Yeison sabía que aquello podría llegar a ser muy complicado. Como sus hermanos habían dicho, Paloma era una chica rebelde y voluntariosa. Pero tenía que intentarlo. Por eso estaba ahí, de pie, frente a la entrada del edificio donde vivía la chica. El portero lo miró de los pies a la cabeza. — ¿Usted otra vez? — dijo, y Yeison asintió. — Sí, yo otra vez. Podría decirle a Paloma que estoy aquí.Pero el hombre negó. — Ella dejó especificaciones muy claras de que no quería que nadie la molestara, ni siquiera sus hermanos. — Que me lo diga ella — respondió Yeison — . Que me lo diga en la cara. Esto es algo de vida o muerte.El portero lo pensó por un momento, como si tuviese miedo de la muchacha, pero finalmente accedió. — Está bien, pero que se haga responsable de lo que pase. — Lo sé — dijo Yeison.El hombre tomó el teléfono y llamó. — Un tal Yeison la está buscando.Después de una pausa añadió: — Ella dice que no quiere hablar con usted.Yeison estiró la mano con un poco de viol
Cuando desperté en la mañana y abrí los ojos, estaba entre los brazos de Alexander.Enterré mi cara en su cuello mientras le acariciaba el pecho. No quería levantarme, no quería despertarme; quería quedarme ahí, entre sus brazos, para siempre. Porque despertar nuevamente a la realidad era una pesadilla. Era como si cuando estuviera en la cama durmiendo fuera realmente el bonito sueño, y al despertar entrara a una pesadilla: la pesadilla sin mis hijos, mi abuelo, una vida con riesgos y caos.Debía ir a la empresa, Alexander debía ir a la naviera. Teníamos muchos trabajos por hacer, pero ninguno quería moverse. Había tantas cosas volando en el aire, tanta incertidumbre... Ninguno de los dos se atrevió a levantarse en aquel momento.Cuando se rascó despacio el mentón, supe que estaba despierto, pero ninguno quería moverse, ninguno quería enfrentar lo que venía.Debíamos hablar con Carlota, deberíamos convencerla de que estuviera de nuestro lado, de que nos ayudara a acabar con los pilare
Siempre supe que algo así podría pasar. De hecho, se supone que debería estar preparado para eso. Pero cuando vi la fotografía de Raúl amordazado, cuando vi que Federico perdió las fuerzas del cuerpo y cayó arrodillado en el suelo, entendí que nadie estaría preparado para un acontecimiento como ese.Sentí las rodillas temblorosas. Yo era el futuro cacique, ellos eran mis hermanos. Se supone que yo debía protegerlos y estaba fallando rotundamente en hacerlo.Tomé el teléfono de las manos de Federico y llamé al número que me habían enviado junto con la fotografía. Después de un par de tonos, contestaron al otro lado. — ¿Qué es lo que quieren? — pregunté en cuanto escuché una voz.Federico alzó los ojos hacia mí. Pude ver miedo en su expresión. — Excelente presentación la de anoche — dijo una voz grave, profunda, que lograba sonar realmente peligrosa — . Futuro cacique y su esposa, que no es más que su amante, ya que su verdadera esposa escapó con su hijo bastardo… que ni siquiera es s
Yeison entendió que Paloma necesitaba espacio. Ese “tengo que pensarlo”, al menos, era mejor que el "no" rotundo que ya le había dado. Así que se dio por bien servido. Se alejó de ella y se sentó al otro lado del mueble. — Sé que lo que te pido no es fácil. Sé que puede ser muy difícil para ti, pero que lo consideres es algo muy especial. Gracias... y lo siento — dijo él.Paloma lo miró, un poco conmovida por aquello, como si al fin comenzara a entender un poco la realidad. — De todas formas, no es tu culpa — dijo ella — . Todo es culpa de mi papá. De nuestro papá. Es esa figura que hace que lo único que tengamos en común sea ese maldito nombre que tanto daño nos ha hecho.Pero Yeison negó. — Claro que no. Aún tenemos en común a tres hermanos. Los irreverentes gemelos y Alexander. Y también a Emilda. Aunque sea incómodo para ti en este momento, también tenemos eso en común.Paloma asintió. — Sí, tienes razón. Solo estoy confundida y adolorida. Siento que el mundo se me cae a pedaz
