No sabía que observar el rostro petrificado de Lauren le daría tanta sastifacción, viendo como se gira para encontrarse al dueño de aquella voz que no titubea, la observa con desprecio y no deja de apuntarla. —¡Román! —Lauren se queda sin aire—, Román, querido. —Aléjate —Román mueve la pistola. A este punto Julieta conoce muy bien y como es un hombre sereno y calculador, está claro que no desistirá en apuntarla—, he dicho que te alejes. —¡Papi! —la voz de Lizzie se une en este templado momento, tan lleno de tensión que a ambos padres tiene encendido el instinto de protección. Lizzie se acerca a la ventana cuando se da cuenta que Román está a su lado—, Papi —vuelve a llamar Lizzie y sus ojos están cerca del llanto. Román no deja de apuntar a Lauren y la ventaja ahora es que el terror la dejo inválida, por lo que la escopeta la tiró al suelo y Julieta aprovecha tirarla lejos de ella. Román se acerca hacia Lizzie, y su hija alza los brazos para que la sostenga. Lo cual hace al instan
La presencia de Marcus Peterson invalidó cualquier prueba de Rebecca y de Lauren. No sólo sirvió como testigo, sino que dos miembros de Zeta Trial admitieron en audio voces la realidad de Lauren Campbell y cómo había ordenado el accidente de la familia Peterson, teniendo como prueba llamadas grabadas donde se escuchaba el acuerdo entre ella y Rebecca.Se supo que Lauren había obtenido sus ganancias de una forma no legal, y que Rebecca la había ayudado hacerlo, por lo que ambas tenían un trato y Rebecca, aprovechando sus malas jugadas dentro de la empresa le exigió a Lauren que eliminara a Marcus porque éste se había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Ambas creyeron que Julieta y Marcus habían muerto. Pero por obras del destino Bianca encontró a Julieta. Y una vez Lauren supo quién era la madre subrogada, intentó por todos los medios eliminar a Julieta ya que representaba una gran amenaza si ésta volvía a Estados Unidos, por esa razón no dio la información real de la madre en alqu
Las montañas de Laponia en Finlandia son espectaculares. La laponia finlandesa es un lugar lleno de magia, sacado de un cuento, que casi es imposible de creer que existe.Sus montañas de nieves están sujetas a esa escarcha blanca que encanta y hace reír a Lizzie, quien juega en ellas junto a Julieta. Ambas en chaqueta y gorros, listas para esquiar y pasar un hermoso tiempo juntas. Sólo las dos.Román sigue dentro del hotel dónde se hospedan, muy cerca del centro de ésta ciudad, recibiendo llamadas de la empresa de los McGrey.Tienen dos días que llegaron, y Lizzie cree que están cerca de la casa de Santa Claus. Julieta la llevará a la villa de Santa Claus, a donde quiere ir con muchas ansias. La nieve está en los cabellos rubios de su pequeña, quien lanza bolas de nieves. La persigue por la nieve para tomarla en brazos, riendo las dos juntas y creando éstas memorias que perduraran para toda la vida. Su hermosa hija es el ángel más bello de éste mundo, y es ella quien la hace olvidar
—¡Es una niña! ¡Y ya deja de preguntar! Firmaste un contrato donde decidiste prestar tu vientre para que otra familia tuviera un hijo y lo que estás haciendo va en contra de lo que se acordó. ¡Y por lo tanto irás presa por eso! No puede permitirse decir otra cosa porque se ha quedado sin palabras. Y aunque sabe que pronto se la llevarán, y nunca más la volverá a ver, siente algo en su pecho que no puede explicar. Pero mientras la mujer se va alejando con el bebé en los brazos la persigue tomándose el vientre con dolor. Apenas minutos atrás ha dado a luz y sus piernas no han sido limpiadas y va dejando un chorro de sangre por el pasillo mientras no deja de perseguir a la mujer. —¡Me mintieron! —jadea ya sin aliento. Caminar es como si lo hiciera entre vidrios, incapaz de seguir pero conforme el llanto de esa pequeña bebé se oye por todo el pasillo continúa—, ¡Me prometieron que me dirían quienes serían los padres una vez la diera a luz! ¡Y ahora no sé a quién se la llevarán! —¿No
