— Sé qué es lo que quieres — le dije a Máximo.Era bastante evidente sus intenciones. Era bastante claro lo que el hombre quería: solamente quería hacerse con el mando del círculo bajo, y no dejó ninguna duda mostrando claramente su postura. — Sabes lo que quiero — me dijo después de darle un sorbo lentamente a su taza de café — . ¿Quieren café? — preguntó, como si aquella reunión no fuese más que un encuentro de amigos. Ninguno de los dos contestamos nada — Oh, entonces estás preguntando en serio. Sabes muy bien qué es lo que quiero, Alexander Idilio. Quiero el poder del círculo bajo, y creo que ahora tengo suficientes herramientas para arrebatártelo de las manos. — Pues estás muy equivocado — le dije yo, con una seguridad que no sé de dónde saqué — . No sé si recuerdas, pero yo apenas soy el heredero acá. Aún no soy el cacique, así que no encuentro la forma en la que pueda cumplir tu cometido. — Oh, claro que sí, hijo. Lo sé con seguridad. Sé que aún no eres el dueño del círculo
¡No quería esperar un segundo más!Me escapé de la reunión de trabajo y me hice la tan esperada prueba de embarazo.Mientras apretaba el pequeño plástico en mis dedos, sentía que el corazón se me salía, y cuando aparecieron las dos pequeñas líneas indicando que, en efecto, estaba embarazada, sentí que mi mundo comenzaba a desvanecerse. ¡Estaba embarazada de mi jefe!Un hombre con el que había sostenido por dos años una relación fortuita y a escondidas. Ni siquiera había terminado de analizar mi situación cuando el teléfono en mi bolsillo sonó. No tuve que ver para saber que era Alexander, mi jefe, quien me solicitaba.Así que me puse la prueba de embarazo en el bolsillo y regresé nuevamente a la mesa. El cliente, gordo, de mejillas rojas y frente sudada, ya estaba un poco ebrio. Cuando me senté, extendió la copa de vino hacia mí.—Bebe —me dijo, arrastrando las palabras—. Bebe, y entonces firmaremos este negocio.—Lo siento, yo no quiero beber. Creo que con agua...—¡Bebe ahora!
Todo el cuerpo me tembló de bajo de las sábanas, las manos comenzaron a sudarme y me senté en el borde, pero Alexander no quiso mirarme a la cara.—¿Qué significa esto? — le pregunté nuevamente. él se puso de pie, su musculoso cuerpo a la luz del sol del amanecer que entraba por la ventana.— Como lo oyes, Ana Laura, esto ya se tiene que acabar — con el corazón en un puño y sin creer todavía lo que estaba escuchando, me armé de valor para decirle que estaba embarazada, pero cuando abrí la boca las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.— Yo… ¿Qué tal si estoy embarazada? — todo el cuerpo de Alexander se tensó, los músculos de la espalda se apretaron, pero luego soltó una carcajada cínica.— Claro que no, eso es imposible, recuerda que tengo la vasectomía, además no puedes quedarte embarazada, nos hemos protegido — ya no quise decir nada más, ¿qué podía decir al respecto? podría pensar que me había acostado con otro hombre.los ojos verdes de Alexander se posaron en mi con frial
El café se regó por el suelo alfombrado. El humo llenó el lugar. Alexander me miró con rabia contenida; aún seguía sosteniendo la mano de su futura esposa entre la suya, mostrando el anillo.—Lo siento —dije.Había arruinado el momento perfecto de la presentación de la prometida de Alexander. Me arrodillé en el suelo a recoger los vidrios de las tazas de café que habían caído. —Deja eso —me dijo Alexander con frialdad—. Esa no es tu responsabilidad. —No te pongas tan serio, hijo —doña Azucena me miró amablemente y me hizo un gesto para que volviera a sentarme—. Tienes cosas más importantes que hacer, Laurita.Tomé asiento torpemente con duda.—Exacto. Tienes una boda que preparar.Levanté la mirada hacia Alexander y traté de disimular un poco la rabia que me dio aquel comentario.—¿Yo? —le pregunté.Y Alexandra asintió.—Eres mi asistente, tú te encargarás de mi boda.Vi cómo todos me miraban con envidia, como si fuera un honor.No me atreví a mirar a los ojos a la madre de mi jefe
