Tuve que aguantar con fuerza el aliento para no soltar un bufido de rabia cuando Federico entrelazó nuevamente los dedos de Ana Laura en su mano.Mi hermano notó mi incomodidad, así que me empujó por la espalda para que fuera al frente, pero yo quería seguir mirando. Yo quería ver cómo Ana Laura lo tocaba, porque quería comprobar si de verdad lo amaba.Caminamos relativamente seguros a su lado; los de la pandilla nos observaban detenidamente, pero ninguno se atrevía a hacer nada. Seguramente sabían que teníamos la invitación de Carlota, y mientras caminábamos por la calle, Federico avanzó un poco para estar junto a mi hermano. — ¿Has sabido algo de Raúl? — le preguntó.Yo me pregunté por qué mi hermano sabría algo sobre el hermano de Federico, luego recordé que Raúl, al igual que Federico, era un hombre bastante atractivo. Mi padre lo había dicho ese día en la fábrica: la debilidad de Xavier siempre habían sido los hombres. Me recordé darle una reprimenda cuando llegáramos nuevamente
Todos nos quedamos atónitos ante la frase que soltó la pelirroja. Yo apreté inconscientemente la mano de Federico entre la mía, y él me miró.Alexander seguía ahí, con la mujer prácticamente colgada de su cuello. Parpadeó un par de veces sin entender claramente sus intenciones y luego murmuró con voz baja: — ¿Un hijo? — preguntó, claramente igual de confundido que todos los que estábamos en la sala.La mujer sonrió y, cuando deslizó sus largos y pálidos dedos por el rostro de Alexander, sentí una oleada de celos que me invadió. — Un hijo, como lo escuchaste. Carlota Smith es una herencia que ha pasado de generación en generación. Mi verdadero nombre no es Carlota; ese es más bien un cargo. Así como tú heredarás el nombre del cacique, yo heredé el nombre de mis antecesoras. La misión de cada una siempre ha sido prosperar y mejorar nuestro nivel. Nunca un futuro cacique había venido a nuestras puertas a pedir ayuda, y es una oportunidad que no puedo desaprovechar. Mi herencia tiene qu
Me sentí utilizado, sinceramente, como si no fuese más que una máquina reproductiva.Estaba ahí de pie, escuchando las palabras que la pelirroja decía, y no era capaz de creerlas. ¿Estaba hablando en serio? Estaba seguro de que podría compensarla de otro modo, de que podría ofrecerle cualquier cosa… solo necesitaba estar a solas con ella, tenía que hablar con ella directamente, buscar en sus intenciones y en sus ambiciones.Si el cacique controlaba el crimen organizado de prácticamente todo el continente, podría darle cualquier cosa… menos mi hijo.Cuando la puerta de la habitación se cerró detrás de mí, la oscuridad me invadió. Sus manos pálidas acariciaron mi espalda y, entonces, la luz se encendió.Era una habitación más bien estrecha; tenía un único mueble en el centro y estanterías con miles de libros repartidos en librerías de todos los tamaños. — Es mi lugar preferido — dijo ella — Vengo aquí a relajarme cuando necesito tiempo para mí. Ser la Carlota no es fácil. — Entonces,
La casa de mi hermano era ostentosa; recuerdo que la había comprado en una subasta cuando su carrera de modelaje estaba en su auge más grande, cuando era uno de los modelos más importantes de América y uno de los diez más importantes del mundo. — Pero mira nada más — dijo Federico — . Es una casa muy bonita, creí que tenía mal gusto — lo retó mi hermano, pero se respiraba un ambiente tan tenso que ninguno de los dos sonrió siquiera. — ¿Ahora sí me dirán qué está pasando? ¿Por qué esa mujer dijo eso? — me acerqué a Yeison, tomándolo del brazo y sentándolo en el mueble. — Cuéntamelo todo. — ¿Acaso ella no te lo contó? — respondió él. Aproveché aquella situación. — Verás, estábamos bastante ocupados, no hablamos mucho.Vi cómo sus mejillas se fusionaron en rojas. — No le hables así — me pidió Federico con un tono enojado. Lo señalé con el dedo. — Dejen de tratarme como un estúpido. Prefiero que me digan ahora qué es lo que está pasando. — Que somos hermanos — soltó Yeison con rab