-----2 años después y en el presente----—¿Señorita? ¿Señorita? ¿Me oye? Tiene que parpadear para salir de la ensoñación y derrama el vaso de café en la bata blanca del doctor enfrente de ella.—¡Julieta! ¡Es la segunda vez! ¡Estás completamente ida! —grita el doctor quitandose la bata debido al ardor.—Lo lamento tanto —agarra un papel de la recepción y comienza a limpiar la camisa que ha manchado del doctor general de la clínica—. ¡No era mi intención…!—Para, basta —el doctor le quita la manta y con ojos enervados la observa con cólera—, no sé que te pasa últimamente Julieta pero debes tener la mente aquí. Atiendes a personas y no puedes darte un viaje astral mientras trabajas. Ten los pies en la tierra.—Tiene razón, la tiene. Disculpeme de nuevo—y agarra la carpeta mientras asiente una y otra vez—, le prometo que traeré los informes de la farmacia y se los daré.—Ve y tómate un descanso de diez minutos, por favor —el doctor agarra su bata ya estropeada avistándola con decepción—
Ahora en el presente, mientras se toma un café en una pequeña tienda, Julieta suelta un suspiro inmenso. Ha pasado ya nueve meses de todo lo ocurrido con Clara, Ryan y sus mellizos. Irá en cualquier momento junto a ellos para visitarlos.Cuando no pasan nada en ese televisor, deja la propina y considera beber una cerveza y dejar a un lado el café, pero hoy tiene turno completo en la clínica y no puede hacerlo. Al menos no en la cantidad que quiere.Y mientras camina por la calle, cierra los ojos.Una vez más el recuerdo de su pasado viene a atormentarla. —Dos años antes—Buscó. Buscó por todas partes para encontrar a Bianca y entregarle su dinero, pero nada había logrado. Absolutamente nada. Tenía setenta mil dólares en la cuenta y el alma partida. Lo único que había logrado hacer fue un pequeño funeral a Marianne y una misa en una de las pequeñas capillas de aquella ciudad.Sentía que le deparaba sólo dolor porque su vida cambió drásticamente aquel día donde sus padres murieron y s
—¡Rebecca! Sigue gritando Julieta para ser escuchada porque con cada paso no le funciona para estar lo bastante cerca de su tía. Y necesita por lo menos correr unos metros cuando escucha los truenos de una pronta lluvia. —¡Rebecca! —vuelve a gritar Julieta y casi su cuerpo se detiene en seco cuando de improviso un hombre del cuerpo de seguridad se atreve a obstaculizar su camino.—No puede entrar aquí. ¿Qué cree que está haciendo? Devuélvase.—No, no. Es que yo necesito hablar con la señora que usted ve allá —Julieta señala con su mano tras el mastodonte que se atrevió a detenerla—, tiene que dejarme pasar.—¿Quién es usted? Sino tiene invitación no puedo dejarla pasar ni mucho menos dejar que se acerque a la señora Peterson, así que andando. La acompañaré hasta la puerta.—¡No se atreva! ¡Permiso! ¡No me toque! Yo tengo que hablar con la señora Peterson le guste o no. ¡Con permiso! —y Julieta trata de traspasar el muro que el hombre ha creado pero es en vano. El guardia sostiene su
¿A dónde puede ir a estas horas de la noche y en medio de la lluvia? Todavía hay más de un centenar de personas yéndose lejos de la turba que hace el sonido de los disparos y de la gente huyendo con pavor lejos de ese sonido.En cambio Julieta parece acercarse mucho más porque los sonidos de los disparos la siguen por detrás y llanamente comprende la magnitud de aquel crujido inesperado de sus zapatos contra los charcos de lluvia. No tiene muchos lugares a dónde ir en la noche, con una tormenta que no deja alinear los pensamientos como se debe. Julieta sigue corriendo traspasando la gente y se detiene cuando ya no puede más, asustada y creyendo que una loca por creer que la estaban persiguiendo. ¿Es real o ha sido su imaginación? Pero otros sonidos de disparos acallan sus ideas y vuelve a alarmarse cuando siente la presión grave en su pecho que calma de una vez con respiraciones profundas. ¿¡Qué está pasando?!No hay mucha gente en medio de la lluvia, sólo algunas que corren para