Kim
Rompí el beso cuando se estaba convirtiendo en demasiado. No me gustaba que la gente tuviera sus ojos en mí mientras era besada, mucho menos Alex. ¿Por qué me importaba? No lo sabía a ciencia cierta, pero lo hacía.
Los dedos ásperos de Max se unieron a los míos y me llevó casi a las andadas hacia el interior, cruzando el recibidor, el corredor y la sala de estar hasta llegar al salón de entretenimientos, al fondo de la casa, bajando las escaleras. Miré hacia atrás y noté que Alex y Maya nos seguían. Fue un alivio. Max estaba tan ansioso por llevarme a la fiesta que no me dio oportunidad de decirles que me siguieran.
—Baila conmigo, bebé. Te ves jodidamente sexy y quiero mucho de ti sobre mí —pronunció con voz ronca, cerca de mi oído. Los vellos de mi nuca se encendieron por la proximidad de su aliento y de su boca. Él había estado en ese sector muchas veces, lamiendo, besando y mordisqueando, y la sensación era excitante.
—Dame unos segundos.
—Tienes diez. Iré por ti al segundo once —advirtió con voz áspera. Sabía por qué. Él tenía un profundo resentimiento hacia Alex por todo eso de ser mejores amigos, caminar juntos a la escuela, compartir todas las clases y, por supuesto, vivir a un piso de distancia. Eso sin que supiera que usábamos nuestras ventanas como puertas y que nos visitábamos a diario en nuestras habitaciones.
Asentí y caminé rápido hacia mis invitados. Estaban de pie junto a la entrada mirando con escepticismo la locura que se desarrollaba en aquel espacio reducido. No era tan pequeño, pero no lo suficientemente amplio para lo que sesenta estudiantes frenéticos hacían. Bailar, beber, saltar, gritar…, era una jauría de demencia, y apenas iniciaba.
—Al fondo hay bebidas, pueden tomar algunas. O si prefieren, pueden bailar. Si les abruma aquí, suban a la sala o salgan al patio. No importa, solo diviértanse. —Esbocé una sonrisa simpática –aun cuando no estaba muy feliz de ver a Alex con Maya– y volví a Max antes de que viniera por mí con su espectáculo de macho alfa.
—Aquí está mi chica —dijo cuando estuve frente a él. Me apretó contra su musculoso cuerpo, inclinando mi cabeza sobre su pecho, y dio inicio a un baile nada acorde con la música que sonaba en los altavoces. Nos balanceamos uno sobre el otro por lo que duró la canción. Fue un momento dulce y a la vez extraño. Max nunca había bailado de esa forma tan cariñosa conmigo. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso intuía que algo estaba cambiando en mi interior? Porque, aunque lo quisiera negar, mis sentimientos estaban en un momento raro. Quería a Max, pensaba en él, disfrutaba de sus besos y caricias, pero también me sentía a gusto con Alex. Y esa noche había experimentado algo que jamás había sentido estando con él: celos. Sí. Odié cada cosa que hizo cerca de Maya. Incluso, que me pidiera que me cambiara de lugar en el auto. Yo era su Kitty. Yo viajaba a su lado siempre.
—¿Qué dices, bebé? —preguntó Max.
—Umm… ¿Sí? —No sabía qué había dicho, por eso mi respuesta fue tan ambigua.
—Gracias, bebé. Te prometo que te haré sentir muy bien —susurró con voz seductora.
¿Sentirme bien con qué? ¿A qué dije sí?
—Espera, Max —pedí cuando comenzó a llevarme hacia las escaleras. No me escuchó, le habían subido el volumen a la música y mi voz era muy suave. Tampoco podía zafarme, su mano sujetaba con fuerza mi muñeca mientras tiraba de mí. Miré a los lados, buscando a Alex, pero no lo veía. Quizás había subido como sugerí, o tal vez estaba perdido entre la multitud, bailando con Maya. No estaba segura.
