El aire aún olía a pólvora.
A peligro.
A muerte.
El caos en la empresa había sido contenido, pero las huellas del enfrentamiento seguían allí: el suelo cubierto de vidrios rotos, las marcas de bala en la pared, la sensación de que, en cualquier momento, alguien más podría aparecer y continuar lo que había quedado inconcluso.
Pero esta vez…
Esta vez no había más guerra.
Esta vez habíamos ganado.
Santiago estaba a mi lado, con la camisa manchada de sangre que no era suya, su respiración aún pesada, su mirada oscura mientras observaba cómo la policía se llevaba a los hombres que habían intentado matarnos.
A los traidores.
A la gente que había vendido información a mi familia.
El final llegó de golpe, como una ejecución rápida, como un castigo esperado.
La calma era extraña.Después de semanas de vivir al filo del abismo, con la adrenalina bombeando en mis venas y el peligro acechando en cada esquina, despertarme en la cama de Santiago, con su respiración acompasada a mi lado y el calor de su cuerpo envolviéndome, se sentía irreal.Pero ahí estaba.Por primera vez en mucho tiempo, mi cuerpo no estaba en alerta.No había armas apuntando en mi dirección.No había sombras esperando atraparme.No había más traiciones.Solo el sonido del viento colándose por las ventanas y la sensación de seguridad que, por alguna razón que aún no entendía del todo, solo encontraba en los brazos de Santiago Ferrer.Pero la paz era frágil.Tan fina como el cristal.Tan efímera como una respiración contenida.Y en el fondo, lo sabía.S
El peligro no había desaparecido. Solo había cambiado de forma.Después de la nota en mi departamento, después del escalofrío que recorrió mi espalda al darme cuenta de que alguien había estado en mi espacio, en mi vida, sin que yo lo supiera, Santiago y yo supimos que la tregua había sido una ilusión.No habíamos ganado.Solo nos habían dado un respiro.Y ahora, la cacería había comenzado de nuevo.Pasamos la noche en su departamento.No discutimos la decisión.Santiago simplemente tomó mis llaves, metió mi maleta en su auto y me llevó con él sin decir una sola palabra.Su protección no era negociable.Lo supe en el momento en que cerró la puerta con seguro, en la forma en que inspeccionó cada ventana antes de dejarme sola en su habitación mientras él se quedaba en el sofá, con su pistola cargada sobre la mesa de centro y su mandíbula tensa.No dormimos.Él porque estaba en alerta.Yo porque no podí
La llamada llegó a media tarde.El nombre no apareció en la pantalla, solo un número desconocido. Pero supe quién era antes de siquiera contestar.El pasado siempre encuentra la forma de alcanzarte.Lo supe cuando llevé el teléfono al oído y escuché la voz grave y pausada al otro lado de la línea.—Sofía.El aire en la oficina se volvió más denso.Mi estómago se contrajo.Había muchas cosas que esperaba después de todo lo que había pasado.Pero esto…Esto no estaba en la lista.—¿Cómo conseguiste este número? —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba.Mi padre rió bajo.—Aún tengo amigos, princesa.Odié la forma en la que esa palabra hizo que mi piel se erizara.Porque ese "princesa" no er
El silencio se había convertido en nuestro idioma.Desde que dejamos la prisión, desde que la verdad sobre su familia quedó suspendida entre nosotros como un cuchillo a punto de caer, Santiago y yo no habíamos hablado más de lo necesario.Pero eso no significaba que lo habíamos ignorado.Sabíamos que la verdad estaba ahí, esperando, latiendo bajo la superficie como una herida que se niega a cerrar.Y cuando la realidad finalmente nos golpeó, lo hizo con más fuerza de la que esperaba.Santiago desapareció por dos días.No respondió mis llamadas.No contestó mis mensajes.No apareció en la oficina.Y cuando finalmente lo hizo, su expresión lo dijo todo.Estaba más serio que nunca, su mirada oscura, su postura rígida, como si cada fibra de su cuerpo estuviera conteniéndose.No hablamos ahí.Nos dirigimos directamente a su departamento.Sabíamos que lo que estaba por decir no podía ser escuchado p
El vacío se sentía peor que la rabia.Peor que el miedo.Peor que la traición.Era una sensación que se extendía por mi piel, filtrándose en mis huesos, en mi respiración, en mis pensamientos. Un abismo silencioso que se abría entre Santiago y yo, convirtiéndolo en alguien ajeno.Después de la verdad sobre su padre, me fui sin mirar atrás.Pero el problema con el amor es que no desaparece solo porque lo decidas.No se corta de raíz, no se apaga como una vela.Santiago Ferrer aún vivía en mí.En mis recuerdos.En cada maldito latido de mi corazón.Y eso hacía que estar lejos de él se sintiera como si me arrancaran la piel a tiras.Pero no podía volver.No después de saber lo que sabía.No después de haber visto con mis propios ojos lo que su f
Su silencio fue peor que cualquier mentira.Permanecí de pie junto a la mesa, mi respiración acelerada, mi pulso desbocado, sintiendo la mirada penetrante de Santiago clavada en la mía. Martínez, con su sonrisa burlona y su actitud relajada, tomó su vaso de whisky y dio un sorbo, disfrutando el espectáculo.—Ferrer, tu chica parece molesta —comentó con diversión.Ignoré a Martínez.Santiago también.Su atención estaba completamente enfocada en mí, en el desafío en mis ojos, en la rabia contenida que hervía en mi pecho.Finalmente, habló.—Estoy tratando de protegerte.Mi mandíbula se tensó.—¿De qué? ¿De ti mismo?Su rostro permaneció inmutable, pero vi el destello de algo en sus ojos. Algo parecido a la culpa.Me incliné lig
El monitor cardíaco emitía un pitido constante y rítmico.Ese sonido se había vuelto el ancla de mi cordura en las últimas horas.Porque mientras siguiera escuchándolo, significaba que Santiago Ferrer seguía con vida.Mi mano aún descansaba sobre la suya, mis dedos aferrándose a él como si mi contacto pudiera mantenerlo aquí, conmigo.No sé cuántas horas habían pasado desde que llegué al hospital.Tal vez eran dos.Tal vez diez.Tal vez una eternidad.Pero no me moví.No me permití cerrar los ojos ni por un segundo.Porque después de todo lo que habíamos vivido, después de las mentiras, los secretos y las traiciones, la única verdad que realmente importaba era que no podía perderlo.No lo soportaría.No lo sobreviviría.El pitid
Las palabras en la pantalla parecían arder en mi piel."Si no lo dejas, él será el siguiente."No había remitente.No había explicación.Solo esa advertencia.Una promesa envuelta en amenaza.Sentí un escalofrío recorrerme la espalda mientras la realidad me golpeaba como un puño cerrado en el estómago.No se trataba de mí.Nunca se había tratado solo de mí.Era Santiago.Era su vida.Su seguridad.Su futuro.Si me quedaba a su lado, lo destruiría.Y no podía permitirlo.No después de todo lo que habíamos pasado.No después de haberlo encontrado solo para perderlo de la peor manera posible.***No dormí esa noche.Me quedé en la silla junto a su cama, observándolo en la penumbra del hospital, memoriz