142| Alex.

Las manos de la mujer eran cálidas, y me tocaron con ternura. No pude negar que no sentía nada por ella porque era una completa desconocida, pero saber que era mi madre verdadera me generaba una extraña sensación en el estómago.

Era una sensación abrumadora de familiaridad, como si fuese verdad que la sangre llamara, como si fuese verdad que solamente su sangre corriendo por mis venas fuera suficiente para que mi corazón sintiera que ella era parte de mí.

Traté de controlar mis emociones a pesar de todo. Respiré profundo y asentí.

— Sí, aquí estoy. Me tardé mucho en llegar porque no sabía que existías, porque no sabía la verdad. Pero ahora ya la sé.

La mujer volteó a mirar a Yeison.

— Lo hiciste, ¿no es así? — le preguntó, y el joven apartó la mirada. Tú me prometiste que no les dirías nunca nada. ¿Por qué lo hiciste?

— Yo... — Yeison levantó los ojos para justificarse, pero yo lo detuve.

— No es su culpa. Tenía que hacerlo. Era su responsabilidad contarnos la verdad, y lo hizo. E
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