El muchacho estaba tembloroso. Me acerqué a él y lo tomé por los hombros. — ¿De qué hablas, Yeison? — Es mi madre — dijo — . Yo prometí que no volvería a molestarlos, pero te necesito. Tuvo una crisis, casi se muere esta noche. Necesita ese trasplante urgente. — Yeison, yo… — Es imposible que el mismísimo futuro cacique del círculo bajo vaya a dejar morir a su madre de esa forma.Lo dijo con tanta severidad y madurez que me sentí sobrecogido. — Por favor — me suplicó — . No por mí. Sé que no debes tener ningún aprecio por mí, y que recién te enteraste de que soy tu hermano, pero por favor.Entonces me puse en su lugar. Había tenido que sufrir tanto. Toda su vida había estado solo. Aunque sabía que había tantos hermanos que podrían ayudarlo, nunca nos había pedido ayuda. Solo ahora. Ahora que realmente la necesitaba. — Está bien, Yei. Sube al auto.El joven, con pasos temblorosos, salió corriendo hacia el auto y se subió en la parte de atrás, donde yo venía con Ana Laura. Cuando
Las manos de la mujer eran cálidas, y me tocaron con ternura. No pude negar que no sentía nada por ella porque era una completa desconocida, pero saber que era mi madre verdadera me generaba una extraña sensación en el estómago.Era una sensación abrumadora de familiaridad, como si fuese verdad que la sangre llamara, como si fuese verdad que solamente su sangre corriendo por mis venas fuera suficiente para que mi corazón sintiera que ella era parte de mí.Traté de controlar mis emociones a pesar de todo. Respiré profundo y asentí. — Sí, aquí estoy. Me tardé mucho en llegar porque no sabía que existías, porque no sabía la verdad. Pero ahora ya la sé.La mujer volteó a mirar a Yeison. — Lo hiciste, ¿no es así? — le preguntó, y el joven apartó la mirada. Tú me prometiste que no les dirías nunca nada. ¿Por qué lo hiciste? — Yo... — Yeison levantó los ojos para justificarse, pero yo lo detuve. — No es su culpa. Tenía que hacerlo. Era su responsabilidad contarnos la verdad, y lo hizo. E
Cuando salí de la habitación, no pude evitar que en mi rostro se pintara una mueca de tristeza. Yeison captó perfectamente esa expresión y negó con vehemencia. — Por favor, dime que no es verdad — me preguntó. — Lo siento, Yeison, pero yo tampoco soy compatible.El rostro del muchacho se tornó grisáceo. Una sensación de mareo lo hizo caer sentado en el mueble junto a Ana Laura, quien lo abrazó por la espalda. — Lo siento mucho — dijo ella — , pero aún quedan las donaciones, ¿no es así?Yeison negó con la cabeza. — No, el listado es demasiado tardado. Nunca encontraremos un donante a tiempo antes de que muera. Ya la perdí... ya la perdí... — dijo en medio del llanto.Entonces me acerqué, lo tomé por los hombros y lo puse de pie para que me mirara a la cara. Le hablé con firmeza: — Aún queda Paloma. Ella tiene que entenderlo. Es nuestra última esperanza. — ¿Paloma? — preguntó Yeison. — Es terca como una mula — intervino Xavier desde donde estaba sentado — . No creo que escuche.