— ¿A qué se refiere? — le preguntó Alexander a Federico cuando Yeison dijo que no le había contado la verdad por su culpa.Yo seguía ahí sentada, sin decir una sola palabra. ¿Qué podría yo decir al respecto? Lo primero en lo que pensé fue que, aunque lo hice sin saberlo, realmente habría criado a mis hijos pidiéndoles que llamaran tíos a los gemelos, Federico y Raúl, y en realidad sí lo eran; eran sus tíos biológicos.Me sentía tan confundida que no me atrevía a pronunciar ni una sola palabra, aunque aquello también me afectaba a mí directamente. Así que me quedé en silencio, dejando que aquellos hermanos solucionaran esa situación tan compleja y dolorosa. — Es que cuando lo supe, preferí que no te lo dijeran — comenzó a contar Federico — . Necesitaba primero estar seguro. Ya no importa.— ¡ya no importa! — protestó Alexander con rabia — Claro que importa. ¿Y qué es eso de que tu madre necesita una cirugía? ¿De qué estás hablando? — le preguntó entonces Alexander a Yeison, y el joven
Yeison tomó prestado el auto de Javier. El rubio le había lanzado las llaves por la ventana después de salir, y aunque no tenía licencia de conducir, la casa de Paloma estaba relativamente cerca.Se sentía bastante liberado, al decir verdad; ahora que todos conocían la verdad, que todos sabían su secreto, el porqué estaba ahí y qué era lo que hacía y por qué los necesitaba. Sentía que el enorme peso se había desvanecido de sus hombros.No quedaba más que esperar si Paloma o Alexander eran compatibles para hacer la donación a su madre. Y entonces todo terminaría, esa pesadilla terminaría.Mientras conducía, trató de ponerse un poco en los zapatos de los gemelos, pero lo cierto era que no podía. Para él era prácticamente incomprensible que su madre los hubiera maltratado, que los hubiese golpeado, que los hubiera obligado a vender drogas con la pandilla en el barrio obrero. Con él, ella había sido una madre tan diferente: amorosa y cariñosa. Seguramente, al verse de verdad sola después
Cuando Alexander se puso de pie, apretando su teléfono. Me sentí como una completa chismosa; había delatado a Gabriela, pero ¿qué más podía hacer? Tampoco podía ocultar el hecho de que la mujer había ido a visitarme. — Yo no le dije nada — repitió Alexander un par de veces antes de tomar su teléfono y llamar — . Hola, ¿se encuentra Gabriela? — preguntó al teléfono. Yo me quedé ahí, quieta en el mueble. — Entiendo — dijo Alexander — . Díganle que se comunique conmigo lo antes posible, tengo que hablar con ella.Seguramente la mujer se estaba negando a contestarle. Cuando cortó la llamada, me miró. — ¿Está segura?Yo levanté las cejas. — ¿Crees que mentiría?Alexander se abrazó a sí mismo, como si de repente le hubiese entrado frío. — No lo entiendo. Ya no entiendo qué es lo que está pasando.— Tal vez ella lo supo de otra forma, tal vez Xavier se lo contó — le dije, intentando calmarlo un poco, pero lo cierto era que incluso yo tenía mis sospechas.Xavier llegó un rato después. Te
La situación comenzaba a ponerse terriblemente tensa, y yo también tenía mis propios problemas como para quedarme ahí con la mirada fija de Alexander y de todos los presentes.Solo tenía que alejarme, era lo que necesitaba. Si estaba un rato a solas, podría pensar en lo que había pasado, en los celos que había sentido cuando Alexander había entrado con la pelirroja y la había hecho suya.Así que me puse de pie. Paloma, al parecer, se había encerrado en la habitación de Xavier, y también me sentí mal por Yeison, pero no había nada más que yo pudiera hacer para ayudar. Así que le señalé a Federico: — Creo que me tengo que ir.El hombre se puso de pie. — Claro, yo te llevo a casa.Yo hubiese preferido ir sola, pero se suponía que ahora estaba con él, ¿no era así? Cuando volteé a mirar a Alexander, él no me miró a la cara.Se veía conmocionado; ni siquiera quería imaginarme lo que pasaba por su cabeza, lo que estaba sintiendo en ese momento. El pobre hombre había sufrido tanto en las úl