— Es una pésima idea — dijo con seguridad Carlota.Estábamos todos sentados frente a la salida del edificio. Ya habían llamado a la policía, evidentemente, pero algo como esto teníamos que enfrentarlo solos. No denunciamos el secuestro de mi hermana Paloma porque no valía la pena. Ellos no podrían hacer nada al respecto. — Claro que es una pésima idea — sentenció Ana Laura, acercándose a mí y sacudiéndome por los hombros — . Si tú crees que ese hombre va a jugar limpio, estás loco. ¿De verdad crees que si lo enfrentas no te va a matar? — No creo — respondió Federico, interviniendo esta vez — . La cita es en un lugar público, muy concurrido. Ni siquiera la arrogancia de este hombre puede enfrentar algo así. No puede llamar tampoco demasiado la atención.— Tal vez debemos escuchar lo que tiene para decir — dije, señalando a Federico.Yo sabía que no era tan fácil. También sabía que la cita con este hombre tal vez simplemente resultara un fiasco; era lo más probable. Pero, ¿qué otra op
Federico aceleró rápido por la calle, y yo no pude evitar restregarme las manos sudadas en el pantalón. Estaba ansioso. ¿Cómo podía enfrentar aquello?Imaginé que tal vez debí haber llamado a papá, decirle que Máximo había pedido una reunión conmigo. Era lo más probable y lo más lógico. Papá aún seguía siendo el cacique, y yo no era más que un heredero que aún no tenía ningún poder.Pero Yeison tenía razón: a papá no le importá ninguno de mis hermanos, muchísimo menos Paloma, porque era una mujer que no merecería — según él — el mandato del círculo bajo, ni Raúl, que no era más que mi medio hermano, y su sangre no corría por él.Así que no, estaba solo en esto.Pude observar como a la distancia una camioneta nos seguía. Probablemente eran miembros del círculo bajo, de los que mi padre había contratado para cuidarme.Esperé que conservaran una sana distancia para que no alertaran a Máximo. Esperé que el plan que Carlota tenía dispuesto funcionara, porque tanto Federico como yo sabíamos
Cuando Paloma despertó, sintió las manos entumecidas. Tenía la visión borrosa y estaba en una habitación oscura.No sabía exactamente qué había pasado. Parecía que su memoria había fallado. Pero entonces, fragmentos de recuerdos regresaron a ella: una bala destrozando el cráneo de un hombre en la puerta de su casa, los ojos oscuros de Sebastián, el joven que supuestamente la había rescatado y que luego la había lanzado en la camioneta frente a Máximo; la fuerte mano del hombre apoyando un trapo humedecido en su cara y el ardor en la garganta cuando respiró aquella sustancia que la condujo al sueño.Se preguntó cuánto tiempo habría pasado inconsciente. Tenía hambre y estaba cansada, mareada y con dolor de cabeza.La habitación era oscura, solamente un bombillo de luz amarillas colgaba en el centro, que oscilaba como un péndulo.Se miró las manos, amarradas con dos esposas de aluminio que le herían las muñecas. Pero al menos sus pies estaban libres. Levantó la cabeza y miró alrededor.
