127°

Yeison tomó prestado el auto de Javier. El rubio le había lanzado las llaves por la ventana después de salir, y aunque no tenía licencia de conducir, la casa de Paloma estaba relativamente cerca.

Se sentía bastante liberado, al decir verdad; ahora que todos conocían la verdad, que todos sabían su secreto, el porqué estaba ahí y qué era lo que hacía y por qué los necesitaba. Sentía que el enorme peso se había desvanecido de sus hombros.

No quedaba más que esperar si Paloma o Alexander eran compatibles para hacer la donación a su madre. Y entonces todo terminaría, esa pesadilla terminaría.

Mientras conducía, trató de ponerse un poco en los zapatos de los gemelos, pero lo cierto era que no podía. Para él era prácticamente incomprensible que su madre los hubiera maltratado, que los hubiese golpeado, que los hubiera obligado a vender drogas con la pandilla en el barrio obrero. Con él, ella había sido una madre tan diferente: amorosa y cariñosa. Seguramente, al verse de verdad sola después
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