121| Alex.

Xavier llegó unos minutos después, traía una camioneta grande con una enorme volcadura trasera.

Su antiguo auto lo habíamos tenido que abandonar en la jungla el día que casi nos asesinan los empleados secuaces de Máximo. Aunque me ofrecí a acompañarlo para ir por ella, se negó rotundamente. Dijo que no había nada en ese auto que valiera la pena recuperar. Así que había sacado un par de miles de dólares de sus ahorros y se había comprado una camioneta que lucía orgulloso.

— Que Yeison vaya al frente — dijo Ana Laura — . Conoce el barrio.

— Yo también conozco el barrio — intervino Federico.

— Y yo confío más en Yeison — contesté.

Todos voltearon a mirarme, seguramente por la rudeza de mi tono, pero yo no les presté atención. Federico suspiró profundo, como si estuviera cansado de soportarme, pero yo apenas comenzaba.

Yeison se fue adelante con mi hermano, Ana Laura en medio, entre Federico y yo. De reojo, no podía apartar la mirada ni un solo segundo de sus manos entrelazadas. Se veí
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