Alex y Kim han sido amigos desde niños. Ella es extrovertida, le encanta salir de fiesta y no sabe lo que la palabra orden significa. Él es callado, ordenado en extremo y un genio de la computación que prefiere quedarse en casa diseñando programas en lugar de salir. Pero cuando Alex hace una confesión, y las reglas de su relación cambian, descubren que el amor puede ser dulce y apasionado, pero también doloroso y devastador. Corazones rotos, una amistad que termina y una decisión que marca la diferencia en su futuro. ¿Qué pasará entre Alex y Kim? ¿Podrán reparar lo que un día se rompió o ya es demasiado tarde para ellos?
Leer másCuatro años después—¡Feliz cumpleaños, florecita! —Le dije a nuestra hija cuando entramos a su habitación. Giselle sonrió y se levantó de la cama dando saltos emocionados. Le cantamos el Happy Birthday y al final sopló la vela con el número cuatro que estaba en el centro de un pastel rosa.Cargué a mi hija y la llevé en brazos hasta la cocina. La dejé en una silla alta frente a la encimera y me senté a su lado. Kim se encargó de cortar el pastel y de darnos un trozo a cada uno.Mientras comía, Giselle se ensució la cara con la cubierta rosa del pastel y le tomé una fotografía, que compartí en Instagram, Facebook, Twitter y Pinterest. Sí, era un padre de esos.—¿Hoy es mi fiesta, papi? —preguntó con pícaros parpadeos. Sus oji
Kim20 de diciembre de 2016Tres meses despuésToda nuestra vida cambió de la mejor manera cuando Giselle nació. No mentiré, al inicio fue muy caótico, dormíamos poco en la noche y parecíamos zombis en el día. Sí, los dos, porque Alex se quedaba despierto conmigo cuando la alimentaba y se levantaba cada vez que yo lo hacía para atender a nuestra hija. Pero encontramos un equilibrio; él dormía en las noches y la cuidaba en el día mientras yo descansaba. Ahora todo parecía un poco menos desastroso. No perfecto, pero sí mejor.Tres semanas atrás, nos mudamos a una preciosa casa en las afueras de Chicago. Alex la había comprado hacía cinco meses, pero no estuvo lista hasta ahora. Nuestro plan era instalarnos antes de que naciera Giselle, pero su nacimiento se precipitó y nuestros planes debiero
AlexEn qué estaba pensando cuando la dejé continuar con su relato. Sabía que no era buen momento, pero no hice nada para detenerla y ahora su herida sangraba. ¿Y si debían llevarla de nuevo al quirófano?Me acerqué a ella con cautela y tomé su mano. Estaba helada como un pedazo de hielo. Maldije en mi interior y cubrí sus dos manos con las mías, tratando de que entraran en calor. Ella me observaba en silencio y, en algunos momentos, hipaba; su gesto mostrando el dolor que eso le provocaba.—Alex, perdóname…—¡Shhh! No hablaremos más de esto hasta que estés bien —impuse serio. Estaba demasiado preocupado por ella; también decepcionado y herido por lo que hizo, pero no era el mejor momento para hablar de ese tema.—¿Me odias? —murmuró, conteniendo las ganas de llorar.En ese momento, el m&e
KimLloré en silencio mientras me preparaban para la cesárea de urgencia. Temía que mi bebé no lo lograra, que fuera demasiado tarde para ella. El médico me dijo que estaba sufriendo; que siendo prematura, corría un gran riesgo de morir, y estaba convencida de que era mi culpa, de que el estrés por la discusión con Alex provocó que el parto se adelantara.Si no le hubiera mentido, de haber sido sincera con él, nada de esto estaría pasando. —Tranquila, cariño. Tu esposo se está preparando para entrar contigo —dijo Lucy, la enfermera que me llevó a la sala donde me examinó el médico. Ahora nos encontrábamos en una habitación distinta. Me había cambiado mi vestido por una bata quirúrgica, me puse un gorro y cubre pies; me colocaron una vía en el brazo derecho y un brazalete en mi brazo izquierdo par
