129°

La situación comenzaba a ponerse terriblemente tensa, y yo también tenía mis propios problemas como para quedarme ahí con la mirada fija de Alexander y de todos los presentes.

Solo tenía que alejarme, era lo que necesitaba. Si estaba un rato a solas, podría pensar en lo que había pasado, en los celos que había sentido cuando Alexander había entrado con la pelirroja y la había hecho suya.

Así que me puse de pie. Paloma, al parecer, se había encerrado en la habitación de Xavier, y también me sentí mal por Yeison, pero no había nada más que yo pudiera hacer para ayudar. Así que le señalé a Federico:

— Creo que me tengo que ir.

El hombre se puso de pie.

— Claro, yo te llevo a casa.

Yo hubiese preferido ir sola, pero se suponía que ahora estaba con él, ¿no era así? Cuando volteé a mirar a Alexander, él no me miró a la cara.

Se veía conmocionado; ni siquiera quería imaginarme lo que pasaba por su cabeza, lo que estaba sintiendo en ese momento. El pobre hombre había sufrido tanto en las úl
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