En un constante e intermitente llanto, le conté todo a Analía: el contexto, todo lo que sabía, toda la verdad. Descargué en ella todas mis frustraciones y la rabia que tenía en ese momento. Le conté cómo mi padre me había utilizado como una pieza de ajedrez, cómo me había obligado, inconscientemente, a casarme con Gabriela, cómo la había embarazado, cómo había criado yo a mi hermanito creyendo que era mi hijo. — Es un monstruo — me dijo Analía al final, mientras me abrazaba.Nos habíamos acostado en la cama, uno al lado del otro. Yo había recostado mi cara en su cuello, mientras ella me acariciaba el cabello y la espalda.No quería apartarme ni un segundo de su lado; no quería soltarla y ya no la soltaría nunca. Pero las dudas me acometieron nuevamente. Cuando intenté apartarme, ella me tomó por los hombros y me atrajo nuevamente hacia ella. — Estás con Federico — le dije, tratando de alejarme.Pero ella me aferró fuertemente, se aferró a mí como un náufrago con una tabla. — Ya no
Pasamos toda la noche haciendo el amor. No supe cuántas veces terminamos uno junto al otro. Pero cuando llegó la madrugada, el sueño irremediablemente nos invadió.Yo ya no quería nada, ya no pensaba en nada; había tomado una decisión y, al despertar, enfrentaría aquellas consecuencias. Pero en ese momento no quería más que sentir el cuerpo de Ana Laura, aferrarme a tocarla y besarla.Me dormí con su cálido rostro sobre mi hombro, y por primera vez en muchísimo tiempo, no tuve ninguna pesadilla.Fue un sueño tranquilo y oscuro, un sueño profundo en el que sabía que todo estaba bien porque ella estaba a mi lado.Cuando abrí los ojos en la mañana, miré despacio el reloj que estaba sobre el pequeño nochero, donde se veía claramente que era casi el mediodía. Pero no importaba. Ya nada importaba; lo único que importaba era cada segundo que pudiera pasar a su lado.La cálida mano de Ana me acariciaba el torso mientras seguía recostada en mi hombro. Tenía los ojos cerrados, pero yo sabía que
Pude sentir el terror en el tono de voz de Alexander cuando gritó el nombre de Gabriela, y yo me abracé a mí misma en el lugar donde estaba. Pude ver en sus ojos que aquello no había sido nada bueno, y cuando cortó el teléfono y volteó a mirarme, lo supe en su mirada. — ¿Qué pasó? — le pregunté, aunque sabía que la respuesta podría asustarme. — Es Gabriela. Ayer que me contó la verdad, la desterré de la ciudad, le dije que no podía volver nunca... y ella acaba de llevarse al pequeño Esteban.Yo me llevé las manos a la boca. — ¿Se lo llevó? ¿Pero cómo? O sea.— no puede hacer eso.— es su madre — murmuré. — Lo sé, pero yo no lo voy a permitir. No permitiré que el pequeño esté a su lado, al lado de una mujer que miente y que manipula de esa forma.Sacó su celular y llamó a alguien, sentándose en el borde de la cama. — Camila — dijo, y según recordaba, ella era la mujer que cuidaba al pequeño Esteban en la casa de Alexander — . Camila, ¿qué sucedió?Me senté a su lado en la cama y e
En la vida había tenido que hacer algo tan doloroso como aquello, pensé mientras empacaba las maletas de mis hijos; al ver sus juguetes y sus pequeños cuadernos, sentía que me desgarraba el alma con cada prenda que empacaba. El dolor me consumía, y sollozaba varias veces en solitario en su habitación. Ya entrada la noche, Alexander llegó. — Xavier logró hablar con papá — me contó — . Él está de acuerdo con esta decisión. reconoció que sabía que yo me resistiría, pero aceptaría tarde o temprano. Dijo que… que es un lugar perfecto para que nuestros hijos estén a salvo, que muy pocas personas saben de él. — ¿Dónde está? — pregunté.Alexander se sentó en el borde de la cama y me observó con ternura, mientras me acariciaba la mejilla. Murmuró: — No lo sé. Él dijo que no nos lo diría porque es peligroso. Ni siquiera nosotros sabremos dónde está. — Entonces, ¿cómo haremos para encontrarlos si algo sale mal? — le pregunté asustada. Aquello ya no me parecía una buena idea.Alexander me ab
