La sensación de mareo es algo que no posee nombre una vez sientes esa pesadez. Un cosquilleo interminable en las manos, en el cuerpo, y un dolor de cabeza lejos de ser normal, pero acostumbrado por un trabajo tan pesado como ser enfermera de turno. Después del embarazo Julieta había pérdido mucha fuerza y tenía mareos cada cierto tiempo. Se desmayaba sin tener a nadie a lado en el apartamento y se despertaba en la noche como si un camión hubiese pasado por encima de ella.Las voces son lejanas, como si estuviera bajo el mar, distorsionadas. La lúgubre sensación la hace demasiado débil hasta para abrir los ojos, pero ahí consigue recuperar poco a poco la luz que se adentra en su mirada conforme los abre lentamente.Y como si fuese un rayo, tiene que despertarse de sobresalto al recordar todo lo que ha vivido desde que decidió buscar la respuesta de toda su desgracia.El disparate de voces que inundan el lugar la aturden como si un martillo le hubiese doblado el rostro. —¡Señora! No
Siente un jalón demasiado fuerte y mientras la explosión va dejando la consecuencia de manera contundente y sin espera, los fuertes gritos del alrededor hacen de esto algo mucho más caótico.Sabe que ha caído al suelo de manera atolondrada debido al impacto de lo que sea que ha ocurrido, y sus ojos, apenas abriendose, se dan cuenta del humo que ya azota todo lo que ve.Esa ala…En esa ala se encontraba su equipo.Julieta se mantiene demasiado aturdida al principio como para pronunciar algo, y pese a sentir que su mundo vuelve a colapsar de una manera que no puede explicar, la verdadera razón por la que sigue estando aquí es porque los brazos de Román la protegen de manera inconsciente.Le toma más de cinco segundos volver a respirar como es debido. Y cuando se da cuenta que por medio de las voces también aturdiendo en alrededor, Julieta vuelve a ponerse de pie mientras tose.—Julieta —rápidamente Román trata de sostenerla con fuerza tratando de buscar su rostro—. ¡Julieta respondeme!
Pudo haberle respondido algo pero…¿Qué decirle? No había mentiras en sus palabras porque la vida de ambos están unidas de una forma que ya no pueden explicar. Y aunque quisiera irse lejos, ya no podría. Apenas es el comienzo de esto y la vida los ha unido de una manera bastante peculiar, pero que no deja de ser hipnotizante porque estar al lado de Román se ha vuelto algo difícil de soltar. Sus ojos irradian un brillo cuando vuelve a ver una camioneta, ésta vez negra, y blindada. La noche ya ha caído sobre ellos y ahora realmente necesita un descanso, o un baño, lo primero que salga.Está agotada, extenuada, y con mil dolores en el cuerpo. Sentarse luego de toda una emergencia siempre despierta un lado nuevo que no conoce, como por ejemplo, otro tipo de dolor. Siempre son dolores, en la espalda o en el cuello.—¿En dónde has estado en todas éstas horas? —le pregunta Julieta al dejar de ver con tristeza el hospital apenas siendo controlado por el cuerpo de bomberos. La buena noticia e
Paralizada y sin decir algo, Julieta se atraganta en su saliva colocando la palma de su mano al lado del rostro de Román para no dejar que todo su cuerpo caiga y friccione con el pecho desnudo de Román, pero es demasiado tarde.Pueden sentir la clara tensión que recorre todo su cuerpo para mantenerse reflexiva mientras observa, horrorizada, lo que está sucediendo.Román está algo sorprendido por la forma tan repentina en la que ha ocurrido todo esto y sus ojos se mantienen en Julieta al borde de la sorpresa. Sus alientos chocan entre sí debido a la cercanía de sus rostros. El tiempo se detiene una milésima de segundo y lo único que hace es que esto se destruya aún más. Las manos de Román sujetan su cintura desnuda y no quiere incomodar a Julieta observando lo que no debe.—Creo…que es mejor que te cubras…—¡Por Dios! —Julieta salta de su sitio sin pensarlo, aún cuando parte de su cuerpo queda al descubierto con el fin de buscar la toalla caída a un lado—, no puede ser.—Eh, no, tranq
