlo.
Los dientes de Julieta castañean con cada segundo que pasa, y sus labios comienza a palidecerse. Entre sus brazos Román puede sentir el temblor en todo el cuerpo de Julieta y apresura el paso.
—Señor, ¿Quiere algo más?
—Ya nada. Puedes retirarte —Román se adentra a una lujosa sala de estar comprendida por la vista de primera fila de la ciudad—, te avisaré cualquier cosa. Si alguien me busca no estoy disponible.
—Eh, sí, señor. Lo que ordene —el guardia parece esceptico pero está un poco preocupado por ver una mujer extraña en los brazos de su jefe. Cierra la puerta del apartamento.
De repente Julieta siente un tipo de calor que emana a su lado, y cuando abrie los ojos se encuentra cerca de la chimenea que acaba de ser encendida. Realiza, finalmente, que está en el mismo sitio que Román y no puede creerlo.
Se quita la chaqueta de inmediato y se alza del sofá.
—¿Qué está haciendo?
—¿Por qué me trajo aquí? —habla Julieta rápidamente y cuando quiere dar un paso hacia él vuelve a trastabillar. El dolor en la costilla manda un fuerte relámpago por cada nervio de su sistema.
Román vuelve a tomarla entre sus brazos colocando sus manos en su cintura, afianzando el agarre para no dejarla caer.
—Por eso —responde con seriedad.
Una vez más vuelve a colocarla en una de las sillas y aunque es alta, sigue siendo pequeña a comparación de Román.
—¿Qué fue lo qué pasó? ¿Por qué estaban persiguiéndola de esa manera?
Julieta vuelve a sentir otra vez algo cálido sobre sus hombros y no se trata ya de la chaqueta sino de una manta. La toma entre sus manos y jadeando con dificultad engulle la saliva más pesada que jamás había tragado.
—No lo sé —tartamudea. Se debe a la presión del pecho—, no lo sé, yo sólo me dirigia a mi casa y de repente me perseguían...
Román parece bastante receloso con ésta respuesta pero viendo el estado de Julieta es casi imposible sacarle información. Lo sensato es que alguien venga a revisarla así que saca su teléfono.
—Vendrá un doctor —cuelga el teléfono para darse la vuelta—, espere aquí hasta que la revise. Y mañana mismo irá a la policía a denunciar. ¿Me entendió? Esto no es normal.
Julieta se limpia un poco sus mejillas mojadas debido a las gotas de su cabello. Se vuelve a poner de pie y Román baja los hombros.
—Quédese en dónde está.
—Agradezco su colaboración pero ¿Por qué me ayudó...? Yo pude-
—Fue mi carro quién la atropelló, señorita —responde Román—, y es lo menos que puedo hacer porque acabo de ver cómo huía de una persecución.
Julieta recuerda todo lo que pasó ese día, el encuentro con su tía también es mucho peor que ser perseguida para ser baleada de la nada. Y la cena será exactamente en una semana…¿Quienes eran esos hombres? Necesita buscar respuestas.
¿Desprotegida y ahora mentirosa? ¿Con qué cara aparecerá ahora delante de su tía y de todos los demás familiares que de seguro mandará a llamar?
—La ama de llaves olverá en unos minutos así que ella podrá atenderla y le dará una habitación. El día de mañana tendrá que declarar. Por los momentos yo me retiro porque es muy tarde y debo echarle un vistazo a mi hija. Descanse.
Si no respingó antes por la sentencia de Rebecca, lo hace ahora. Y sus ojos vuelan con rapidez hacia el señor McGrey.
Cuando da un paso hacia adelante estira la mano.
—Oiga —trata de detenerlo.
Por lo tanto Román se detiene para girarse y sus ojos ámbar que son características de la familia McGrey se vuelven uno con el color del fuego a su lado. Es inevitable que no se sienta algo intimidada por el hombre que por ojos tiene piedras. Un magnate como él divisa por el hombro porque no es la primera vez que lo ve, pero si es la primera y única vez que comparten más de tres palabras seguidas.
Por supuesto que debe pensar bien las palabras que dirán en los pŕoximos segundos para no parecer una loca, pero es que ya no tiene salida. Al menos, una sóla frase en negativa la hará salir volando de ese edificio como si la persiguiera para morderla.
—¿Tiene una hija, no es así? —pregunta Julieta aún agarrandolo de la muñeca.
Román divisa primera su muñeca y luego sus ojos.
—La tengo.
—¿Está soltero? —Julieta baja la mirada hacia sus dedos. No hay anillo pero eso es prácticamente saber nada.
Por lo tanto recibe un arqueo de cejas por parte de Román.
—¿Disculpeme?
—Sólo dígame sí o no —Julieta pide, mirando el reloj encima de Román—, por favor, necesito saberlo.
—¿Cuál es la razón para saber si tengo esposa? —la voz grave de Román dispara un centenar de escalofríos en el cuerpo de Julieta y ni siquiera sabe por qué.
—No le puedo decir eso antes si no lo sé.
—Tampoco le diré un asunto tan personal como ese: no la conozco.
