118°

Algo dentro de la conversación con Gabriela me generó mucha ansiedad.

La mujer me agradeció con un asentimiento de cabeza y luego se puso de pie, caminó hacia la salida y no volteó a mirar hacia atrás.

Yo entendía su sensación: se sentía humillada al pedirme ayuda. Pero entonces tuve un poco de miedo. Si Gabriela sentía que pedirme ayuda era una humillación tan grande y, aun así, lo había hecho, era porque su duda y su miedo eran completamente reales. Y aquello me asustó.

En serio presentí que, tal vez, Gabriela tenía más información de la que decía, como siempre, como si en realidad, supiese algo que nosotros no.

Tal vez Alexander le había contado algo que a mí no; por eso estaba tan asustada, porque sabía el peligro real al que nos enfrentamos.

De todas formas, me quedé ahí por un largo minuto. Afuera me esperaba Federico, y teníamos una conversación clara pendiente, pero yo no quería enfrentarme a ella.

Sé que podría sonar a ser una hipócrita, ya que yo misma había decidido darle l
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