Xavier y yo nos miramos de repente. — ¿A qué te refieres? — le preguntó Xavier a mi padre.Mi padre tomó una de las armas que estaba sobre la mesa y se la extendió a Xavier. — Sé que sabes cómo usarla.En ese momento me pregunté por qué mi hermano sabría usar un arma, pero creo que no teníamos tiempo para charlar sobre el tema. Ezequiel sacó su arma y señaló hacia la puerta trasera de la fábrica. — Escapen por ahí. A quince minutos hacia el este encontrarán la carretera principal. ¡Ahora! — gritó.Luego salió corriendo y nos dejó a los tres ahí, en silencio. — ¿Qué hacemos? — preguntó Ana Laura mientras se ponía de pie y me sujetaba con fuerza de la muñeca.Me zafé de su agarre y la tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos. Entonces corrí hacia la puerta, pero antes de abrirla, mi hermano se adelantó. — Yo tengo el arma, yo voy primero — dijo.Abrió la puerta despacio, las bisagras oxidadas resonaron por la fábrica abandonada. Podía sentir la frialdad en la mano de Ana Laura,
En ese momento, en el auto, me sentía completamente incómoda. Me abracé a mí misma y me entretuve sacando la tierra debajo de mis uñas para no mirar a ninguno a la cara.Yo sabía que venía un regaño por parte de Federico, pero en ese momento estaba feliz, radiante. Tendría que contarle la verdad, decirle qué era lo que estaba haciendo y por qué estaba en medio de la autopista de la jungla sin un transporte.No sabía si su buen ánimo era porque yo había decidido darle una oportunidad o porque me había besado frente a Alexander.La verdad es que no pude evitarlo. Me tomó completamente por sorpresa cuando estiró los brazos para abrazarme, y me dejé abrazar porque me había prometido que le daría una oportunidad, porque eso era lo que tenía que hacer.Pero cuando me besó, me quedé paralizada, no pude hacer más que devolver torpemente aquel beso, y no pude voltear a mirar a la cara a Álex. ¿Cómo podía mirarlo?Me sentía como una mala mujer, sucia y torpe, que ni siquiera sabía lo que quería
Tuve un real impulso por empujarla, por golpearla, por alejarla de mí. No quería hablar con Gabriela; era lo último que hubiese querido en ese día tan tormentoso.Pero la mujer estaba ahí, de pie frente a mí, y parecía que no se marcharía. El pequeño Esteban nos observó a una y otra, como si, a pesar de su pequeña edad, pudiese entender que entre las dos había un enorme vacío, imposible de llenar.Miré hacia Federico en busca de tal vez alguna ayuda, pero él simplemente se encogió de hombros, como si entendiera que no teníamos escapatoria.Y de verdad yo quería negarme, quería negarme a atenderla, porque ella me había hecho daño. Aunque yo también le habían hecho daño, así pude llegar a sentir un poco de remordimiento. — Está bien — , le dije en un tono amargo. — Aunque la verdad no sé de qué tenemos que hablar. —Entonces noté cómo Gabriela parecía nerviosa e incómoda, como si tampoco quisiera entrar en esa conversación. Pero había algo que la motivaba, que la obligaba. Y entonces,
Algo dentro de la conversación con Gabriela me generó mucha ansiedad.La mujer me agradeció con un asentimiento de cabeza y luego se puso de pie, caminó hacia la salida y no volteó a mirar hacia atrás.Yo entendía su sensación: se sentía humillada al pedirme ayuda. Pero entonces tuve un poco de miedo. Si Gabriela sentía que pedirme ayuda era una humillación tan grande y, aun así, lo había hecho, era porque su duda y su miedo eran completamente reales. Y aquello me asustó.En serio presentí que, tal vez, Gabriela tenía más información de la que decía, como siempre, como si en realidad, supiese algo que nosotros no.Tal vez Alexander le había contado algo que a mí no; por eso estaba tan asustada, porque sabía el peligro real al que nos enfrentamos.De todas formas, me quedé ahí por un largo minuto. Afuera me esperaba Federico, y teníamos una conversación clara pendiente, pero yo no quería enfrentarme a ella.Sé que podría sonar a ser una hipócrita, ya que yo misma había decidido darle l
