Raúl se quedó completamente paralizado frente a la camilla. La mujer que estaba ahí acostada, pálida, ojerosa, lo miró con los ojos abiertos, con una extraña mezcla de emociones.Aquel rostro demacrado lo hizo detenerse, aludiendo recuerdos a su cabeza; la mayoría no eran buenos recuerdos.Trató de dar un paso atrás, pero se sentía tan paralizado, tan estático en el lugar, que no pudo hacer más que abrir la boca y tratar de pronunciar una palabra. — Mamá — dijo nuevamente. La mujer se irguió en la cama. — Raúl, ¿qué es lo que haces aquí? — , preguntó la mujer. Raúl se preguntó como lo reconoció, Pero no importaba; era la única mujer que siempre había sabido reconocerlos a simple vista, por algo era su madre, pero estaba tan confundido que no logró entender lo que estaba sucediendo. — ¿Qué pasa? — dijo con la voz entrecortada. — ¿Yeison es tu hijo? — , preguntó. La mujer le apartó la mirada. ¿Hacía cuánto tiempo no la veía? Años, veinte, probablemente.Era escalofriantemente igual,
Me quedé ahí un rato más en la sala, sin encontrar el valor para salir y enfrentar a Alexander. Las instrucciones de doña Azucena eran claras: tenía que cuidarlo, tenía que cuidar a Álex, hacer lo mejor para él. Así que, después de estar un rato ahí sentada, me puse de pie y salí.Alexander estaba sentado en el amplio mueble de la sala, abrazando con fuerza una almohada; en su expresión podían notarse la intranquilidad que le recorría el cuerpo. — ¿Y el juez? — le pregunté para quitar la incomodidad — .— Se fue en cuanto te dejó sola.— ¿Han visto muchos de esos videos? — le pregunté.Alexander negó— . Solamente uno. No sabemos cuántos son; el juez dijo que nos los mostraría poco a poco. Ahora que lo pienso, mamá tenía muchos secretos; ya ni siquiera soy capaz de reconocerla. — ¿Qué te dijo? — preguntó.Pero yo no sabía que decirle; pensé bien en las palabras que me dijo doña Azucena, la idea era no dejarlo solo… pero, ¿bajo qué contexto? Cuidarlo sería la respuesta.Alex habíamos
Aceleré rápido por la carretera.Quería estar concentrada en la autopista, para no pensar en Alexander, para no pensar en los besos que me había dado, en su firme dureza contra mi vientre.Desde que sucedió todo aquello, hacía tantos años, nunca había tenido la necesidad nuevamente de estar con un hombre.Aquello me resultaba un poco perturbador; sentía miedo de iniciar una carrera emocional con otra persona. Pero esa mañana, con los brazos de Alexander contra mi espalda, su lengua en mi cuello, su cálido cuerpo contra el mío, recordé su olor y las noches de pasión que habíamos vivido.Todo el calor en mi vientre se acumuló en mi cuerpo. Tuve miedo nuevamente, no podía dejarme vencer por aquellos sentimientos; no podía hacerlo. Así que aceleré con fuerza hacia mi casa.Solo tenía que darme una ducha de agua fría y descansar; había planeado ir al casino esa tarde, pero lo único que quise fue arroparme en mi cama y dormir.Cuando llegué a casa, encontré el auto de Federico parqueado en
Cuando Federico siguió mi mirada y se encontró con Alexander de pie en la puerta, sentí cómo todo su cuerpo, pegado al mío, se tensó de golpe; se convirtió en un enorme muro de piedra que no deseé tocar. — ¿Qué no te enseñaron a tocar? — le preguntó Federico a Alexander. — El señor Bob me dijo que estaban aquí. Creo que ni siquiera él podría haber prevenido lo que estaban haciendo — el tono en el que hablaba Alexander era furioso. Tenía tanta rabia que, incluso yo, me asusté y di un paso atrás, alejándome de Federico, pero él me tenía agarrada con tanta fuerza que no me lo permitió. — ¿Qué haces aquí, Alex? — le pregunté apartándole la mirada, y él se encogió de hombros. — Tenía que hablar contigo, tenía que hablarte. No podías esperar que yo no hiciera nada al respecto después de lo que pasó — cuando vio a Federico, se aclaró la garganta — . ¿Podemos hablar a solas, Ana Laura? — Alex, por favor, vete — le pedí, aparté los brazos de Federico y caminé hacia el mueble, sentándome y
