El cambio fue sutil.No hubo declaraciones, ni acuerdos explícitos, ni siquiera una conversación que pusiera todo en perspectiva. Pero después de esa noche en la prisión, después de que Santiago me siguió y me miró con esa expresión indescifrable, algo entre nosotros se fracturó y se volvió otra cosa.Él ya no me veía como antes.Y yo tampoco lo veía igual.No podía ignorarlo.No podía seguir pretendiendo que no existía esta tensión, esta energía que parecía envolverse alrededor de nosotros cada vez que estábamos en la misma habitación.Después del ataque en el estacionamiento, Santiago se convirtió en una sombra constante en mi vida.No importaba cuánto intentara seguir con mi rutina, cuánto intentara fingir que nada había cambiado, él siempre estaba ahí.Caminando junto a mí en los pasillos de la oficina.Apareciendo de la nada en los momentos en los que menos lo esperaba.Mencionando cosas que no debería saber sobre mis horarios, sobre mis movimientos.Era inquietante.Pero lo peor
No había paz en mi cabeza.Desde el momento en que aquel hombre me atacó en el estacionamiento, todo se había convertido en una maraña de sospechas, dudas y preguntas sin respuestas.Quién era.Quién lo había enviado.Qué querían realmente de mí.Las palabras de mi padre en la prisión resonaban en mi mente como una advertencia escrita en fuego: “No importa cuántas veces huyas, seguirán buscándote”.No quería creerlo.No quería aceptar que, por más que intentara construir una vida diferente, las sombras de mi apellido seguirían persiguiéndome.Pero la verdad estaba ahí, clara y brutal.Mi mundo nunca había sido realmente mío.Siempre había sido un reflejo de lo que mi familia representaba.Y ahora, alguien estaba tratando de usarme para llegar a ellos.No iba a permitirlo.Mi investigación no fue fácil.El hombre que me atacó en el estacionamiento era un fantasma.Sin huellas, sin registros recientes, como si solo existiera en los rincones más oscuros de la ciudad.Pero la mafia no ope
El sabor del miedo es metálico.Áspero.Invasivo.Se filtra por tu lengua, se instala en tu garganta y se enreda en tu respiración hasta que cada bocanada de aire se siente como una lucha.Eso fue lo primero que entendí cuando desperté.El frío del suelo de concreto se filtraba a través de mi piel, helándome hasta los huesos. Había algo seco en mis labios, un rastro de sangre que apenas podía distinguir en la penumbra de la habitación.Mis muñecas ardían.Intenté moverlas, pero el sonido de metal contra metal me confirmó lo que temía.Esposas.Jadeé, mi pecho subiendo y bajando con rapidez, intentando entender dónde estaba.El lugar olía a humedad y óxido.No era una bodega.No era un sótano.Era algo peor.Era un sitio sin nombre, un rincón olvidado donde las personas desaparecían sin dejar rastro.Mi estómago se contrajo cuando la realidad me golpeó de lleno.Me habían secuestrado.Mis pensamientos regresaron con violencia.El recuerdo de salir de la oficina, de caminar hasta mi aut
El silencio en el auto era ensordecedor.Podía sentir su respiración pesada, su mirada ardiendo en el costado de mi rostro mientras intentaba procesar todo lo que acababa de pasar.El rescate.El miedo.El ataque.Mi apellido.Mi maldita sangre.No podía mirarlo.No después de lo que había visto en sus ojos cuando irrumpió en ese almacén y me encontró esposada, golpeada, vulnerada de una forma que nunca antes había permitido.Y lo peor de todo…No podía ignorar lo que había visto en mí.Porque, por primera vez, me había sentido protegida.Por él.Santiago golpeó el volante con la palma abierta, rompiendo el silencio con un gesto lleno de furia contenida.—Esto no va a seguir pasando.Su voz era baja.Cargada de una determinación peligrosa.Me obligué a girar lentamente hacia él, mi cuerpo aún demasiado tenso, mi respiración aún irregular.—Santiago…—No.Su respuesta fue inmediata, tajante.No había margen de discusión.Se volvió hacia mí, con esa mirada oscura y feroz que parecía dev
El mensaje llegó de madrugada.Vibraciones cortas, insistentes, arrancándome del sueño con la misma precisión que un cuchillo deslizándose por mi piel.Por un segundo, me aferré a la sensación de las sábanas contra mi cuerpo, al leve resplandor de la ciudad filtrándose por mi ventana, a la falsa paz que me ofrecían esos breves instantes en los que todavía no estaba despierta del todo.Pero la realidad me encontró de golpe.Cuando tomé el teléfono de la mesita de noche y vi el mensaje encriptado en mi pantalla, supe que el sueño había terminado."El tiempo se acaba. O vuelves a casa, o te conviertes en un problema. Decide, Sofía."Mi cuerpo entero se tensó.Mi padre nunca usaba su propio número. Nunca enviaba mensajes directos. Siempre encontraba una forma más sutil de hacerse notar, de recordarme que, a pesar de la distancia, a pesar de las rejas, seguía estando presente.Pero esta vez…Esta vez no había sido sutil.No había sido una advertencia disfrazada de preocupación.Era una ord
La guerra había comenzado.Lo supe en el momento en que Santiago apareció en mi departamento con la camisa manchada de sangre seca y la mandíbula apretada, su mirada ardiendo con una furia contenida que nunca antes había visto en él.—¿Qué pasó? —pregunté, mi voz apenas un susurro.Cerró la puerta detrás de él con un golpe seco y se pasó una mano por el cabello, exhalando con fuerza.—Ahora vienen por mí también.Mi estómago se contrajo.—¿Cómo lo sabes?—Porque intentaron matarme.El aire me abandonó los pulmones.Mi corazón se desbocó.Dio un paso hacia mí, sus ojos oscuros clavados en los míos.—Esto ya no se trata solo de ti, Sofía.Sus palabras fueron un golpe.Porque sabía que ten
El aire estaba cargado de electricidad, denso, impregnado con esa tensión insoportable que precede a una tormenta.La diferencia era que esta tormenta no traía lluvia.Traía muerte.Traía sangre.Y esta vez, no había escapatoria.Lo supe en el instante en que recibí la llamada de Laura a primera hora de la mañana.—Algo anda mal —susurró al otro lado de la línea—. Hay movimiento en la empresa, gente entrando y saliendo, pero no son empleados.Me levanté de golpe, ignorando el mareo que se apoderó de mí al instante.—¿Quiénes son?—No lo sé —su voz tembló—. Pero esto no es normal.El miedo me recorrió la espalda con dedos helados.La mafia se estaba moviendo.Estaban listos para atacar.Colgué sin despedirme y me giré de i
El aire aún olía a pólvora.A peligro.A muerte.El caos en la empresa había sido contenido, pero las huellas del enfrentamiento seguían allí: el suelo cubierto de vidrios rotos, las marcas de bala en la pared, la sensación de que, en cualquier momento, alguien más podría aparecer y continuar lo que había quedado inconcluso.Pero esta vez…Esta vez no había más guerra.Esta vez habíamos ganado.Santiago estaba a mi lado, con la camisa manchada de sangre que no era suya, su respiración aún pesada, su mirada oscura mientras observaba cómo la policía se llevaba a los hombres que habían intentado matarnos.A los traidores.A la gente que había vendido información a mi familia.El final llegó de golpe, como una ejecución rápida, como un castigo esperado.