124| Alex.

Me sentí utilizado, sinceramente, como si no fuese más que una máquina reproductiva.

Estaba ahí de pie, escuchando las palabras que la pelirroja decía, y no era capaz de creerlas. ¿Estaba hablando en serio? Estaba seguro de que podría compensarla de otro modo, de que podría ofrecerle cualquier cosa… solo necesitaba estar a solas con ella, tenía que hablar con ella directamente, buscar en sus intenciones y en sus ambiciones.

Si el cacique controlaba el crimen organizado de prácticamente todo el continente, podría darle cualquier cosa… menos mi hijo.

Cuando la puerta de la habitación se cerró detrás de mí, la oscuridad me invadió. Sus manos pálidas acariciaron mi espalda y, entonces, la luz se encendió.

Era una habitación más bien estrecha; tenía un único mueble en el centro y estanterías con miles de libros repartidos en librerías de todos los tamaños.

— Es mi lugar preferido — dijo ella — Vengo aquí a relajarme cuando necesito tiempo para mí. Ser la Carlota no es fácil.

— Entonces,
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