107| Alex.
Todo fue sorpresivo y repentino cuando la puerta se abrió porque mi hermano salía.

Ana Laura se coló por ella y me miró detenidamente, como si no creyera lo que estaba viendo. Me tomó por los hombros y me acarició el rostro despacio.

Tenía los ojos abiertos, llenos de lágrimas. Y entonces me abrazó, un abrazo con tanta fuerza que me dolieron las costillas, donde el infeliz de Federico me había golpeado. Pero yo me dejé abrazar y le devolví el abrazo, apretando su estrecha cintura contra mi cuerpo.

El cansancio que había acumulado, más la adrenalina que aún no había desaparecido de mi cuerpo, comenzó a disminuir con aquel contacto.

Cuando Ana Laura se apartó lentamente, se sorbió la nariz y se limpió las lágrimas de las comisuras de los ojos con un poco de brusquedad.

— Lo siento — me dijo para poder apartarse, pero yo ya la tenía bien sujeta por la cadera y la atraje hacia mí.

— No tienes por qué disculparte.

— Me asusté mucho — me contó — . Cuando vi las noticias de lo que pasó me
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