90| Alex.

Salté sobre aquel hombre, golpeándole el estómago con mi hombro y lanzándolo hacia atrás.

Se volvió con fuerza, golpeando la espalda contra una mesa antes de que cayéramos al suelo. El arma rodó y cayó entre el yogur y el helado que se había derramado por el suelo.

Trató de arrastrarse hacia ella, pero yo tomé mi codo y le di un golpe en el pecho, arrancándole el aliento.

Comencé a arrastrarme hacia el arma; tenía que atraparla antes que él. Si el hombre venía acompañado de más personas en esa camioneta, dispuestos a matarme, probablemente no bastaría con deshacerme de él.

Todos ellos bajarían del auto y acabarían conmigo. Tenía que armarme, tenía que alejarlos de mi hijo. Le había prometido a Ana Laura que lo cuidaría, y lo haría con mi vida.

Me arrastré con fuerza hacia el arma, y entonces sentí un fuerte ardor en la pierna, tan intenso que me arrancó un grito.

Volteé a mirar y vi que el asesino había sacado un cuchillo que había clavado en mi pierna sobre mi rodilla. La sangre come
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