Cuando estuvimos fuera del salón, sin que la música y los gritos me impidieran hablarle a Max, le pregunté que a dónde me llevaba.
—A mi habitación. Lo acabamos de hablar, ¿recuerdas?
—¿No crees que es descortés abandonar tu propia fiesta?
—A la m****a la fiesta. Solo quiero estar contigo, bebé. —Sostuvo mi rostro con sus manos y me dio un beso tierno en los labios.
Me derretí.
Él ejercía algún poder sobre mí que me abatía. Sabía qué y cómo hacer para hacerme sentir voluble y dispersa.
—Solo unos minutos. No quiero que todos piensen que estuvimos… ya sabes… haciéndolo —dije ruborizada.
—No te preocupes, Kim. Nadie hablará m****a de ti sin pagar por ello. Ninguno se metería con mi chica.
Estuve de acuerdo. Confiaba en la palabra de Max y estaba segura de que me defendería de cualquiera que intentara sabotearme.
Subimos las escaleras y cruzamos el pasillo hasta llegar a la segunda puerta a la izquierda. Max la abrió y deslizó su mano por mi espalda con sutileza, invitándome a pasar. La luz cobró vida cuando él presionó el interruptor, develando una pulcra y colorida habitación de paredes azul océano, decorada con afiches de fútbol y banderines de la Universidad de Stanford, su mejor opción para una beca deportiva y su enlace a la NCAA[1]. Me había hecho una experta del asunto de reclutamiento y becas deportivas de las veces que él lo había mencionado.
—¿Qué te parece? —Me abrazó por la espalda, inclinando su cabeza entre mi hombro y cuello.
—Es bonita y muy ordenada —contesté un poco asombrada. No pensaba que Max y orden fueran palabras que se podían enlazar.
—No me importaría desordenarlo un poco. —Mi corazón se aceleró con su insinuación. No era estúpida, sabía que no me llevaba ahí para mostrarme su habitación, pero sentirlo tan cerca lo había hecho más real.
—Max… —jadeé con el aliento saturado de excitación. Sus labios y lengua estuvieron jugueteando entre mi cuello y oreja mientras mi mente vagaba en pensamientos discordantes, y se sentía bien. Muy, muy bien.
—¿Quieres que me detenga? —preguntó, su mano deslizándose por el escote de mis pechos. No respondí. Me gustaba lo que estaba pasando y quería probar qué tan lejos podía llegar antes de tener que pedirle que parase—. Tú mandas aquí, bebé. No lo dudes ni un segundo.
Asentí y me dejé llevar por sus consecuentes caricias. Una parte de mí se sentía curiosa por lo que era capaz de hacer y la otra se pregunta de dónde venía su conocimiento.
Con un giro inesperado, me enfrentó hacia él y tomó mi boca por asalto. Su lengua rozaba el interior de mi boca con hambrienta necesidad. Habíamos compartido besos intensos, pero ese era… incomparable. Sentía que mi cuerpo se calentaba y electrizaba ante su toque. Era una sensación adictiva que se nutría con cada uno de sus hábiles movimientos. Sus manos en mi espalda, cintura, trasero…, los estaba acunando con las palmas de sus manos, empujándome hacia la dureza que había crecido debajo de sus jeans. Mi excitación comenzó a deslizarse en la parte baja de mi pelvis, humedeciendo la tela de algodón de las bragas amarillas que me había puesto antes de salir de casa.
«Estás tan húmeda, nena», había leído en un sinfín de historias que había devorado hasta altas horas de la noche, pero era la primera vez que lo vivía mientras era tocada por un chico. ¿Qué sentiría si los dedos de Max me exploraban?, ¿gritaría extasiada?, ¿suplicaría como esas chicas en los libros?, ¿me dolería?, ¿él mencionaría lo dulce que es mi esencia mientras se lamía los dedos? Preguntas, tenía cientos de preguntas y para responderlas tenía que dejarme llevar.