— Sé qué es lo que quieres — le dije a Máximo.Era bastante evidente sus intenciones. Era bastante claro lo que el hombre quería: solamente quería hacerse con el mando del círculo bajo, y no dejó ninguna duda mostrando claramente su postura. — Sabes lo que quiero — me dijo después de darle un sorbo lentamente a su taza de café — . ¿Quieren café? — preguntó, como si aquella reunión no fuese más que un encuentro de amigos. Ninguno de los dos contestamos nada — Oh, entonces estás preguntando en serio. Sabes muy bien qué es lo que quiero, Alexander Idilio. Quiero el poder del círculo bajo, y creo que ahora tengo suficientes herramientas para arrebatártelo de las manos. — Pues estás muy equivocado — le dije yo, con una seguridad que no sé de dónde saqué — . No sé si recuerdas, pero yo apenas soy el heredero acá. Aún no soy el cacique, así que no encuentro la forma en la que pueda cumplir tu cometido. — Oh, claro que sí, hijo. Lo sé con seguridad. Sé que aún no eres el dueño del círculo
Federico presintió el ataque un solo segundo antes de que sucediera. Como si sus instintos se hubiesen activado en ese momento, saltó sobre mí, empujándome de la silla, y ambos caímos al suelo mientras el dron disparaba sobre la mesa.Escuchamos cómo las balas rompían la madera y perforando el mantel. No parecía ser un arma de un calibre muy alto, pero sí lo suficiente como para llegar a matarnos.Mientras estaba en el suelo, cubierto por el cuerpo de Federico, volteé a mirar hacia Máximo. El hombre se había lanzado al suelo y había desaparecido por detrás de una mesa. No entendía qué estaba pasando. ¿Acaso sería el plan que tenía Carlota? ¿Simplemente asesinar a Máximo? Así pensé, que era un plan bastante desesperado, incluso arriesgado.De todas formas, nos escondimos detrás de una mesa mientras el dron seguía intentando asesinar a Máximo, disparando en todas direcciones. La gente corría despavorida por el restaurante, chocando sobre las mesas. Se oía el ruido de la vajilla cayendo
No era una situación fácil. Yeison se había tomado su tiempo en procesar lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía más opción.Había sido relativamente fácil encontrar a Alfredo. El hombre que había visitado en el barrio obrero era una pieza clave en la pandilla, también una pieza clave en la organización de Carlota. Pero Yeison había tenido la bendición de haberle salvado la vida una vez, encubriendo una de sus fechorías con la pandilla.Era un hombre astuto, que siempre intentaba sacar provecho de cualquier situación, pero esa deuda que tenía con Yeison era insalvable. Por eso había confiado en su palabra, y justo como había dicho, ahí estaba Alfredo.Era un joven muy atractivo. Tenía los labios rosados y la cara lampiña, con unas cejas anchas enmarcadas a unos ojos verdes como el diamante oscuro. No eran como los ojos de Alexander y Paloma; eran más penetrantes, menos vivos. Pero, aun así, era muy activo y sexy.Entendió por qué un hombre como Máximo se fijaría en un barman cua
Era imposible conciliar el sueño. Ana Laura y yo nos acostamos en su cama, abrazados. Había sido un día extenuantemente largo, y aquí habíamos pasado más de medianoche sentados en la sala esperando alguna noticia. Al final, decidimos irnos a la cama.Federico había decidido quedarse con nosotros en la casa de Ana Laura. A pesar de que nos había visto juntos, parecía que su preocupación por su hermano era más grande que sus celos. Habíamos decidido irnos a la cama después de todo.Carlota tenía movilizando todo su equipo para tratar de encontrar a los escondites donde Máximo tenía a nuestros hermanos, pero era prácticamente imposible.Lo único que nos quedaba era esperar, esperar a que el hombre se comunicara con nosotros, que dijera qué quería, que nos llamara para explicarle que nosotros no tuvimos nada que ver con el dron.Pero, ¿cómo podríamos justificarle eso? Aunque nosotros no lo hicimos directamente, probablemente fue mi padre, o sea, prácticamente lo mismo.Mientras abrazaba a
Me sentí terriblemente mal cuando Federico me pidió ir por cuerda. Sabía dónde estaba: el abuelo las había utilizado para crear un tendedero en la parte trasera, y lo que sobraba yo lo había guardado debajo de la alacena en la cocina. Pero mientras las sacaba, no dejé de sentirme culpable.Cuando regresé a la sala, los tres hombres tenían al chico recostado en el mueble, listo para atarlo y amordazarlo. — Esto que estamos haciendo está mal — les dije.Alexander y Federico se miraron entre ellos, como si intentaran encontrar las palabras para hacerme entender, pero fue Yeison el que habló: — Nosotros no le haremos daño, solo le haremos creer a Máximo que sí. De todas formas, él tiene a nuestros hermanos y los va a torturar de ser necesario. ¿Por qué nosotros no podríamos hacer lo mismo para defender a nuestra sangre?Yeison comenzaba a asustarme. Al principio se había visto como un chico tan dulce. De hecho, lo era, pero aquella situación al límite lo había convertido en alguien de a