Kim
¡Dios! Eso fue tan humillante.
No podía creer que Max casi admitiera delante de Alex y Brady lo que había pasado esa noche en su habitación. Decirlo lo habría dejado en un peor lugar a él que a mí, pero no quería que nadie lo supiera nunca. Y si antes creía que era un imbécil, después de ver que empujaba y amenazaba a Alex, no tenía ninguna duda.
—Kim… —dijo Alex detrás de mí en voz baja.
Cerré los ojos y negué con la cabeza. No podía hablar con él. No delante de tantos testigos.
Me senté en el pupitre frente a mí y enfoqué la mirada en la mesa color marfil que tenía delante. La fórmica estaba rayada con marcador indeleble en distintos puntos de la mesa; nombres, fechas y frases estúpidas escritas por estudiantes sin capacidad de conse
AlexApoyé mi frente sobre la de Kim y exhalé. Esperaba que fuera verdad lo que dijo, que su relación con Max estaba terminada para siempre, ya que si volvía con él después de lo que acababa de pasar entre nosotros, quedaría totalmente devastado. Porque existía esa posibilidad, ella misma lo dijo, todo estaba sucediendo muy rápido y solo dos días atrás lo besaba a él. Estuve ahí cuando pasó.—Alex, deberías regresar a la escuela, te meterás en problemas —dijo, sus labios próximos a los míos, tan cercanos que con un minúsculo movimiento los estaría besando.—¿Y tú? —pregunté, renunciando a su cercanía para mirar sus ojos.—No quiero volver ahí, al menos no hoy. —Sus bonitas pupilas perdieron su luz, llenándose de tristeza.
KimHabía pasado un mes desde que Alex y yo nos besamos en su habitación, y lo seguimos haciendo todos los días. Nuestros besos eran cada vez más sensuales y atrevidos. Muchos, terminaban conmigo en su regazo y sus manos explorando mi espalda por debajo de mi camiseta. Alex era muy cuidadoso, trataba de no ir muy lejos y de no tocar partes íntimas de mi cuerpo. Sabía que lo deseaba. Había sentido muchas veces la tensión debajo de sus jeans y disfrutado del roce de mi pelvis contra su excitación, pero eso había sido todo. ¿Por qué no intentaba nada más? No estaba segura. Quizás no sabía qué hacer, o tal vez estaba asustado. De cualquier forma, disfrutaba mucho de nuestras sesiones candentes de besos.En cuanto a Max, se me acercó un par de veces y me rogó que volviera con él, pero mi respuesta siempre era no. No volver&iac
AlexMe sentí tan avergonzado por acabar en mis pantalones que no podía mirar a Kim a los ojos. ¿Qué iba a pensar de mí?Que tenía un problema. Eso pensaría.No podía creer que me pasara eso. Todo iba bien, muy bien, y lo arruiné todo. No podía quedarme ahí, inmóvil, tenía que reaccionar de alguna forma, demostrarle que era un hombre y no un chico tonto e inexperto… aunque lo era.Abracé a Kim y le di un beso en el costado de su cabeza mientras acariciaba la piel suave de su espalda.Seguíamos dentro de esa burbuja cursi y romántica cuando el sonido de la puerta me alertó. ¡Mi familia había llegado! Aparté a Kim con más brusquedad de la que había planeado, busqué su brasier y su camiseta en el suelo, se la tendí y tomé su mano para llevarla a las andadas a mi habitaci&oa
Kim—¡Kim! ¿Qué pasó con Alex? ¿Dónde está? —preguntó la señora Donovan cuando llegó al hospital. Lo habían trasladado en una ambulancia desde la escuela y me dejaron subir con él para hacerle compañía. Sostuve su mano todo el camino y le pedí que por favor despertara. Él parecía dormido, se veía sereno y tranquilo, pero no estaba bien. Lo sabía. Max lo había golpeado muy fuerte, lo pateó como a un animal, a pesar de mis intentos por detenerlo.—Max lo golpeó y perdió el conocimiento —recité como una autómata. Había llorado tanto que no tenía más lágrimas para derramar. No fui capaz ni de mirarla a los ojos, no podía. Alex estaba en el hospital por mi culpa.—Creo que está en shock. —Le dijo a alguien, no
AlexMi cabeza estaba llena de teoría, había tenido bastante práctica con la palma de mi mano, pero no estaba seguro de si algo de eso me serviría para lo que estaba a punto de suceder. Tenía a Kim en ropa interior, debajo de mí, dispuesta a entregarme su virginidad porque confiaba en mí. No podía defraudarla, tenía que ser lo que ella esperaba y mucho más.Con mi corazón latiendo fuerte, y mis manos temblando involuntariamente, comencé mi travesía por el sensual cuerpo de la chica que amaba con todo mi corazón. Desnudé sus pechos, acariciándolos con mis manos y dedos hasta endurecer sus puntas. Se sentían suaves y esponjosos, encajaban a la perfección en mis palmas. Fueron hechos para mí. Lamí sus protuberancias, una a una, y le di una suave mordida a la izquierda. Kim gimió y mi corazón se sacudi&oa
KimMis últimos días en Kansas pasaron más rápido de lo que esperaba. No estaba lista para decirle adiós a Alex. No lo estaría nunca. Había vivido sobre su piso durante los últimos nueve años, compartí con él mi infancia, mi adolescencia, y fue con él que descubrí lo que era sentirse amada, realmente apreciada. Y no solo lo digo por el sexo, que fue maravilloso y especial, sino por todo el conjunto: él diciéndome te amo; él defendiéndome de Max; él sabiendo cuándo necesitaba a Stevie Wonder o qué significaba que escuchara a James Brow… Lo extrañaría cada segundo.No me iba al otro lado del mundo, pero estaríamos separados por veinticinco horas de camino en auto y eso para mí era demasiado. Por eso quise terminar con él, porque no creía en las relaciones a distancia y
Parte IITodo cambióAlexDiez años después…Globos de corazones, flores, y todas esas tonterías cursis de San Valentín adornaban los locales de Chicago. No celebraba ese estúpido día. Bueno, lo hice alguna vez, pero nunca se trató de regalar chocolates o dar flores, ese día cumplía años Kim, la chica de la que estuve enamorado como idiota por años. Hasta que, sin ningún tacto ni sentimiento de culpa, terminó conmigo por mensaje de texto. ¡Por un jodido mensaje! ¿Pueden creerlo? Sí. Me dejó por otro tipo que había conocido en Maine. Esa mierda no la vi venir. Tanto decirme te amo, prometerme que su corazón era mío, ¿para dejarme por un recién llegado a su vida que nunca la amaría como yo? No, eso tenía que ser mentir
KimAlex me miró impávido por lo que parecieron muchos minutos. ¿No entendía mi petición? ¿No se daba cuenta de lo mucho que deseaba que me tocara? Lo había añorado durante diez largos años y, cuando al fin lo hallé, cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, no hubo nada más que reproches. ¿Me lo merecía? Tal vez sí, lo había lastimado, pero él también lo hizo al no volver por mí. O al menos, intentar luchar. Ahora sabía que me había visto con Daniel aquella tarde, eso explicaba muchas cosas. ¿Pero por qué se dio por vencido tan fácilmente? Eso era lo que helaba mi alma.La pesimista que vivía en mí decía que él se sentía aliviado por mi decisión, pero otra porción de mí, la que guardaba un poco de esperanza, creía que un dí