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—Hola, preciosa.

—Hola, Candy, no entres a la oficina sin tocar, mi jefecito vino de un humor tan bonito.

—Va a empeorar cuando le diga que, agrego puntos suspensivos a mi oración.

—Qué dramática—. Mientras enviaba correos y veía cotizaciones, siempre deseaba estar por un paso delante de los que su ogro jefe le pedía; tenía una misión: ser indispensable hasta ser notada.

—Que su padre quiere que apoyes a su hijo mayor unos días mientras llega la nueva asistente, es que ya terminaron su oficina.

Aquella noticia dejó sin habla a Elizabeth, se supone que debía estar cerca de su ex, tan cerca como para tentarlo, pero a la vez tan lejos como para que la desee. No siempre las cosas salen como lo planeas.

—Soy nueva, no llego ni una semana sola en el puesto, no puedo pedirme algo como eso.

—Cariño, son los jefes, pueden hacer lo que les dé la gana, por algo nos pagan un excelente sueldo, además te has vuelto indispensable en varias áreas, no sé cómo haces para estar pendiente de todos, aunqu
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