—Cuando me lo dijeron, dije, tiene que ser una broma, pero verte aquí, de verdad, es una alegría que puedo explicar.—Gracias, señor—es lo único que ella podía decir, detestaba tanta la sonrisa de suficiencia que se cargaba Franco, lo único bueno que podía estar lejos del ogro—Todo sea mientras en recursos humanos consiguen una nueva empleada a quien pueda asesorar en lo poco o mucho que puedo saber.Ella le hablaba, pero él solo veía, él escote de su vestido traje, veía sus caderas infundadas en esa ropa que le quedaba como guante, era como si algo extraño lo atrajera hacia ella, era sus ojos, el hoyuelo en su mejilla derecha tal cual lo tenía ella, aquella mujer que, para su cabeza, no fue práctica, podría haber dado el mundo a sus pies, pero se rehusó por minucias tontas.—No me gusta que me digan, señor, pero a ti te lo paso. Voy a dar una vuelta por la empresa, puedes quedarte organizando, no sé lo que tenga que organizar.—Señor, debería revisar la agenda de hoy, verificar l
Ella miraba el reloj, esperaba que marcaran las cinco en punto, estaba cansada, ese día había sido más que agotador, no sabía cómo haría como dos semanas en ese trayecto de ir y venir, los hermanos Barbieri la volvían loca, cada uno con su manera de ser, uno por relajado y otro por ser demasiado exigente, pero con este último debía admitir que de alguna manera le gustaba como se retaba a sí mismo, como se esforzaba, como nunca descansaba, siempre buscando una solución sin importar que esto signifique estar importunándola con sus exigencias absurdas.—Ahora quiero el número sesenta y siente—Pero le traje el sesenta y seis y sesenta y ocho tal cual me indico.—Ahora quiero el sesenta y siete y no quiero que andas cruzando ni de chiste a la oficina de mi hermano, tu tiempo es mío hasta tú lo has dicho.—Es insoportablemente buen presidente— Dijo entre dientes, mientras como si una carrera se tratara, tomo su bolso y salía corriendo, podía escuchar como la llamaba, pero sabía que ya ha
—No te necesito, puedes irte con Franco, no creo que tengas problema en acatar mi orden— No era capaz de mirarla, trataba de disimular supuestamente leyendo unos papeles, no había podido dormir bien la noche anterior, de solo pensar que dejo ir una parte de Sam solo, así como así.—Pero se supone que …—No discutiré contigo al respecto, sigue una orden, soy tu jefe después de todo y lo seguiré siendoPor algún motivo que desconocía, la indiferencia, la frialdad, la tenía sin poder creerlo, tan afectada de una manera que no quisiera, lo prefería, obstinado, apasionado hasta gritándole, no así, parco y sin emociones.—Como usted diga SEÑOREstá molesto, sin embargo, no había un motivo ¿Por qué la mando a trabajar con alguien más? ¿Se sentía rechazada? Su mente y su corazón era un torbellino de sensaciones extrañas.—Se supone que eso está bien, para que nadie te ande molestando con sus cosas de hermanos estúpidos y ególatras, cálmate Elizabeth, recuerda, si eso, recuerda, mejor voy a ve
—La veo muy apresurada.—Señor Barbieri, no haga eso.—¿Qué hice?—Acercarse como un fantasma y asustarme, además guarde sus distancias como usted dice QUE NO SOMOS IGUALESÉl estaba tan cerca, que su aliento chocaba con la piel en su cuello, haciendo que los bellos de este se erizaran, su corazón latía tan rápido al tenerlo así de cerca, pero eso era algo que se negaba a admitirlo ni para ella misma.—Habla como si yo le apestara o tal vez …—¿Tal vez qué? —Ella giró el rostro, para inmediatamente arrepentirse, sus labios estaban tan cerca, nariz con nariz.—La ponga nerviosa—No bromee con eso ¿Nerviosa a causa de usted? No me haga reír, con su permiso o sin él, me retiro—Pero antes de dirigirse al ascensor le dijo—Y si lo estuviera seria por lo mal que me cae y que su cercanía me da fastidio, solo lo soporto porque es mi jefe y yo solo una empleada y antes que me refute como lo quiere hacer, son las cinco y dos eso significa que estoy fuera de mi horario de trabajo, otro día se q
