Kim
Mis últimos días en Kansas pasaron más rápido de lo que esperaba. No estaba lista para decirle adiós a Alex. No lo estaría nunca. Había vivido sobre su piso durante los últimos nueve años, compartí con él mi infancia, mi adolescencia, y fue con él que descubrí lo que era sentirse amada, realmente apreciada. Y no solo lo digo por el sexo, que fue maravilloso y especial, sino por todo el conjunto: él diciéndome te amo; él defendiéndome de Max; él sabiendo cuándo necesitaba a Stevie Wonder o qué significaba que escuchara a James Brow… Lo extrañaría cada segundo.
No me iba al otro lado del mundo, pero estaríamos separados por veinticinco horas de camino en auto y eso para mí era demasiado. Por eso quise terminar con él, porque no creía en las relaciones a distancia y
Parte IITodo cambióAlexDiez años después…Globos de corazones, flores, y todas esas tonterías cursis de San Valentín adornaban los locales de Chicago. No celebraba ese estúpido día. Bueno, lo hice alguna vez, pero nunca se trató de regalar chocolates o dar flores, ese día cumplía años Kim, la chica de la que estuve enamorado como idiota por años. Hasta que, sin ningún tacto ni sentimiento de culpa, terminó conmigo por mensaje de texto. ¡Por un jodido mensaje! ¿Pueden creerlo? Sí. Me dejó por otro tipo que había conocido en Maine. Esa mierda no la vi venir. Tanto decirme te amo, prometerme que su corazón era mío, ¿para dejarme por un recién llegado a su vida que nunca la amaría como yo? No, eso tenía que ser mentir
KimAlex me miró impávido por lo que parecieron muchos minutos. ¿No entendía mi petición? ¿No se daba cuenta de lo mucho que deseaba que me tocara? Lo había añorado durante diez largos años y, cuando al fin lo hallé, cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, no hubo nada más que reproches. ¿Me lo merecía? Tal vez sí, lo había lastimado, pero él también lo hizo al no volver por mí. O al menos, intentar luchar. Ahora sabía que me había visto con Daniel aquella tarde, eso explicaba muchas cosas. ¿Pero por qué se dio por vencido tan fácilmente? Eso era lo que helaba mi alma.La pesimista que vivía en mí decía que él se sentía aliviado por mi decisión, pero otra porción de mí, la que guardaba un poco de esperanza, creía que un dí
Alex—Joder, Alex. No puedo creer que hicieras eso. Soy tu fan. —Brady hizo chocar nuestras cervezas, como un brindis, y luego llegó al fondo de la botella en un trago profundo.—No es algo de lo que me sienta orgulloso —murmuré cabizbajo. Mi intención no era herir a Kim, por mucho que hubiera deseado hacerlo en el pasado.—¿Por qué no? Esa perra pagó por lo que te hizo.—¡No vuelvas a decirle así! —gruñí, haciendo chocar mi cerveza contra la barra del bar.—Calma, hombre. No pensé que seguías enamorado de ella.—No lo estoy —repliqué.Mi amigo elevó las cejas, burlándose de mi negación.—Me voy a casar con Amanda.—¿Y eso qué?—Cierra la boca, Brady —advertí de mal humor.—Me callo entonc
KimSeguí a Amanda hasta una habitación más pequeña que la de Alex, pero sin duda más grande que el lugar donde me estuve quedando los últimos meses. No había punto de comparación, en realidad. Tenía amplios ventanales que ofrecían una hermosa vista a la ciudad de Chicago, una cama tamaño matrimonial en el centro, acompañada a cada lado por mesas de noche con bonitas lámparas sobre ellas, y las paredes estaban perfectamente pintadas en un tono crema muy sutil y decoradas en puntos estratégicos con cuadros de paisajes coloridos, muy hermosos.—Puedes tomar una ducha si quieres, en el baño hay todo lo que necesitas. —Lo dijo más como una imposición que como una sugerencia.Ante su tono, y la mirada de lástima que dirigió hacia mí, me sentí pequeña, como un insecto que podía pis
AlexEn contra de todos mis instintos, abandoné la habitación donde se hospedaba Kim. Ella no parecía darse cuenta de lo mucho que me afectaba tenerla cerca y lo tanto que deseaba tocar su piel y besar cada parte de ella. Pero cómo iba a saberlo, si ni era capaz de admitir que seguía amándola. No lo hacía porque necesitaba estar seguro de que en verdad estaba en Chicago por mí y no por lo que mi dinero podía ofrecerle, antes de abrirle una vez más el corazón que había lastimado años atrás. Entendí sus motivos y, en cierta forma, le daba la razón, pero hubiera preferido que me dijera la verdad y quizás así habríamos encontrado la manera de hacerlo funcionar. También me sentía en parte responsable por no haber luchado con más fuerza, por no enfrentarla aquella tarde cuando la vi con ese chico, pero ya nada pod
KimNo caminaba, flotaba junto a Alex en el lobby de aquel lujoso hotel. Él me amaba lo suficiente para querer casarse conmigo a menos de un día de mi regreso y yo estaba que no cabía en mí de tanta felicidad. Mis labios dolían de lo mucho que estaba sonriendo. Ese momento sería único, quería disfrutarlo y, para hacerlo, tenía que apagar la voz que gritaba en mi cabeza: «Confiesa». Sabía que iniciar un matrimonio con engaños no era correcto, pero no podía decirle la verdad, él me odiaría, me alejaría de su lado, y no quería perderlo.Alex me dio un beso en los labios antes de soltar mi mano para ocuparse de nuestro registro en el hotel. Me quedé atrás y miré alrededor, maravillada por los detalles de aquel precioso lugar. La mezcla de blanco, dorado y marfil –junto con las luces amarillas que iluminaban
AlexCaminaba nervioso en el interior de la capilla mientras esperaba la llegada de Kim. Nos habíamos separado cinco horas atrás y la ansiedad me estaba matando. No dudaba de que llegara, sabía que lo haría, pero comenzaba a pensar que fue una mala idea dejarla a cargo de esa tal Marian, una de las vendedoras de la tienda donde escogió su vestido de novia. Le ofrecí una gran suma para que ayudara con todo eso de la preparación y me prometió tenerla a la hora puntual. Solo se habían retrasado cinco minutos, pero un minuto parecía una eternidad.Estaba por marcar por tercera vez el número de Marian cuando la mujer apareció en la puerta principal de la capilla. Su sonrisa y su dedo pulgar apuntando hacia arriba fue lo que necesité para saber que Kim estaba lista para caminar al altar y darme el sí.Mi corazón fue el primero en agitarse, seguido de un muy inquiet
KimEra obvio que Alex le diría a sus padres que nos habíamos casado, y más al enterarse de mi embarazo, pero no contaba con que decidiría volar directo desde Las Vegas para hacerlo. No estaba preparada para enfrentar a su familia, sobre todo por las mentiras que seguía ocultando, que eran como una guillotina colgando sobre mi cabeza.Tú puedes con esto. Ya convenciste a Alex, no debería ser más difícil con sus padres, me dije mientras el taxi se detenía delante de la casa.—Bien, aquí vamos —dijo Alex con una sonrisa y me dio un beso en los labios.Alex se encargó de nuestro equipaje y me condujo por un sendero de piedras que llevaba hasta el pórtico de la casa. Era una típica vivienda de los suburbios hecha de madera, con una chimenea, techo triangular, jardín cuidado y bonitas flores adornándolo. Un juego de escaleras est