—Yo tampoco lo conozco y me trajo aquí a su casa: así que estamos a mano.
—No puedo creer que compare su estado delicado con mi estado sentimental. ¿Cómo quiere que piense?
—¡Respondame!
—¿¡Para qué quiere saberlo?!
—¡Sea mi esposo!
Esperaba una reacción de sorpresa y que de una vez la tachara como loca, pero Román McGrey alza su rostro mientras la ve detenidamente y esto es mucho peor de lo que imaginó.
Julieta suelta su muñeca y retrocede mientras Román todavía tiene su expresión seria.
La observa de arriba hacia abajo.
—¿Su esposo, señorita?
—Sólo por unos meses. Le explicaré después y-
—Un esposo de mentira —Román se cruza de brazos.
Julieta observa los músculos adherirse a la tela y mientras traga saliva desvía la mirada.
—Señor, yo-
—Es lo que estoy buscando. Está bien.
Julieta se atraganta con su propia saliva cuando lo escucha y ésta vez es ella quien ha reaccionado con sorpresa.
—¿Cómo que soy lo que está buscando...?
—Con una condición aceptó que sea mi esposa —Román McGrey se acerca hacia Julieta y la atrapa, encerrandola en el rincón que finalmente los ha encarcelado en un mundo que cambiará sus vidas para siempre.
—¿Qué quiere? —responde Julieta mientras la falta de aire ya no es por el frío, sino por el aliento caliente cerca de sus labios.
Román tiene que bajar la cabeza para poder encontrar ese verde peculiar en los ojos de Julieta que cree que ya ha visto y la cercanía que ambos están sosteniendo puede romperse con sólo un aleteo del viento.
¿Son capaces de romperlo?
Pero es la voz de Román lo que rompe todas sus esquemas.
—Sea la madre de mi hija durante seis meses.
¿Lo que había dicho lo consideraba la peor locura del universo? Eso creía. Hasta que repentinamente de los labios de éste hombre escucha la cosa más insólita del universo entero. Julieta necesita por lo menos estar tres segundos con los ojos abiertos fijos en Román para tratar de no echarse a correr lejos de éste hombre. Sin embargo, lo mismo debe estar pensando también él porque acaba de proponerle matrimonio de una manera bastante peculiar. ¿Habían decidido ser la locura del otro? —¿La madre de su hija? La madre de su hija —Julieta aprieta la manta en sus hombros con fuerza. No hay otro gesto que pueda hacer ahora. Román no desvía la mirada y es poco probable que lo haga por mucho que el momento lo amerite. —Su esposo me pareció escuchar —suena como si contraatacara o si le estuviese recordando que ella había empezado esto. —Bueno, eh —Julieta no puede quedarse otro segundo más allí así que rodea el cuerpo de Román buscando una salida para su asfixia y no lo consigue puesto
—Pero si acaba de dudar de mí, ¿¡Cómo quiere que me case con usted?! Julieta es llevada por anchos y largos pasillos hacia un lugar desconocido para ella, y el temor de ver a una pequeña niña por allí es algo que no puede evitar. —Yo no he dicho que no me casaré con usted —Román deja su muñeca justo cuando están delante de una puerta. No obstante, no toca la puerta sino que se gira hacia Julieta—, pero tengo que saber con quién me estoy casando.—¿Y por qué su curiosidad ahora? —Julieta se cruza de brazos y el diamante en el anillo de su dedo reluce al igual que la luna detrás de ambos. Cuando se da cuenta, se descruza de brazos y disimula.Hay muchos factores para que Román le diga la verdad pero no lo hará, al menos no ahora. —Su tía Rebecca es mi socia. La expresión de Julieta cambia. Ahora está seria y sin ganas de continuar la conversación porque el nombre de Rebecca es lo último que quiere pronunciar en estos momentos. Ni siquiera sabía que podía causarle tanta disconformida
En un abrir y cerrar de ojos, todo queda absolutamente en silencio. Nada se mueve. Y mientras sus lágrimas todavía se deslizan por sus mejillas, le cuesta decir algo ya que ha quedado petrificada en su sitio. Y por esa razón da un paso hacia atrás, completamente anonadada, ya sin saber qué decir. Julieta sale de su ensoñación parpadeando y tomando una bocanada de aire, realmente horrorizada por lo que acaba de decirle a ésta niña. —¿Señorita? Julieta recapacita en su sitio conforme toma una bocanada de aire. —Buenos días, señor McGrey. Eh, Por Dios, lo lamento tanto, yo —trata de buscar una salida ante éste vergonzoso escenario y se da la media vuelta—, lo lamento tanto, no fue mi intención. Yo quería avisar que tengo que irme porque tengo que trabajar así que buenos días, señor McGrey. Antes de dar un paso fuera del lugar la llegada de Román sosteniendo todavía a su hija en sus brazos sella el paso fuera de la cocina. Y Julieta puede ver con mayor claridad a la bella niña que