—Quiero probarte, bebé —murmuró en mi oído mientras deslizaba una de sus manos por mis caderas, trazando un camino hacia mi pelvis.
¡Ay, Dios! Significa… su boca ahí.
Eso me recordó la conversación con Alex, la turbación en sus ojos y el temblor de sus labios cuando me preguntó si Max había intentado algo así. ¿Por qué le afectó tanto? ¿Era su instinto protector saliendo a flote o había celos involucrados?
—Bebé… —instó, esperando mi respuesta.
Demonios. ¿Cómo se metió Alex en mis pensamientos mientras estoy toda caliente por Max?
—Yo nunca… ¿Tú sí? —Lo miré a los ojos, encontrando la clara respuesta en ellos. Lo había hecho, había besado a otras chicas en el lugar que él quería probar. Y no lo juzgaba, Max era un chico atractivo y había tenido novias antes de mí, fui consciente de eso desde antes de convertirme en su novia.
—Pero ellas no eran como tú, Kim. A ellas no las amaba. —Su voz fue consecuente y tierna. Intentaba convencerme de algo de lo que no había dudado jamás. Sabía que me quería.
—Lo siento, Max. —Estaba excitada y muy curiosa por lo que podía experimentar, pero no me sentía preparada para dar ese paso.
—¡Maldita sea, Kim! ¿Para qué demonios me dejaste traerte aquí si no querías hacerlo? —reclamó, soltándome con un empujón.
Me tambaleé un poco hacia a un lado, pero logré estabilizarme, evitando una caída que me habría lastimado. Sin embargo, dentro de mí, algo se había fragmentado y dolía más que cualquier herida física.
—¡Eres un imbécil! —Le grité, sintiendo la humedad de las lágrimas descendiendo por mi rostro. No podía creer que Max fuera capaz de gritarme y empujarme solo porque me negué a hacer lo que pedía.
—Mierda, bebé… —dijo con un tono de arrepentimiento e intentó acercarse a mí, pero le rehuí. Sus ojos se habían llenado de culpa y temor, pero no iba a darle otra oportunidad. Vi esa mirada mil veces en mi padre, escuché una y otra vez que le pedía perdón a mi madre por golpearla e insultarla, pero siempre lo volvía a hacer, y no iba a permitir que nadie me tratara de esa forma. Él no me tocaría nunca más.
—Se acabó, Max. Lo nuestro termina aquí. —Corrí hacia la puerta y abandoné su habitación sin mirar atrás.
—¡Kim! ¡Joder, Kim! ¡Detente! —gritó detrás de mí.
No me detuve. Estaba muerta de miedo y temía que si me alcanzaba me hiciera daño. Él era grande y fuerte, podía inmovilizarme sin ninguna dificultad.
Bajé las escaleras con prisa, saltando de dos en dos los peldaños, y pronto me encontré en la planta baja y volví a correr rumbo a la salida. Lágrimas nublaban mi visión y el dolor inconfundible de un corazón roto rasgaba mi pecho.
—¿Kim? ¿Qué pasó? —preguntó Alex cuando tropecé contra él. Estaba tan enfocada en salir de ahí que no lo noté.
—Llévame a casa, por favor —pedí entre sollozos.
—Te llevaré, pero dime qué pasó. —La preocupación estaba presente en su voz y en su mirada.
—Alex, por favor. Sácame de aquí. —No tenía tiempo de explicarle lo que había pasado. Ni siquiera sabía si quería hacerlo.
—¡Kim, espera! —demandó Max cuando me alcanzó en el recibidor.
Negué con la cabeza. No quería hablar con él.
—No te acerques a ella —advirtió Alex, interponiéndose entre Max y yo como un escudo protector.
—Esto no es tu puto problema, Donovan. —Discrepó iracundo. Sus ojos ardían en llamas y sus puños estaban tan apretados que gruesas venas se marcaban en sus dorsos.
