102°

Cuando Federico siguió mi mirada y se encontró con Alexander de pie en la puerta, sentí cómo todo su cuerpo, pegado al mío, se tensó de golpe; se convirtió en un enorme muro de piedra que no deseé tocar.

— ¿Qué no te enseñaron a tocar? — le preguntó Federico a Alexander.

— El señor Bob me dijo que estaban aquí. Creo que ni siquiera él podría haber prevenido lo que estaban haciendo — el tono en el que hablaba Alexander era furioso. Tenía tanta rabia que, incluso yo, me asusté y di un paso atrás, alejándome de Federico, pero él me tenía agarrada con tanta fuerza que no me lo permitió.

— ¿Qué haces aquí, Alex? — le pregunté apartándole la mirada, y él se encogió de hombros.

— Tenía que hablar contigo, tenía que hablarte. No podías esperar que yo no hiciera nada al respecto después de lo que pasó — cuando vio a Federico, se aclaró la garganta — . ¿Podemos hablar a solas, Ana Laura?

— Alex, por favor, vete — le pedí, aparté los brazos de Federico y caminé hacia el mueble, sentándome y
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