El silencio en el auto era ensordecedor.Podía sentir su respiración pesada, su mirada ardiendo en el costado de mi rostro mientras intentaba procesar todo lo que acababa de pasar.El rescate.El miedo.El ataque.Mi apellido.Mi maldita sangre.No podía mirarlo.No después de lo que había visto en sus ojos cuando irrumpió en ese almacén y me encontró esposada, golpeada, vulnerada de una forma que nunca antes había permitido.Y lo peor de todo…No podía ignorar lo que había visto en mí.Porque, por primera vez, me había sentido protegida.Por él.Santiago golpeó el volante con la palma abierta, rompiendo el silencio con un gesto lleno de furia contenida.—Esto no va a seguir pasando.Su voz era baja.Cargada de una determinación peligrosa.Me obligué a girar lentamente hacia él, mi cuerpo aún demasiado tenso, mi respiración aún irregular.—Santiago…—No.Su respuesta fue inmediata, tajante.No había margen de discusión.Se volvió hacia mí, con esa mirada oscura y feroz que parecía dev
El mensaje llegó de madrugada.Vibraciones cortas, insistentes, arrancándome del sueño con la misma precisión que un cuchillo deslizándose por mi piel.Por un segundo, me aferré a la sensación de las sábanas contra mi cuerpo, al leve resplandor de la ciudad filtrándose por mi ventana, a la falsa paz que me ofrecían esos breves instantes en los que todavía no estaba despierta del todo.Pero la realidad me encontró de golpe.Cuando tomé el teléfono de la mesita de noche y vi el mensaje encriptado en mi pantalla, supe que el sueño había terminado."El tiempo se acaba. O vuelves a casa, o te conviertes en un problema. Decide, Sofía."Mi cuerpo entero se tensó.Mi padre nunca usaba su propio número. Nunca enviaba mensajes directos. Siempre encontraba una forma más sutil de hacerse notar, de recordarme que, a pesar de la distancia, a pesar de las rejas, seguía estando presente.Pero esta vez…Esta vez no había sido sutil.No había sido una advertencia disfrazada de preocupación.Era una ord
La guerra había comenzado.Lo supe en el momento en que Santiago apareció en mi departamento con la camisa manchada de sangre seca y la mandíbula apretada, su mirada ardiendo con una furia contenida que nunca antes había visto en él.—¿Qué pasó? —pregunté, mi voz apenas un susurro.Cerró la puerta detrás de él con un golpe seco y se pasó una mano por el cabello, exhalando con fuerza.—Ahora vienen por mí también.Mi estómago se contrajo.—¿Cómo lo sabes?—Porque intentaron matarme.El aire me abandonó los pulmones.Mi corazón se desbocó.Dio un paso hacia mí, sus ojos oscuros clavados en los míos.—Esto ya no se trata solo de ti, Sofía.Sus palabras fueron un golpe.Porque sabía que ten
El aire estaba cargado de electricidad, denso, impregnado con esa tensión insoportable que precede a una tormenta.La diferencia era que esta tormenta no traía lluvia.Traía muerte.Traía sangre.Y esta vez, no había escapatoria.Lo supe en el instante en que recibí la llamada de Laura a primera hora de la mañana.—Algo anda mal —susurró al otro lado de la línea—. Hay movimiento en la empresa, gente entrando y saliendo, pero no son empleados.Me levanté de golpe, ignorando el mareo que se apoderó de mí al instante.—¿Quiénes son?—No lo sé —su voz tembló—. Pero esto no es normal.El miedo me recorrió la espalda con dedos helados.La mafia se estaba moviendo.Estaban listos para atacar.Colgué sin despedirme y me giré de i
El aire aún olía a pólvora.A peligro.A muerte.El caos en la empresa había sido contenido, pero las huellas del enfrentamiento seguían allí: el suelo cubierto de vidrios rotos, las marcas de bala en la pared, la sensación de que, en cualquier momento, alguien más podría aparecer y continuar lo que había quedado inconcluso.Pero esta vez…Esta vez no había más guerra.Esta vez habíamos ganado.Santiago estaba a mi lado, con la camisa manchada de sangre que no era suya, su respiración aún pesada, su mirada oscura mientras observaba cómo la policía se llevaba a los hombres que habían intentado matarnos.A los traidores.A la gente que había vendido información a mi familia.El final llegó de golpe, como una ejecución rápida, como un castigo esperado.
La calma era extraña.Después de semanas de vivir al filo del abismo, con la adrenalina bombeando en mis venas y el peligro acechando en cada esquina, despertarme en la cama de Santiago, con su respiración acompasada a mi lado y el calor de su cuerpo envolviéndome, se sentía irreal.Pero ahí estaba.Por primera vez en mucho tiempo, mi cuerpo no estaba en alerta.No había armas apuntando en mi dirección.No había sombras esperando atraparme.No había más traiciones.Solo el sonido del viento colándose por las ventanas y la sensación de seguridad que, por alguna razón que aún no entendía del todo, solo encontraba en los brazos de Santiago Ferrer.Pero la paz era frágil.Tan fina como el cristal.Tan efímera como una respiración contenida.Y en el fondo, lo sabía.S
El peligro no había desaparecido. Solo había cambiado de forma.Después de la nota en mi departamento, después del escalofrío que recorrió mi espalda al darme cuenta de que alguien había estado en mi espacio, en mi vida, sin que yo lo supiera, Santiago y yo supimos que la tregua había sido una ilusión.No habíamos ganado.Solo nos habían dado un respiro.Y ahora, la cacería había comenzado de nuevo.Pasamos la noche en su departamento.No discutimos la decisión.Santiago simplemente tomó mis llaves, metió mi maleta en su auto y me llevó con él sin decir una sola palabra.Su protección no era negociable.Lo supe en el momento en que cerró la puerta con seguro, en la forma en que inspeccionó cada ventana antes de dejarme sola en su habitación mientras él se quedaba en el sofá, con su pistola cargada sobre la mesa de centro y su mandíbula tensa.No dormimos.Él porque estaba en alerta.Yo porque no podí
La llamada llegó a media tarde.El nombre no apareció en la pantalla, solo un número desconocido. Pero supe quién era antes de siquiera contestar.El pasado siempre encuentra la forma de alcanzarte.Lo supe cuando llevé el teléfono al oído y escuché la voz grave y pausada al otro lado de la línea.—Sofía.El aire en la oficina se volvió más denso.Mi estómago se contrajo.Había muchas cosas que esperaba después de todo lo que había pasado.Pero esto…Esto no estaba en la lista.—¿Cómo conseguiste este número? —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba.Mi padre rió bajo.—Aún tengo amigos, princesa.Odié la forma en la que esa palabra hizo que mi piel se erizara.Porque ese "princesa" no er