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—El lugar es bastante discreto. —Indicó Elizabeth, algo sorprendida. Era evidente que a ese tipo de lugar solo asistían hombres que querían ocultar sus actos del mundo.

—Claro que sí, no quiero que nos anden molestando, ven, acércate, no muerdo Ladeska, bueno, no si tú quieres — Y ahí estaba la supuesta sonrisa seductora de aquel hombre, que si no lo conociera podría hacer sucumbir a cualquier muchacha ingenua, al parecer este nuevo Franco no necesitaba una carita bonita, cuando se tenía dinero y un buen argumento para que muchas caigan bajo su hechizo, pero estando Elizabeth, una mujer que sabía perfectamente que bajo esa piel de cordero, había un lobo dispuesto a engañarte y aprovecharse de ti.

—Si entiendo, lo que pasa es que hace mucho calor aquí, es algo cerrado, ¿no tienes calor?

—Claro que tengo calor, puedo decir que estoy ardiendo como un volcán. —Tratando de acercarse, pero ella aprovechaba cualquier excusa, como preguntarle al mesero sobre ciertos tragos, cuánto alcohol ten
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