—El lugar es bastante discreto. —Indicó Elizabeth, algo sorprendida. Era evidente que a ese tipo de lugar solo asistían hombres que querían ocultar sus actos del mundo.—Claro que sí, no quiero que nos anden molestando, ven, acércate, no muerdo Ladeska, bueno, no si tú quieres — Y ahí estaba la supuesta sonrisa seductora de aquel hombre, que si no lo conociera podría hacer sucumbir a cualquier muchacha ingenua, al parecer este nuevo Franco no necesitaba una carita bonita, cuando se tenía dinero y un buen argumento para que muchas caigan bajo su hechizo, pero estando Elizabeth, una mujer que sabía perfectamente que bajo esa piel de cordero, había un lobo dispuesto a engañarte y aprovecharse de ti.—Si entiendo, lo que pasa es que hace mucho calor aquí, es algo cerrado, ¿no tienes calor?—Claro que tengo calor, puedo decir que estoy ardiendo como un volcán. —Tratando de acercarse, pero ella aprovechaba cualquier excusa, como preguntarle al mesero sobre ciertos tragos, cuánto alcohol ten
Ella mordió los labios de Bastian haciéndolo sangrar y, a la vez que con ambas palmas abiertas lo alejaba tocando su pecho, no podía dejar que todo eso siguiera, los traumas estaban ahí, las barreras que siempre pensó nunca podrían derrumbar.—¡Basta!—¡Loca! — gritó con rabia, tocándose los labios y comprobando lo que ya sospechaba, estaba sangrando.—No debiste besarme.—¿Qué yo te besé, dices? No me hagas reír, fuiste tú quien me tomo de la chaqueta y me beso, yo soy hombre después de todo — Como si eso fuera cierto, no había besado a otra mujer que no fuera Sam en muchos años, con ella tuvo una relación de cinco años sumado a los tres de su muerte, era prácticamente diez años que su boca no tocaba otra, debería sentirse culpable, pero solo tenía rabia, porque su cuerpo se estaba dejando llevar y ella no lo hubiera detenido, estaba seguro de que hubiera perdido la cordura y la hubiera hecho suya en ese instante, en ese inhóspito lugar, cada beso lo llevaba al cielo de ida y regreso
No podría ser verdad, en su cabeza, aquellas palabras, aquella conversación que oyó, daba vueltas una y otra vez.—¿Quién es ella? No entiendo ni una mierda de lo que ha pasado, pero solo una persona me puede dar respuestas.No estaba Elizabeth, así que muy a su pesar era Franco quien podía aclarar la oscuridad que reinaba en su mente.—Tenemos que hablar.—No tengo nada que hablar contigo, déjame en paz Bastián— Tomando un trago de whisky para luego arrojarlo contra la pared, se sentía frustrado, con rabia, engañado, maldecía no haberse dado cuenta antes, pero luego empezó a reír, como si se le hubiera salido un tornillo o la ferretería completa, un trago, otro trago y Bastián presenciando todo en silencio, era como ver una casa de naipes caer lentamente.—Sigue, no te preocupes.—¿Soy tu payaso? Te dije que te fueras, pensé que te habías ido, déjame tranquilo.—¿Qué te hicieron? — Franco intentó acercársele, pero ya el licor para el que tenía poca tolerancia estaba en su sistema,
—Hable con mi padre, no hay problema con eso.—Como usted diga.—¿Se siente bien? — Acercándose a ella, quien estaba sentada dentro de su oficina. Elizabeth no podía creerlo, estaba tan tranquilo, no explotaba, no la atacaba. En cambio, se mostraba dócil, demasiado manso, lo cual era totalmente contrario a su personalidad.—Sí, señor, ¿Está enfermo? —Toco su frente para verificar que no tuviera fiebre.—No, pero gracias por preocuparte—Acariciando su mano, para bajarla, era algo torpe, pero según él estaba intentando conquistarla, pero, aunque quería actuar natural, verla a los ojos de esa forma, estaba siendo tan hipnótico que por poco y perdía la noción de su propósito.—Mejor me retiro a hacer mis deberes.—Vas a caer, te lo aseguro, Elizabeth, vas a caer y cuando eso, pase, le demostraré a mi querido hermano, que yo también le puedo quitar lo que tanto ama, ¡Maldita sea, estás tan hermosa! No sé qué me pasa, vamos, Bastián, sabes qué quieres, vengarte del desgraciado que dice se