El corazón de Yeison le hacía con fuerza mientras apretar el arma en su mano. El joven que recién había aparecido los guiaba por las escaleras, esperando en las esquinas para ver si aparecía alguien. — ¿hay muchos? — preguntó Yeison. Estaba aterrado pero no quería demostrarlo. — No lo sé — dijo el joven — . Yo pertenezco a la organización de Carlota. Estaba encargado de cuidar la casa, pero alguien nos atacó. Tuve que escapar, pero logré regresar a tiempo para salvarlos, por suerte. Ahora concéntrense. Tenemos que escapar de aquí porque Máximo no da puntada sin dedal. Si es él quien los quiere muertos, no se va a arriesgar a dar un golpe tan grande sin estar seguro de que va a acertar. Lo más probable es que el edificio este repleto.Paloma prácticamente se había colgado del brazo de aquel desconocido. No tenían más opción que realmente confiar en él. Así que Yeison respiró profundo para tratar de calmar su acelerado corazón y corrió junto a ellos.Tuvo el impulso de tomar su teléfo
Buscamos a Paloma por todo el lugar: por el estacionamiento, por el parqueadero, pero no la encontramos. Noté cómo el semblante de Alexander comenzaba a tornarse cada vez más oscuro. Apretaba su arma con fuerza y yo, sinceramente, me asusté de lo que podría llegar a hacer.Yeison caminaba a nuestro lado. El arma que el joven le había dado — el que supuestamente los había rescatado — solamente tenía una bala. Paloma no aparecía por ninguna parte. — Hay que llamar a la policía — dijo Federico.Pero Alexander negó. — No. No aún. Tenemos que encontrar primero a Paloma. Si hacemos venir a la policía, probablemente huyan más rápido. — ¿Huir más rápido? — le preguntó Federico — . ¿Crees que si Máximo la tiene en este momento no esté al otro lado ya de la ciudad? ¿Cómo pudiste ser tan ingenuo? — le preguntó Federico al pobre de Yeison.Yeison estaba pálido como una hoja de papel. Le apuntó con el arma, sabiendo que no tenía ninguna bala. — Deja de juzgarme. Yo solo hice lo que creí correc
— Es una pésima idea — dijo con seguridad Carlota.Estábamos todos sentados frente a la salida del edificio. Ya habían llamado a la policía, evidentemente, pero algo como esto teníamos que enfrentarlo solos. No denunciamos el secuestro de mi hermana Paloma porque no valía la pena. Ellos no podrían hacer nada al respecto. — Claro que es una pésima idea — sentenció Ana Laura, acercándose a mí y sacudiéndome por los hombros — . Si tú crees que ese hombre va a jugar limpio, estás loco. ¿De verdad crees que si lo enfrentas no te va a matar? — No creo — respondió Federico, interviniendo esta vez — . La cita es en un lugar público, muy concurrido. Ni siquiera la arrogancia de este hombre puede enfrentar algo así. No puede llamar tampoco demasiado la atención.— Tal vez debemos escuchar lo que tiene para decir — dije, señalando a Federico.Yo sabía que no era tan fácil. También sabía que la cita con este hombre tal vez simplemente resultara un fiasco; era lo más probable. Pero, ¿qué otra op
¡No quería esperar un segundo más!Me escapé de la reunión de trabajo y me hice la tan esperada prueba de embarazo.Mientras apretaba el pequeño plástico en mis dedos, sentía que el corazón se me salía, y cuando aparecieron las dos pequeñas líneas indicando que, en efecto, estaba embarazada, sentí que mi mundo comenzaba a desvanecerse. ¡Estaba embarazada de mi jefe!Un hombre con el que había sostenido por dos años una relación fortuita y a escondidas. Ni siquiera había terminado de analizar mi situación cuando el teléfono en mi bolsillo sonó. No tuve que ver para saber que era Alexander, mi jefe, quien me solicitaba.Así que me puse la prueba de embarazo en el bolsillo y regresé nuevamente a la mesa. El cliente, gordo, de mejillas rojas y frente sudada, ya estaba un poco ebrio. Cuando me senté, extendió la copa de vino hacia mí.—Bebe —me dijo, arrastrando las palabras—. Bebe, y entonces firmaremos este negocio.—Lo siento, yo no quiero beber. Creo que con agua...—¡Bebe ahora!