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No había paz en mi cabeza.

Desde el momento en que aquel hombre me atacó en el estacionamiento, todo se había convertido en una maraña de sospechas, dudas y preguntas sin respuestas.

Quién era.

Quién lo había enviado.

Qué querían realmente de mí.

Las palabras de mi padre en la prisión resonaban en mi mente como una advertencia escrita en fuego: “No importa cuántas veces huyas, seguirán buscándote”.

No quería creerlo.

No quería aceptar que, por más que intentara construir una vida diferente, las sombras de mi apellido seguirían persiguiéndome.

Pero la verdad estaba ahí, clara y brutal.

Mi mundo nunca había sido realmente mío.

Siempre había sido un reflejo de lo que mi familia representaba.

Y ahora, alguien estaba tratando de usarme para llegar a ellos.

No iba a permitirlo.

Mi investigación no fue fácil.

El hombre que me atacó en el estacionamiento era un fantasma.

Sin huellas, sin registros recientes, como si solo existiera en los rincones más oscuros de la ciudad.

Pero la mafia no ope
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