134| Alex.

En un constante e intermitente llanto, le conté todo a Analía: el contexto, todo lo que sabía, toda la verdad. Descargué en ella todas mis frustraciones y la rabia que tenía en ese momento. Le conté cómo mi padre me había utilizado como una pieza de ajedrez, cómo me había obligado, inconscientemente, a casarme con Gabriela, cómo la había embarazado, cómo había criado yo a mi hermanito creyendo que era mi hijo.

— Es un monstruo — me dijo Analía al final, mientras me abrazaba.

Nos habíamos acostado en la cama, uno al lado del otro. Yo había recostado mi cara en su cuello, mientras ella me acariciaba el cabello y la espalda.

No quería apartarme ni un segundo de su lado; no quería soltarla y ya no la soltaría nunca. Pero las dudas me acometieron nuevamente. Cuando intenté apartarme, ella me tomó por los hombros y me atrajo nuevamente hacia ella.

— Estás con Federico — le dije, tratando de alejarme.

Pero ella me aferró fuertemente, se aferró a mí como un náufrago con una tabla.

— Ya no
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