La presentación del cacique era algo de suma importancia, había dicho Ezequiel. Yo, de lo que más estaba preocupada en ese momento, era de que Alexander no saltara sobre su padre para golpearlo hasta agotarse.Podía ver en sus ojos la rabia con la que lo miraba, el gesto apretado que hacía cada vez que su padre se dirigía hacia nosotros.Ya habían pasado dos días desde que entregamos a nuestros hijos al cuidado del círculo bajo, y Ezequiel no se había separado.Había regresado a la mañana siguiente y permaneció con nosotros todo el día en mi casa, explicándonos detalladamente qué era lo que teníamos que hacer, cuáles serían nuestros futuros roles y lo que debíamos hacer para conservar el mandato.El cacique se había originado como un guerrillero hace cientos de años en Brasil. Su primera misión, la primera misión del círculo bajo, era clara: proteger a las personas.Tenía un estilo más bien socialista o, por no decir, comunista, donde todas las personas deberían valer lo mismo y todas
Un grupo de mujeres llegó a mi casa entrando la tarde. Traían bolsas, maquillaje y cientos de cosas que yo ni siquiera en mi vida hubiera imaginado tener en casa.Me sentía absurdamente como una modelo de revista. Mientras unas me lavaban el cabello, otras me organizaban las uñas, y algunas más se encargaban de la cera. Me hicieron duchar con agua muy fría y, al salir envuelta en una toalla, prácticamente me desnudaron.Aquel grupo de mujeres parecía estar acostumbrado a este tipo de trabajos, ya que ninguna sintió el más mínimo momento de incomodidad mientras trabajaban con mi cuerpo. Solamente estaban ahí, toqueteándome, organizándome y haciéndome lucir perfecta.Imaginé que Alexander, al otro lado de la habitación, debía estar igual, siendo preparado por otro equipo. Fue en ese momento cuando supe que el Círculo Bajo realmente era algo grande, algo poderoso.Puede que suene un poco ridículo, pero mi conclusión llegó porque habían contratado maquilladoras expertas. Si esto apenas er
Levanté el mentón; tenía que lucir fuerte y empoderado. Lo primero que noté al entrar al Gran Salón principal, bajando las escaleras, fueron las fuertes miradas de todos los presentes.Había miradas curiosas y miradas claramente llenas de envidia. Seguramente ser el cacique era el sueño de varios de los que estaban en ese lugar, pero esta era mi presentación y yo debía fingir no solo que quería hacer esto, sino que lo disfrutaba.Ana Laura, a mi lado, apretó con fuerza mi mano mientras terminábamos de bajar las escaleras. Mi padre apareció de repente, me dio un sonoro beso en la mejilla y luego se volvió hacia el público levantando la mano y yo tuve el impulso de apartarme. — Mi hijo Alexander y su mujer Ana Laura.En cuanto pronunció esas palabras, el público estalló en aplausos. Algunos aplaudían más fuerte que otros. Ana y yo cruzamos una mirada; nos pareció que todo aquello era un poco hipócrita. — Vengan por aquí — nos indicó mi padre — , voy a comenzar a presentarles.Todos lo
El muchacho estaba tembloroso. Me acerqué a él y lo tomé por los hombros. — ¿De qué hablas, Yeison? — Es mi madre — dijo — . Yo prometí que no volvería a molestarlos, pero te necesito. Tuvo una crisis, casi se muere esta noche. Necesita ese trasplante urgente. — Yeison, yo… — Es imposible que el mismísimo futuro cacique del círculo bajo vaya a dejar morir a su madre de esa forma.Lo dijo con tanta severidad y madurez que me sentí sobrecogido. — Por favor — me suplicó — . No por mí. Sé que no debes tener ningún aprecio por mí, y que recién te enteraste de que soy tu hermano, pero por favor.Entonces me puse en su lugar. Había tenido que sufrir tanto. Toda su vida había estado solo. Aunque sabía que había tantos hermanos que podrían ayudarlo, nunca nos había pedido ayuda. Solo ahora. Ahora que realmente la necesitaba. — Está bien, Yei. Sube al auto.El joven, con pasos temblorosos, salió corriendo hacia el auto y se subió en la parte de atrás, donde yo venía con Ana Laura. Cuando