Temblé de miedo. No quería que Alex saliera lastimado en toda esa situación.
—Intentaré calmarlo. —Le susurré a Alex.
Él negó con la cabeza. Estaba dispuesto a enfrentarlo por mí. Lo dijo una noche en mi habitación y sabía que cumpliría con su palabra.
—Ella quiere ir a casa y eso hará. —Determinación gobernaba el tono de su voz. Ese era un Alex que nunca había conocido y me sentí muy orgullosa de él. Me defendería. Lo haría sin importar qué.
—Kim, bebé... —Insistió Max, pero eso no iba a funcionar. Vi a la persona en la que se convertía cuando estaba enojado y no me gustó ni un poco. Me recordaba a mi padre y yo no repetiría el patrón de abusos en el que mi madre vivió por tantos años.
—Se acabó, Max. No hay nada que quiera escuchar de ti. Me voy ahora. —Sus ojos alternaron entre Alex y yo un par de veces y luego asintió.
No le estaba pidiendo permiso para marcharme, pero tal vez él necesitaba pensar que lo hacía.
[1] National Collegiate Athletic Association
AlexMis manos sujetaban con fuerza el volante mientras conducía hacia la casa de Maya. Ver a Kim llorando por culpa de ese idiota me enfureció. Me provocaba regresar y partirle la cara con un puñetazo. No sabía qué había pasado entre ellos, pero Kim parecía asustada. Sentí sus manos temblar detrás de mí cuando intentaba protegerla, interponiéndome como un escudo entre Max y ella. Estaba determinado a enfrentarlo de ser necesario, no dejaría que se acercara a Kim ni a medio metro.Minutos antes de chocar contra ella, tuve una conversación interesante con Maya que me hizo entender lo cobarde y tonto que había sido. Me animó para que le hablara a Kim de lo que sentía por ella, que dejara de temer y que me arriesgara. Al principio, lo negué todo, aseguré que no tenía nada que decirle a Kim, pero Maya enumeró cinco eviden
KimTemblando, subí las escaleras de incendios y entré a mi habitación por la ventana. Caminé hasta la cama y me senté en el colchón, totalmente conmocionada. No podía creer lo que acababa de pasar. Toqué mis labios hinchados con la punta de mis dedos, sintiendo aún los labios cálidos y dulces de Alex sobre los míos.¡Nos besamos! ¡Alex y yo nos besamos!¡Oh mi Dios! No sabía lo que pasaría entre nosotros a partir de entonces, pero era muy consciente de que ese beso significó algo, significó mucho. Lo sentí muy dentro de mí, en mi corazón. Y no lo entendía. Alex era mi mejor amigo en el mundo, el único en quién confiaba, a quién podía decirle cualquier cosa. ¿Cómo lo miraría a los ojos ahora sin recordar cada una de sus dulces
AlexSentí mi corazón partirse en pedazos cuando Kim dijo: «Yo también». Me había engañado a mí mismo pensando que ese beso significó algo para ella, pero no fue así.Debí saberlo. Kim nunca me vería como más que su amigo. Y ahora ni su amistad podía tener. Arruiné todo cuando confesé mis sentimientos y no sabía si había forma de repararlo.Fui tan estúpido.—Debemos volver adentro —dijo Kim sin mirarme y se fue.Me tomó un momento seguirla. Mi corazón dolía como si tuviera una flecha clavada en mi pecho y mis piernas se sentían entumecidas. Lo menos que deseaba era volver ahí dentro y sentarme a su lado, conteniendo las ganas de probar sus labios de nuevo, esos que me trasladaron al cielo mientras el beso duró, que fue muy poco, porque ella lo rompi