—¡Felicidades! Jefe... y jefa —Raúl pareció darse cuenta del ambiente apagado del ascensor y tomó la iniciativa de hablar.—Gracias, la boda es la semana que viene, estoy deseando que llegue —dijo Gabriela tomando el brazo de Alexander y se apoyó íntimamente en su hombro.Hacía tanto calor que me quité el pañuelo de seda que me rodeaba el cuello, dejando al descubierto la clavícula, y la depresión de mi corazón me hizo soltar un suspiro involuntario.—Ejem —Miré confundida el rostro enrojecido de Raúl, el muchacho desvió la mirada y continuó —El Jefe se va a casar, ¿y tú, Ana ¿Tienes novio? —Ya no tengo, me escasean novios — murmuré.Raúl pareció repentinamente interesado. Noté que era más o menos de la misma talla que Alexander, si no ligeramente más alto, y de complexión más fuerte.—¿Qué te parezco yo?El muchacho se quitó la chaqueta del traje y mostró sus músculos, haciendo rebotar sus pectorales de forma graciosa y me arrancó una sonrisa.Me pareció que el aire era menos opresi
No existían palabras para expresar lo incómoda que llegué a sentirme en aquel momento. Desde que salimos del restaurante hasta que llegamos al lugar de vestidos de novia, el auto se sumía en un silencio sepulcral. Traté de distraerme en mi celular, tratando de adelantar lo mayor posible la tan esperada y famosa boda. Aprovechando que la insípida de Gabriela estaba ahí.Quería girasoles, copas de cristal y vajilla transparente. Ciertamente, yo nunca había planeado una boda, jamás, así que aquello me resultaba nuevo y agobiante.Cuando llegamos a la tienda de vestidos de novia, me senté en un amplio mueble, tratando de alejarme lo más posible de ellos.—No entiendo por qué quieres apresurar tanto esto —le pregunté a Alexander en un segundo descuido de Gabriela.Pero él simplemente se encogió de hombros.—Tengo que hacerlo lo antes posible, esta próxima semana a más tardar. Te lo contaré luego —dijo en un tono un poco más bajo y menos enojado.Pero yo aparté la mirada, furiosa.—No me
Ana me empujó —dijo Gabriela, siendo la primera en hablar ante la mirada de Alexander, se puso de pie llora y se colgó del cuello de Alexander. Yo, ciertamente, me sentía paralizada en el suelo, seguía sentada con las piernas fuertemente apretadas. Había caído en mi trasero de una forma dolorosa y sentí un dolor repentino —Estaba tratando de salir y Ana me detuvo para decirme algo, y resbalamos, fue un accidente, estoy segura que Ana no quería hacerme daño —continuó Gabriela de forma superficial e hipocrita. Había gritado tan dramáticamente que pensé que se había roto la cabeza, pero no era absolutamente nada.—¿Por qué hiciste eso, Ana? —me preguntó Alexander con rabia, con las mejillas rojas, igual que siempre que se enojaba.—Ya la escuchaste, fue un accidente —dije desde el suelo, incapaz de encontrar el valor para ponerme de pie.—Eso… —murmuró Alexander, pero mejor se calló—. Pide disculpas a Gabriela por eso.Abrí la boca con rabia pero sin decir nada. Alexander ahora me trat
El auto arrancó a toda velocidad mientras yo me apretaba con fuerza el vientre. Cada pequeño movimiento producía un dolor que se enterraba en mi estómago como mil agujas. Cuando pasamos por la calle frente a la tienda, pude observar a través de la ventana cómo Gabriela se probaba otro vestido. Alexander estaba sentado en el mueble, con los brazos cruzados, mirando al frente con gesto serio. Quise agacharme para que no me vieran cruzar, pero ¿qué les importaba una asistente como yo??—¿Estás mejor? Solo faltan cinco minutos. dijo Raúl. —Ya no me duele tanto, gracias Raúl, sin ti no puedo imaginar qué habría pasado. —No quiero entrometerme en quién es el padre de tu hijo, ¡pero realmente no es un hombre! — Vi cómo golpeó con fuerza el volante —. Seguro que le doy una lección.—Él no lo sabe.Raúl abrió la boca, pero no dijo nada, y yo agradecí que no hiciera demasiadas preguntas porque aún no se me había ocurrido ninguna mentira.Raúl me llevó a una clínica cercana y me ingresaron