Federico se había despedido de una forma un tanto incómoda de Ana Laura. Evidentemente, el hombre quería quedarse allí, quería besarla y hacerla suya como lo había soñado por tanto tiempo, pero sabía que tenía ese tema de conversación con el hermano de Alexander.Estaba seguro de que probablemente le daría un puñetazo a su hermano Raúl por haberle contado todo al rubio exmodelo. Pero mientras conducía hacia la casa de su hermano, pensó que tal vez aquello podría ser lo correcto.Su plan de venganza se desmoronaba en pedazos. Había pensado en usar a Ana Laura al principio, pero ahora sus sentimientos por ella habían interferido.Se preguntó si el camino de la venganza era realmente lo que necesitaba. Pensó que aquello era lo que necesitaba, Ana descubrió que no... que ahora no necesitaba ninguna venganza para sentirse mejor.Tal vez él podría hacer lo mismo, tal vez él podría dejar todo aquello en paz. Sus hermanos no tenían la culpa de lo que había sucedido, el único culpable era Ezeq
Esa mañana me desperté dando un salto. Había tenido una oscura pesadilla donde las personas que quería morían. Escuché disparos y el corazón latía con tanta fuerza en el pecho que, cuando abrí los ojos en la mañana, la sangre subió a mi cabeza provocándome un mareo.Estiré mi mano, buscando en la vasta funda el pequeño cuerpo de mi hijo. Esteban seguía ahí, muy pegado a mi cuerpo, justo como se había quedado dormido.Desde que Gabriela y yo nos habíamos separado, Esteban se había sentido más solo de lo normal, y yo no había desperdiciado ni un solo momento para estar a su lado.Observé su pequeño cuerpecito a mi lado; era tan parecido a mí que incluso resultaba escalofriante. Aunque confiaba en mi amigo y en la prueba de ADN, estaba seguro de que él no era mi hijo. Al menos, mi hijo biológico.Lo moví un poco por el hombro para despertarlo, y sus pequeños ojitos verdes se abrieron y me miraron. Sonrió.— Tuve un sueño muy bonito — , me dijo. — Soñé que tú y mami regresaban. — Cuando e
Xavier llegó unos minutos después, traía una camioneta grande con una enorme volcadura trasera.Su antiguo auto lo habíamos tenido que abandonar en la jungla el día que casi nos asesinan los empleados secuaces de Máximo. Aunque me ofrecí a acompañarlo para ir por ella, se negó rotundamente. Dijo que no había nada en ese auto que valiera la pena recuperar. Así que había sacado un par de miles de dólares de sus ahorros y se había comprado una camioneta que lucía orgulloso. — Que Yeison vaya al frente — dijo Ana Laura — . Conoce el barrio. — Yo también conozco el barrio — intervino Federico. — Y yo confío más en Yeison — contesté.Todos voltearon a mirarme, seguramente por la rudeza de mi tono, pero yo no les presté atención. Federico suspiró profundo, como si estuviera cansado de soportarme, pero yo apenas comenzaba.Yeison se fue adelante con mi hermano, Ana Laura en medio, entre Federico y yo. De reojo, no podía apartar la mirada ni un solo segundo de sus manos entrelazadas. Se veí
Tuve que aguantar con fuerza el aliento para no soltar un bufido de rabia cuando Federico entrelazó nuevamente los dedos de Ana Laura en su mano.Mi hermano notó mi incomodidad, así que me empujó por la espalda para que fuera al frente, pero yo quería seguir mirando. Yo quería ver cómo Ana Laura lo tocaba, porque quería comprobar si de verdad lo amaba.Caminamos relativamente seguros a su lado; los de la pandilla nos observaban detenidamente, pero ninguno se atrevía a hacer nada. Seguramente sabían que teníamos la invitación de Carlota, y mientras caminábamos por la calle, Federico avanzó un poco para estar junto a mi hermano. — ¿Has sabido algo de Raúl? — le preguntó.Yo me pregunté por qué mi hermano sabría algo sobre el hermano de Federico, luego recordé que Raúl, al igual que Federico, era un hombre bastante atractivo. Mi padre lo había dicho ese día en la fábrica: la debilidad de Xavier siempre habían sido los hombres. Me recordé darle una reprimenda cuando llegáramos nuevamente