Yeison sabía que aquello podría llegar a ser muy complicado. Como sus hermanos habían dicho, Paloma era una chica rebelde y voluntariosa. Pero tenía que intentarlo. Por eso estaba ahí, de pie, frente a la entrada del edificio donde vivía la chica. El portero lo miró de los pies a la cabeza. — ¿Usted otra vez? — dijo, y Yeison asintió. — Sí, yo otra vez. Podría decirle a Paloma que estoy aquí.Pero el hombre negó. — Ella dejó especificaciones muy claras de que no quería que nadie la molestara, ni siquiera sus hermanos. — Que me lo diga ella — respondió Yeison — . Que me lo diga en la cara. Esto es algo de vida o muerte.El portero lo pensó por un momento, como si tuviese miedo de la muchacha, pero finalmente accedió. — Está bien, pero que se haga responsable de lo que pase. — Lo sé — dijo Yeison.El hombre tomó el teléfono y llamó. — Un tal Yeison la está buscando.Después de una pausa añadió: — Ella dice que no quiere hablar con usted.Yeison estiró la mano con un poco de viol
Cuando desperté en la mañana y abrí los ojos, estaba entre los brazos de Alexander.Enterré mi cara en su cuello mientras le acariciaba el pecho. No quería levantarme, no quería despertarme; quería quedarme ahí, entre sus brazos, para siempre. Porque despertar nuevamente a la realidad era una pesadilla. Era como si cuando estuviera en la cama durmiendo fuera realmente el bonito sueño, y al despertar entrara a una pesadilla: la pesadilla sin mis hijos, mi abuelo, una vida con riesgos y caos.Debía ir a la empresa, Alexander debía ir a la naviera. Teníamos muchos trabajos por hacer, pero ninguno quería moverse. Había tantas cosas volando en el aire, tanta incertidumbre... Ninguno de los dos se atrevió a levantarse en aquel momento.Cuando se rascó despacio el mentón, supe que estaba despierto, pero ninguno quería moverse, ninguno quería enfrentar lo que venía.Debíamos hablar con Carlota, deberíamos convencerla de que estuviera de nuestro lado, de que nos ayudara a acabar con los pilare
Siempre supe que algo así podría pasar. De hecho, se supone que debería estar preparado para eso. Pero cuando vi la fotografía de Raúl amordazado, cuando vi que Federico perdió las fuerzas del cuerpo y cayó arrodillado en el suelo, entendí que nadie estaría preparado para un acontecimiento como ese.Sentí las rodillas temblorosas. Yo era el futuro cacique, ellos eran mis hermanos. Se supone que yo debía protegerlos y estaba fallando rotundamente en hacerlo.Tomé el teléfono de las manos de Federico y llamé al número que me habían enviado junto con la fotografía. Después de un par de tonos, contestaron al otro lado. — ¿Qué es lo que quieren? — pregunté en cuanto escuché una voz.Federico alzó los ojos hacia mí. Pude ver miedo en su expresión. — Excelente presentación la de anoche — dijo una voz grave, profunda, que lograba sonar realmente peligrosa — . Futuro cacique y su esposa, que no es más que su amante, ya que su verdadera esposa escapó con su hijo bastardo… que ni siquiera es s
Yeison entendió que Paloma necesitaba espacio. Ese “tengo que pensarlo”, al menos, era mejor que el "no" rotundo que ya le había dado. Así que se dio por bien servido. Se alejó de ella y se sentó al otro lado del mueble. — Sé que lo que te pido no es fácil. Sé que puede ser muy difícil para ti, pero que lo consideres es algo muy especial. Gracias... y lo siento — dijo él.Paloma lo miró, un poco conmovida por aquello, como si al fin comenzara a entender un poco la realidad. — De todas formas, no es tu culpa — dijo ella — . Todo es culpa de mi papá. De nuestro papá. Es esa figura que hace que lo único que tengamos en común sea ese maldito nombre que tanto daño nos ha hecho.Pero Yeison negó. — Claro que no. Aún tenemos en común a tres hermanos. Los irreverentes gemelos y Alexander. Y también a Emilda. Aunque sea incómodo para ti en este momento, también tenemos eso en común.Paloma asintió. — Sí, tienes razón. Solo estoy confundida y adolorida. Siento que el mundo se me cae a pedaz
El corazón de Yeison le hacía con fuerza mientras apretar el arma en su mano. El joven que recién había aparecido los guiaba por las escaleras, esperando en las esquinas para ver si aparecía alguien. — ¿hay muchos? — preguntó Yeison. Estaba aterrado pero no quería demostrarlo. — No lo sé — dijo el joven — . Yo pertenezco a la organización de Carlota. Estaba encargado de cuidar la casa, pero alguien nos atacó. Tuve que escapar, pero logré regresar a tiempo para salvarlos, por suerte. Ahora concéntrense. Tenemos que escapar de aquí porque Máximo no da puntada sin dedal. Si es él quien los quiere muertos, no se va a arriesgar a dar un golpe tan grande sin estar seguro de que va a acertar. Lo más probable es que el edificio este repleto.Paloma prácticamente se había colgado del brazo de aquel desconocido. No tenían más opción que realmente confiar en él. Así que Yeison respiró profundo para tratar de calmar su acelerado corazón y corrió junto a ellos.Tuvo el impulso de tomar su teléfo