Suena lo bastante raro decirlo a altas voces pero a éstas alturas las consecuencias son estas: aparentar un matrimonio que apenas llega a conocidos. Julieta se muestra lo más amable posible y como no quiere alargar ésta incómoda charla estira su mano hacia la señora. —Es un placer —saluda estrechando la mano. —¿Esposa? Esposa —la nueva mujer presente los mira a ambos con una obvia confusión. Es una mujer bien vestida, ya mayor y con un peinado elegante sobre su cabello gris. Como sigue sosteniendo la mano de Julieta muestra una sonrisa—, mi nombre es Lauren, soy la suegra de Román y la abuela de la pequeña —y rompe el contacto de las manos para alejarse lo más que puede junto a la niña, a quien carga en sus brazos—, pero vaya, esto me toma por sorpresa. Román. —Sí, no pudimos contenernos —responde Román con total normalidad—, teníamos una relación desde hace un par de meses. —¿Peterson? Ese apellido me suena, como si ya lo hubiera escuchado antes —Lauren entrecierra los ojos com
El silencio dentro del coche es incómodo y para nada conveniente. Julieta no ha dejado de ver afuera de la ventana mientras el coche se desliza por las calles atestadas de personas. Es realmente raro ahora saber que comparte algo demasiado importante como lo es un matrimonio con alguien que no conoce para nada, pero si sigue de pie de ahora en adelante es sólo para encontrar la verdad detrás de su desaparición, y recuperar todos los años pérdidos. El hombre a su lado ha tomado distancia, al igual que ella, observando su teléfono y luego con expresión seria el camino que ya ha tomado para la clínica. De vez en cuando sus ojos ven por el retrovisor.—Lo que sucedió ayer debes reportarlos a las autoridades. Es la primera vez que deja de mirar la ventana desde que se alejaron de la casa. —Lo sé —Julieta responde acomodándose en el asiento—, lo haré. Me tomaré el tiempo antes de entrar a trabajar, todavía es temprano. Román dobla el volante.—Te llevaré ahora mismo.Julieta vuelve a m
—¿¡Por qué dices que alguien trata de matarnos?! Su respiración es atolondrada y se entrecorta. Ya no tiene tiempo para pensar porque ni siquiera tiene tiempo para procesar todo lo que ocurre a su alrededor. Tampoco ayuda los alaridos de las personas y el movimiento desesperado por huir de la escena donde cualquiera puede resultar herido. Ahora con la desventaja de huir en el coche, Julieta es jaloneada lejos del lugar entre las calles donde acumulan sólo la desesperación que rompe absolutamente todo el frasco de la tranquilidad. ¿Qué está ocurriendo? ¿Otra vez está huyendo de su vida…? —¡Román! —Julieta lo llama conforme se alejan del lugar y por el hombro advierte del coche que han dejado atrás y también la estación de policías—, nos alejamos de los policías. ¡Román! Su voz ensombrece y se inclina hacia adelante cuando el mismo coche en donde habían llegado explota haciendo de esta huida algo que no parece ni siquiera real. La explosión abarca casi toda la calle pero están lo su
Cada segundo se vuelve una pesadilla interminable, donde una batalla de adrenalina se dispara por completo en cada poro de su cuerpo y no la deja pensar con claridad, al menos no como Julieta prefiere, porque si su corazón sigue latiendo con fuerza se sentirá fatigada y será mucho peor. Aunque no sabe si es peor sostener un arma en la mano por primera vez. Todavía no hay razón para perder la cordura ya que no puede ser la única desesperada dentro del auto. Ya no hay calma que pueda ver en las facciones limpias de Román. Sus nudillos están rojos con cada fuerte apretón del volante, observando detenidamente por el retrovisor como un perro a punto de atacar pero todo en silencio. —¿Quién es…? ¿A quién le pedirás ayuda? —Julieta pregunta siendo su turno de ver por el espejo retrovisor. Entre tantos autos todavía no se da cuenta de cuál es el que los sentencia a la muerte. —Lo de ayer no fue normal. Lo de hoy ya es un atentado contra tu vida —Román gira el volante para traspasar
Julieta necesita contar tres veces dentro de su mente. No puede ver directo a los ojos al tipo pero puede sentir que recorre por completo su cuerpo simplemente con el aliento. Nunca antes había sentido tanta repulsión y miedo al mismo tiempo. Y ni siquiera había parpadeado o respirado. Román sólo tuvo que voltearse un segundo y el infierno había llegado a cobrarselas. Miedo mezclado con rabia, horror mezclado con desesperación, creer en una baja probabilidad de salir de esto. Su mente falla en seguir pensando por sí sola.Román no mueve ni un gesto pero está claro que sus ojos claros son un mar de oscuridad, lejos de regresar a lo que era. Su cuerpo está tenso y rígido, muy lejos de la calma.Pero si hay algo en lo que Román debe pensar y con rapidez es cómo sacarlos a los dos con vida de ésta situación.Sus ojos se encuentran con los verdes de Julieta y algo dentro de él enfurece mucho más por el horror vívido que observa en sus facciones tensas. No es una grata imagen de ver y cada