—Hola, preciosa.—Hola, Candy, no entres a la oficina sin tocar, mi jefecito vino de un humor tan bonito.—Va a empeorar cuando le diga que, agrego puntos suspensivos a mi oración.—Qué dramática—. Mientras enviaba correos y veía cotizaciones, siempre deseaba estar por un paso delante de los que su ogro jefe le pedía; tenía una misión: ser indispensable hasta ser notada.—Que su padre quiere que apoyes a su hijo mayor unos días mientras llega la nueva asistente, es que ya terminaron su oficina.Aquella noticia dejó sin habla a Elizabeth, se supone que debía estar cerca de su ex, tan cerca como para tentarlo, pero a la vez tan lejos como para que la desee. No siempre las cosas salen como lo planeas.—Soy nueva, no llego ni una semana sola en el puesto, no puedo pedirme algo como eso.—Cariño, son los jefes, pueden hacer lo que les dé la gana, por algo nos pagan un excelente sueldo, además te has vuelto indispensable en varias áreas, no sé cómo haces para estar pendiente de todos, aunqu
—¿Dónde se supone que vas?—Lo siento, pero son asuntos que no me es permitido revelarle.—¡Soy tu maldito jefe y te exijo que me digas dónde vas!Explotando de un momento a otro.—¡No me grite! Es mi jefe, no mi esclavizador, aunque muchas veces se le olvida en qué época vivimos.—Le dije que me respete, soy su jefe, no un tonto practicante.—¿Pide respeto? Antes de pedir, debe dar lo mismo, respete para que lo respeten. A mí no me va a tratar como le dé la gana, aprendí en esta vida que no puedo vivir a punta de miedo, con su permiso o sin su permiso, digamos que son órdenes superiores.—¿Vas con mi hermano, cierto? — Sujetándola del brazo, de manera ruda e innecesaria, otra vez siendo espectadores algunos empleados del área.—¿Le gusta ser el centro de atención?, nos están viendo, ahora gracias a ustedes van a estar comentando y pensando cosas que no son — Él no se había dado cuenta en que momento la había sujetado, ella tenía ese poder de hacerlo en ser irracional, un ser que no e
—Señor Barbieri, me siento halagada y a la vez intrigada sobre su llamado.—Toma asiento, claro, te entiendo— No era un buen día para Gabriel Barbieri, el patriarca del clan, se había sentido cansado de hacía casi una semana, por eso no había ido a la empresa desde hace días.—Muchas gracias.—Voy a ser franco con usted. Quiero pedirle un gran favor, que tal vez te sorprenda, pero es sabido que mi hijo mayor Franco está próximo a tomar un cargo en presidencia y necesito una secretaria tan eficiente como tú para que sea su mano derecha—¡No! — Fue lo primero que salió de su boca, casi como un grito, trató de recobrar la compostura cuando se dio cuenta de que podría ponerse en evidencia. —Disculpe, me refiero a que no puedo. Yo soy relativamente nueva en la empresa, hace cerca de un mes, del cual la mitad fue con entrenamiento. No soy la persona realmente capacitada para algo como eso, hay muchas responsabilidades.—No soy del tipo de hombre que halaguen a sus empleados, pero contigo
—Cuando me lo dijeron, dije, tiene que ser una broma, pero verte aquí, de verdad, es una alegría que puedo explicar.—Gracias, señor—es lo único que ella podía decir, detestaba tanta la sonrisa de suficiencia que se cargaba Franco, lo único bueno que podía estar lejos del ogro—Todo sea mientras en recursos humanos consiguen una nueva empleada a quien pueda asesorar en lo poco o mucho que puedo saber.Ella le hablaba, pero él solo veía, él escote de su vestido traje, veía sus caderas infundadas en esa ropa que le quedaba como guante, era como si algo extraño lo atrajera hacia ella, era sus ojos, el hoyuelo en su mejilla derecha tal cual lo tenía ella, aquella mujer que, para su cabeza, no fue práctica, podría haber dado el mundo a sus pies, pero se rehusó por minucias tontas.—No me gusta que me digan, señor, pero a ti te lo paso. Voy a dar una vuelta por la empresa, puedes quedarte organizando, no sé lo que tenga que organizar.—Señor, debería revisar la agenda de hoy, verificar l
