Yeison entendió que Paloma necesitaba espacio. Ese “tengo que pensarlo”, al menos, era mejor que el "no" rotundo que ya le había dado. Así que se dio por bien servido. Se alejó de ella y se sentó al otro lado del mueble. — Sé que lo que te pido no es fácil. Sé que puede ser muy difícil para ti, pero que lo consideres es algo muy especial. Gracias... y lo siento — dijo él.Paloma lo miró, un poco conmovida por aquello, como si al fin comenzara a entender un poco la realidad. — De todas formas, no es tu culpa — dijo ella — . Todo es culpa de mi papá. De nuestro papá. Es esa figura que hace que lo único que tengamos en común sea ese maldito nombre que tanto daño nos ha hecho.Pero Yeison negó. — Claro que no. Aún tenemos en común a tres hermanos. Los irreverentes gemelos y Alexander. Y también a Emilda. Aunque sea incómodo para ti en este momento, también tenemos eso en común.Paloma asintió. — Sí, tienes razón. Solo estoy confundida y adolorida. Siento que el mundo se me cae a pedaz
El corazón de Yeison le hacía con fuerza mientras apretar el arma en su mano. El joven que recién había aparecido los guiaba por las escaleras, esperando en las esquinas para ver si aparecía alguien. — ¿hay muchos? — preguntó Yeison. Estaba aterrado pero no quería demostrarlo. — No lo sé — dijo el joven — . Yo pertenezco a la organización de Carlota. Estaba encargado de cuidar la casa, pero alguien nos atacó. Tuve que escapar, pero logré regresar a tiempo para salvarlos, por suerte. Ahora concéntrense. Tenemos que escapar de aquí porque Máximo no da puntada sin dedal. Si es él quien los quiere muertos, no se va a arriesgar a dar un golpe tan grande sin estar seguro de que va a acertar. Lo más probable es que el edificio este repleto.Paloma prácticamente se había colgado del brazo de aquel desconocido. No tenían más opción que realmente confiar en él. Así que Yeison respiró profundo para tratar de calmar su acelerado corazón y corrió junto a ellos.Tuvo el impulso de tomar su teléfo
Buscamos a Paloma por todo el lugar: por el estacionamiento, por el parqueadero, pero no la encontramos. Noté cómo el semblante de Alexander comenzaba a tornarse cada vez más oscuro. Apretaba su arma con fuerza y yo, sinceramente, me asusté de lo que podría llegar a hacer.Yeison caminaba a nuestro lado. El arma que el joven le había dado — el que supuestamente los había rescatado — solamente tenía una bala. Paloma no aparecía por ninguna parte. — Hay que llamar a la policía — dijo Federico.Pero Alexander negó. — No. No aún. Tenemos que encontrar primero a Paloma. Si hacemos venir a la policía, probablemente huyan más rápido. — ¿Huir más rápido? — le preguntó Federico — . ¿Crees que si Máximo la tiene en este momento no esté al otro lado ya de la ciudad? ¿Cómo pudiste ser tan ingenuo? — le preguntó Federico al pobre de Yeison.Yeison estaba pálido como una hoja de papel. Le apuntó con el arma, sabiendo que no tenía ninguna bala. — Deja de juzgarme. Yo solo hice lo que creí correc
— Es una pésima idea — dijo con seguridad Carlota.Estábamos todos sentados frente a la salida del edificio. Ya habían llamado a la policía, evidentemente, pero algo como esto teníamos que enfrentarlo solos. No denunciamos el secuestro de mi hermana Paloma porque no valía la pena. Ellos no podrían hacer nada al respecto. — Claro que es una pésima idea — sentenció Ana Laura, acercándose a mí y sacudiéndome por los hombros — . Si tú crees que ese hombre va a jugar limpio, estás loco. ¿De verdad crees que si lo enfrentas no te va a matar? — No creo — respondió Federico, interviniendo esta vez — . La cita es en un lugar público, muy concurrido. Ni siquiera la arrogancia de este hombre puede enfrentar algo así. No puede llamar tampoco demasiado la atención.— Tal vez debemos escuchar lo que tiene para decir — dije, señalando a Federico.Yo sabía que no era tan fácil. También sabía que la cita con este hombre tal vez simplemente resultara un fiasco; era lo más probable. Pero, ¿qué otra op
