Capítulo 26
En el cuarto se apreciaba el leve aroma a lavanda mezclado con el olor a desinfectante. Además, una ligera fragancia floral, que provenía del arreglo de rosas sobre la mesa.

—No es necesario que estés aquí a diario —le dijo Irina a su nuera, sin tener contacto visual.

Ariadna se concentró en sus zapatos planos cerrados rosa pálido, y recordó el día en el que su padre se los regaló después de una salida familiar al centro comercial.

—No quería ser una molestia. —Se encogió de hombros, sin saber qué decir.

—No dije eso —Irina respondió con voz agitada.

Ariadna tragó saliva, quieta en su asiento, mientras que sus oídos captaban la respiración dificultosa de Irina.

Los segundos se volvieron minutos, le echó un vistazo a su reloj de pulsera, había pasado una hora. Soltó un suspiro, se acomodó su blusa azul cielo y antes de levantarse le informó a su suegra que ya se iba.

Irina se humedeció los labios resecos.

—Si mañana tienes tiempo de venir, puedes traer lirios en lugar
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