AlexMi ruptura con Amanda fue peor de lo que imaginé. Gritó, maldijo, rompió cosas y me deseó toda la infelicidad del mundo. En un momento, pensé que su cabeza giraría como la de la chica de El Exorcista. En serio. La mujer estaba como poseída o una mierda así. Sabía que me había comportado como un imbécil, que tenía todo el derecho de sentirse lastimada, enojada y traicionada por mí, pero su reacción fue bastante perturbadora.Cada uno de mis intentos por calmarla la alteraba más. Me gritaba que no me atreviera a pedirle perdón, que dejara de mirarla con lástima o como si estuviera loca. Comenzaba a desesperarme. Quería irme de ahí y volver con Kim, pero no podía dejar a Amanda en ese estado, sin importar si su reacción era verdadera o un intento de manipulación para que me quedara a su lado.Desespe
KimEra obvio que Alex le diría a sus padres que nos habíamos casado, y más al enterarse de mi embarazo, pero no contaba con que decidiría volar directo desde Las Vegas para hacerlo. No estaba preparada para enfrentar a su familia, sobre todo por las mentiras que seguía ocultando, que eran como una guillotina colgando sobre mi cabeza.Tú puedes con esto. Ya convenciste a Alex, no debería ser más difícil con sus padres, me dije mientras el taxi se detenía delante de la casa.—Bien, aquí vamos —dijo Alex con una sonrisa y me dio un beso en los labios.Alex se encargó de nuestro equipaje y me condujo por un sendero de piedras que llevaba hasta el pórtico de la casa. Era una típica vivienda de los suburbios hecha de madera, con una chimenea, techo triangular, jardín cuidado y bonitas flores adornándolo. Un juego de escaleras est
AlexCaminaba nervioso en el interior de la capilla mientras esperaba la llegada de Kim. Nos habíamos separado cinco horas atrás y la ansiedad me estaba matando. No dudaba de que llegara, sabía que lo haría, pero comenzaba a pensar que fue una mala idea dejarla a cargo de esa tal Marian, una de las vendedoras de la tienda donde escogió su vestido de novia. Le ofrecí una gran suma para que ayudara con todo eso de la preparación y me prometió tenerla a la hora puntual. Solo se habían retrasado cinco minutos, pero un minuto parecía una eternidad.Estaba por marcar por tercera vez el número de Marian cuando la mujer apareció en la puerta principal de la capilla. Su sonrisa y su dedo pulgar apuntando hacia arriba fue lo que necesité para saber que Kim estaba lista para caminar al altar y darme el sí.Mi corazón fue el primero en agitarse, seguido de un muy inquiet
KimNo caminaba, flotaba junto a Alex en el lobby de aquel lujoso hotel. Él me amaba lo suficiente para querer casarse conmigo a menos de un día de mi regreso y yo estaba que no cabía en mí de tanta felicidad. Mis labios dolían de lo mucho que estaba sonriendo. Ese momento sería único, quería disfrutarlo y, para hacerlo, tenía que apagar la voz que gritaba en mi cabeza: «Confiesa». Sabía que iniciar un matrimonio con engaños no era correcto, pero no podía decirle la verdad, él me odiaría, me alejaría de su lado, y no quería perderlo.Alex me dio un beso en los labios antes de soltar mi mano para ocuparse de nuestro registro en el hotel. Me quedé atrás y miré alrededor, maravillada por los detalles de aquel precioso lugar. La mezcla de blanco, dorado y marfil –junto con las luces amarillas que iluminaban
AlexEn contra de todos mis instintos, abandoné la habitación donde se hospedaba Kim. Ella no parecía darse cuenta de lo mucho que me afectaba tenerla cerca y lo tanto que deseaba tocar su piel y besar cada parte de ella. Pero cómo iba a saberlo, si ni era capaz de admitir que seguía amándola. No lo hacía porque necesitaba estar seguro de que en verdad estaba en Chicago por mí y no por lo que mi dinero podía ofrecerle, antes de abrirle una vez más el corazón que había lastimado años atrás. Entendí sus motivos y, en cierta forma, le daba la razón, pero hubiera preferido que me dijera la verdad y quizás así habríamos encontrado la manera de hacerlo funcionar. También me sentía en parte responsable por no haber luchado con más fuerza, por no enfrentarla aquella tarde cuando la vi con ese chico, pero ya nada pod