Federico aceleró rápido por la calle, y yo no pude evitar restregarme las manos sudadas en el pantalón. Estaba ansioso. ¿Cómo podía enfrentar aquello?Imaginé que tal vez debí haber llamado a papá, decirle que Máximo había pedido una reunión conmigo. Era lo más probable y lo más lógico. Papá aún seguía siendo el cacique, y yo no era más que un heredero que aún no tenía ningún poder.Pero Yeison tenía razón: a papá no le importá ninguno de mis hermanos, muchísimo menos Paloma, porque era una mujer que no merecería — según él — el mandato del círculo bajo, ni Raúl, que no era más que mi medio hermano, y su sangre no corría por él.Así que no, estaba solo en esto.Pude observar como a la distancia una camioneta nos seguía. Probablemente eran miembros del círculo bajo, de los que mi padre había contratado para cuidarme.Esperé que conservaran una sana distancia para que no alertaran a Máximo. Esperé que el plan que Carlota tenía dispuesto funcionara, porque tanto Federico como yo sabíamos
Cuando Paloma despertó, sintió las manos entumecidas. Tenía la visión borrosa y estaba en una habitación oscura.No sabía exactamente qué había pasado. Parecía que su memoria había fallado. Pero entonces, fragmentos de recuerdos regresaron a ella: una bala destrozando el cráneo de un hombre en la puerta de su casa, los ojos oscuros de Sebastián, el joven que supuestamente la había rescatado y que luego la había lanzado en la camioneta frente a Máximo; la fuerte mano del hombre apoyando un trapo humedecido en su cara y el ardor en la garganta cuando respiró aquella sustancia que la condujo al sueño.Se preguntó cuánto tiempo habría pasado inconsciente. Tenía hambre y estaba cansada, mareada y con dolor de cabeza.La habitación era oscura, solamente un bombillo de luz amarillas colgaba en el centro, que oscilaba como un péndulo.Se miró las manos, amarradas con dos esposas de aluminio que le herían las muñecas. Pero al menos sus pies estaban libres. Levantó la cabeza y miró alrededor.
— Sé qué es lo que quieres — le dije a Máximo.Era bastante evidente sus intenciones. Era bastante claro lo que el hombre quería: solamente quería hacerse con el mando del círculo bajo, y no dejó ninguna duda mostrando claramente su postura. — Sabes lo que quiero — me dijo después de darle un sorbo lentamente a su taza de café — . ¿Quieren café? — preguntó, como si aquella reunión no fuese más que un encuentro de amigos. Ninguno de los dos contestamos nada — Oh, entonces estás preguntando en serio. Sabes muy bien qué es lo que quiero, Alexander Idilio. Quiero el poder del círculo bajo, y creo que ahora tengo suficientes herramientas para arrebatártelo de las manos. — Pues estás muy equivocado — le dije yo, con una seguridad que no sé de dónde saqué — . No sé si recuerdas, pero yo apenas soy el heredero acá. Aún no soy el cacique, así que no encuentro la forma en la que pueda cumplir tu cometido. — Oh, claro que sí, hijo. Lo sé con seguridad. Sé que aún no eres el dueño del círculo
Federico presintió el ataque un solo segundo antes de que sucediera. Como si sus instintos se hubiesen activado en ese momento, saltó sobre mí, empujándome de la silla, y ambos caímos al suelo mientras el dron disparaba sobre la mesa.Escuchamos cómo las balas rompían la madera y perforando el mantel. No parecía ser un arma de un calibre muy alto, pero sí lo suficiente como para llegar a matarnos.Mientras estaba en el suelo, cubierto por el cuerpo de Federico, volteé a mirar hacia Máximo. El hombre se había lanzado al suelo y había desaparecido por detrás de una mesa. No entendía qué estaba pasando. ¿Acaso sería el plan que tenía Carlota? ¿Simplemente asesinar a Máximo? Así pensé, que era un plan bastante desesperado, incluso arriesgado.De todas formas, nos escondimos detrás de una mesa mientras el dron seguía intentando asesinar a Máximo, disparando en todas direcciones. La gente corría despavorida por el restaurante, chocando sobre las mesas. Se oía el ruido de la vajilla cayendo