Ella miraba el reloj, esperaba que marcaran las cinco en punto, estaba cansada, ese día había sido más que agotador, no sabía cómo haría como dos semanas en ese trayecto de ir y venir, los hermanos Barbieri la volvían loca, cada uno con su manera de ser, uno por relajado y otro por ser demasiado exigente, pero con este último debía admitir que de alguna manera le gustaba como se retaba a sí mismo, como se esforzaba, como nunca descansaba, siempre buscando una solución sin importar que esto signifique estar importunándola con sus exigencias absurdas.—Ahora quiero el número sesenta y siente—Pero le traje el sesenta y seis y sesenta y ocho tal cual me indico.—Ahora quiero el sesenta y siete y no quiero que andas cruzando ni de chiste a la oficina de mi hermano, tu tiempo es mío hasta tú lo has dicho.—Es insoportablemente buen presidente— Dijo entre dientes, mientras como si una carrera se tratara, tomo su bolso y salía corriendo, podía escuchar como la llamaba, pero sabía que ya ha
—No te necesito, puedes irte con Franco, no creo que tengas problema en acatar mi orden— No era capaz de mirarla, trataba de disimular supuestamente leyendo unos papeles, no había podido dormir bien la noche anterior, de solo pensar que dejo ir una parte de Sam solo, así como así.—Pero se supone que …—No discutiré contigo al respecto, sigue una orden, soy tu jefe después de todo y lo seguiré siendoPor algún motivo que desconocía, la indiferencia, la frialdad, la tenía sin poder creerlo, tan afectada de una manera que no quisiera, lo prefería, obstinado, apasionado hasta gritándole, no así, parco y sin emociones.—Como usted diga SEÑOREstá molesto, sin embargo, no había un motivo ¿Por qué la mando a trabajar con alguien más? ¿Se sentía rechazada? Su mente y su corazón era un torbellino de sensaciones extrañas.—Se supone que eso está bien, para que nadie te ande molestando con sus cosas de hermanos estúpidos y ególatras, cálmate Elizabeth, recuerda, si eso, recuerda, mejor voy a ve
—La veo muy apresurada.—Señor Barbieri, no haga eso.—¿Qué hice?—Acercarse como un fantasma y asustarme, además guarde sus distancias como usted dice QUE NO SOMOS IGUALESÉl estaba tan cerca, que su aliento chocaba con la piel en su cuello, haciendo que los bellos de este se erizaran, su corazón latía tan rápido al tenerlo así de cerca, pero eso era algo que se negaba a admitirlo ni para ella misma.—Habla como si yo le apestara o tal vez …—¿Tal vez qué? —Ella giró el rostro, para inmediatamente arrepentirse, sus labios estaban tan cerca, nariz con nariz.—La ponga nerviosa—No bromee con eso ¿Nerviosa a causa de usted? No me haga reír, con su permiso o sin él, me retiro—Pero antes de dirigirse al ascensor le dijo—Y si lo estuviera seria por lo mal que me cae y que su cercanía me da fastidio, solo lo soporto porque es mi jefe y yo solo una empleada y antes que me refute como lo quiere hacer, son las cinco y dos eso significa que estoy fuera de mi horario de trabajo, otro día se q
—El lugar es bastante discreto. —Indicó Elizabeth, algo sorprendida. Era evidente que a ese tipo de lugar solo asistían hombres que querían ocultar sus actos del mundo.—Claro que sí, no quiero que nos anden molestando, ven, acércate, no muerdo Ladeska, bueno, no si tú quieres — Y ahí estaba la supuesta sonrisa seductora de aquel hombre, que si no lo conociera podría hacer sucumbir a cualquier muchacha ingenua, al parecer este nuevo Franco no necesitaba una carita bonita, cuando se tenía dinero y un buen argumento para que muchas caigan bajo su hechizo, pero estando Elizabeth, una mujer que sabía perfectamente que bajo esa piel de cordero, había un lobo dispuesto a engañarte y aprovecharse de ti.—Si entiendo, lo que pasa es que hace mucho calor aquí, es algo cerrado, ¿no tienes calor?—Claro que tengo calor, puedo decir que estoy ardiendo como un volcán. —Tratando de acercarse, pero ella aprovechaba cualquier excusa, como preguntarle al mesero sobre ciertos tragos, cuánto alcohol ten