101°

Aceleré rápido por la carretera.

Quería estar concentrada en la autopista, para no pensar en Alexander, para no pensar en los besos que me había dado, en su firme dureza contra mi vientre.

Desde que sucedió todo aquello, hacía tantos años, nunca había tenido la necesidad nuevamente de estar con un hombre.

Aquello me resultaba un poco perturbador; sentía miedo de iniciar una carrera emocional con otra persona. Pero esa mañana, con los brazos de Alexander contra mi espalda, su lengua en mi cuello, su cálido cuerpo contra el mío, recordé su olor y las noches de pasión que habíamos vivido.

Todo el calor en mi vientre se acumuló en mi cuerpo. Tuve miedo nuevamente, no podía dejarme vencer por aquellos sentimientos; no podía hacerlo. Así que aceleré con fuerza hacia mi casa.

Solo tenía que darme una ducha de agua fría y descansar; había planeado ir al casino esa tarde, pero lo único que quise fue arroparme en mi cama y dormir.

Cuando llegué a casa, encontré el auto de Federico parqueado en
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