Kim¡Dios! Eso fue tan humillante. No podía creer que Max casi admitiera delante de Alex y Brady lo que había pasado esa noche en su habitación. Decirlo lo habría dejado en un peor lugar a él que a mí, pero no quería que nadie lo supiera nunca. Y si antes creía que era un imbécil, después de ver que empujaba y amenazaba a Alex, no tenía ninguna duda.—Kim… —dijo Alex detrás de mí en voz baja.Cerré los ojos y negué con la cabeza. No podía hablar con él. No delante de tantos testigos.Me senté en el pupitre frente a mí y enfoqué la mirada en la mesa color marfil que tenía delante. La fórmica estaba rayada con marcador indeleble en distintos puntos de la mesa; nombres, fechas y frases estúpidas escritas por estudiantes sin capacidad de conse
AlexApoyé mi frente sobre la de Kim y exhalé. Esperaba que fuera verdad lo que dijo, que su relación con Max estaba terminada para siempre, ya que si volvía con él después de lo que acababa de pasar entre nosotros, quedaría totalmente devastado. Porque existía esa posibilidad, ella misma lo dijo, todo estaba sucediendo muy rápido y solo dos días atrás lo besaba a él. Estuve ahí cuando pasó.—Alex, deberías regresar a la escuela, te meterás en problemas —dijo, sus labios próximos a los míos, tan cercanos que con un minúsculo movimiento los estaría besando.—¿Y tú? —pregunté, renunciando a su cercanía para mirar sus ojos.—No quiero volver ahí, al menos no hoy. —Sus bonitas pupilas perdieron su luz, llenándose de tristeza.
KimHabía pasado un mes desde que Alex y yo nos besamos en su habitación, y lo seguimos haciendo todos los días. Nuestros besos eran cada vez más sensuales y atrevidos. Muchos, terminaban conmigo en su regazo y sus manos explorando mi espalda por debajo de mi camiseta. Alex era muy cuidadoso, trataba de no ir muy lejos y de no tocar partes íntimas de mi cuerpo. Sabía que lo deseaba. Había sentido muchas veces la tensión debajo de sus jeans y disfrutado del roce de mi pelvis contra su excitación, pero eso había sido todo. ¿Por qué no intentaba nada más? No estaba segura. Quizás no sabía qué hacer, o tal vez estaba asustado. De cualquier forma, disfrutaba mucho de nuestras sesiones candentes de besos.En cuanto a Max, se me acercó un par de veces y me rogó que volviera con él, pero mi respuesta siempre era no. No volver&iac
AlexMe sentí tan avergonzado por acabar en mis pantalones que no podía mirar a Kim a los ojos. ¿Qué iba a pensar de mí?Que tenía un problema. Eso pensaría.No podía creer que me pasara eso. Todo iba bien, muy bien, y lo arruiné todo. No podía quedarme ahí, inmóvil, tenía que reaccionar de alguna forma, demostrarle que era un hombre y no un chico tonto e inexperto… aunque lo era.Abracé a Kim y le di un beso en el costado de su cabeza mientras acariciaba la piel suave de su espalda.Seguíamos dentro de esa burbuja cursi y romántica cuando el sonido de la puerta me alertó. ¡Mi familia había llegado! Aparté a Kim con más brusquedad de la que había planeado, busqué su brasier y su camiseta en el suelo, se la tendí y tomé su mano para llevarla a las andadas a mi habitaci&oa
Kim—¡Kim! ¿Qué pasó con Alex? ¿Dónde está? —preguntó la señora Donovan cuando llegó al hospital. Lo habían trasladado en una ambulancia desde la escuela y me dejaron subir con él para hacerle compañía. Sostuve su mano todo el camino y le pedí que por favor despertara. Él parecía dormido, se veía sereno y tranquilo, pero no estaba bien. Lo sabía. Max lo había golpeado muy fuerte, lo pateó como a un animal, a pesar de mis intentos por detenerlo.—Max lo golpeó y perdió el conocimiento —recité como una autómata. Había llorado tanto que no tenía más lágrimas para derramar. No fui capaz ni de mirarla a los ojos, no podía. Alex estaba en el hospital por mi culpa.—Creo que está en shock. —Le dijo a alguien, no