El abuelo de Ana Laura apareció de repente.— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó en un tono alarmado, pero yo me sentía un poco mareado y no pude contestarle. Avanzó despacio hacia mí, trató de mirarme el rostro para comprobar mis heridas, pero los tres niños me abrazaban con tanta fuerza que se lo impidieron. Lloraban y yo los abracé.— Estoy bien, — les dije. — Estoy bien, es solo sangre. No pasa nada, mis niños. — No podía imaginar cómo aquel gesto de los trillizos me conmovía tanto el corazón. Me abrazaron con fuerza, y Ana Laura seguía de rodillas ahí, las manos en la boca, casi paralizada. — Vayan con mami, — les dije. Azucena y Rodrigo se apartaron un poco, y Ana Laura aprovechó para tomarlos y cargarlos. Pero el pequeño Emanuel seguía ahí, abrazándome con su carita metida en mi cuello.Yo lo aparté despacio; tenía la nariz manchada de mi sangre. ¿Cómo había permitido que mis hijos vieran aquello? ¿Cómo había permitido que mis niños me hubieran visto así, violento, herido? Me
A pesar del dolor que tenía en el rostro y en el cuerpo con los golpes que me había dado con Federico, el cuerpo se me llenaba de una extraña energía.Xavier seguía ahí, de frente a mí, después de haberme dicho aquello, entonces sentí que la rabia me trepaba por la garganta. — Está bien — le dije con seguridad — . Hay que hacerlo. Hay que hablar personalmente con ese hombre, preguntarle quién es el tal Máximo y por qué me quiere muerto. Creo que llegó el momento de que lo enfrente.Pero entonces mi hermano se puso de pie y, mientras me revisaba las heridas de la cara, seguramente pensaba que yo era un idiota. — Por supuesto que no. Tú no puedes ser el que hable con aquel hombre. Aparte de que sería demasiado sospechoso para la policía verte ahí, ya que recuerda que todo mundo te conoce. No creo que aquel hombre te diga algo. Recuerda lo que hablamos el día del atentado. Tal vez no hay que llegar como enemigos, hay que llegar como aliados. — Entonces, ¿quién va a ir? — le pregunté,
Cuando la puerta se cerró detrás de él, Yeison consideró que aquello ya no era una buena idea.En efecto, tenían razón; él era poco conocido, incluso en el barrio obrero, era insignificante y había logrado mantenerse al margen de la ola criminal que azotaba el lugar.Pero aún así, un poco de ansiedad surgió al pensar que tal vez pudieran reconocerlo. Ya llevaba muchas semanas viviendo bajo el abrigo de los Idilio y trabajando en la empresa de sus hermanos mayores.Mientras caminaba por el pasillo, observó al policía que les estaba dando el chance de entrar; era alto y delgado. Le señaló una habitación, y Yeison entró.Después de sentarse en la silla, esperó atentamente a que trajeran al hombre que había intentado matar a Alexander. A pesar de que les había mentido y los estaba utilizando, Yeison consideró que no era una mala persona. Lo único que quería era salvar a su madre, era lo único que quería realmente.¿Qué hijo no estaría dispuesto a hacer lo necesario para salvar la vida del
Tuve sueños inquietantes durante toda la noche, confusos y violentos, donde Federico y Alexander se golpeaban hasta la muerte; tuve extraños flashbacks donde enterrábamos a alguien, momentos tensos y ganas de llorar.Cuando desperté en la mañana, tenía el corazón tan acelerado que tuve que sentarme en el borde de la cama un largo rato para sentirme tranquila antes de ponerme de pie.El día anterior había sido complicado: no solo la pelea que había tenido Alexander con Federico, sino también mis sentimientos desbordados por haber estado en los brazos de Alexander y luego haber permitido que Federico me besara, además de que los niños hubieran visto pelear a su padre y a su tío, o a quien ellos consideraban su tío, de esa forma.Habían sido tantas emociones complejas que ni siquiera supe cómo había conseguido dormir, pero lo había hecho, aunque hubiese preferido pasar la noche en vela, tal vez adelantando trabajo, antes de haber sufrido aquellas pesadillas confusas y aterradoras.Ese dí