Nunca hubiese esperado algo así por parte de Román, y aún más cuando su voz se vuelve pesada, como algo magnético que sí o sí debe ser seguida. Pero su órden le genera una cierta incomodidad que es difícil de no mostrar en su rostro.—Yo sólo estaba mirando —Julieta le mantiene la mirada. No la bajará tan fácilmente por muy McGrey que sea.—Puedes rondar por toda la casa como te plazca, pero éste lugar está prohibido. No quiero que estés cerca de aquí —Román le señala el pasillo—, ahora bien, señorita, podemos continuar.—¿Sabes algo? No iba a hacer nada malo, no iba a entrometerme en algo que no es de mi incumbencia. Pero no es que debas ponerte de esa forma y mucho menos amenazarme —Julieta se cruza de brazos, dando un paso lejos de él. Luego de hace apenas unos minutos del inconveniente, Román es el último hombre en la faz de la tierra que quiere ver—, yo creo que es mejor que siga viviendo en mi apartamento.Román pasa por su lado dejándola con la palabra en la boca, demasiada atu
Julieta coloca la mano en la pared para mantener el equilibrio.¿Qué acaba de escuchar? No puede ser cierto.—¿Ella está bien? ¿Cómo está…? ¿¡Cómo está la niña?!“Ella se encuentra bien, señora McGrey, pero necesitamos que venga con urgencias.”—De inmediato. Voy para allá —y cuelga el teléfono mientras las manos le tiemblan y sale corriendo lejos de la recepción para buscar sus cosas.—Oye, Julieta. ¡Espera! ¿¡Qué está ocurriendo?! No entiendo nada de lo que ocurre —Margot también la persigue.—Te encargo a Gabby. Todavía tiene algunas contusiones en el cuerpo y me pidió que fuera a verla pero dile que vendré después. Eh, yo —Julieta se quita con rapidez el uniforme. Cuando vuelve a ver a Margot expresa—, te lo cuento después.—Pero esa señora dijo que tenías una hija. ¿Tienes una hija, Julieta?—No, no tengo una hija, bueno —no es un tema que deba hablar ahora—, es que es la hija de mi…esposo…eh, después te explico. Gracias por avisarme, Margot, pero tengo que irme ahora mismo. ¡Cúb
Ésta no es la vida que quiere tener. ¿A qué le huye? ¿A quién le huye? ¿Quién teme de ella para sacarla de éste mundo? No les interesa que tenga a una niña entre sus brazos ni mucho menos la gente a su alrededor. Las calles de la ciudad a esas horas del día están lejos de encontrarse vacías y eso es lo que teme. Lizzie se agarra de su cuello con fuerza y agradece que sea de esa forma para tener un mejor deslizamiento entre las calles. Se encuentra en el centro, Lizzie estudia en el compleo privado nacional y ha pasado al menos unas cuatro cuadras a pies, y ya el agotamiento la está afectando.Román le había dicho que no confiara en los policías pero ¿A quién pedirá ayuda si está completamente vagando sin rumbo? La casa presidencial está muy lejos para llegar a pie. Y aunque no ha visto la camioneta por estar huyendo espera que Dios se haya apiadado de ella por un momento, así podrá huir lo más que pueda o tomar otro taxi. ¡Lo que sea! —¡Alguien viene detrás de nosotras! —escucha de
La desesperación la ahorca, y ni siquiera los maleantes que la persiguen le han dejado un dolor en el estómago como es ver su rostro frente a miles de personas.Toma el cuerpo de Lizzie desesperadamente y se aleja del vidrio para desviar los ojos de lo que le acaba de arrebatar la calma por completo. No se recuperará de esto tan fácilmente.¿A dónde irá a partir de ahora? Con una niña entre sus brazos es imposible que pueda correr como quisiera y debe mantener la cordura porque su único deber ahora es proteger a ésta niña.Empieza a correr lejos de la multitud que se ha reunido para observar la noticia, cubriendo su rostro porque si alguien la delata estará pérdida.Su respiración golpea su pecho con fuerza, demasiado lejos de la tranquilidad.Tiene que llegar a la casa presidencial o buscar a Román. A estas alturas debe saber lo que le ocurrió a su hija pero cómo hallarlo en medio de este caos.—Está bien, está bien. Ya casi llegamos con papá, lo prometo —le murmura a la pequeña con