97°

Yo me puse mi blusa con rapidez; el cuerpo entero me tembló. Alexander me miró un poco sorprendido.

— ¿Cómo sabe que estabas aquí? — me preguntó.

Yo negué; no tenía la menor idea.

— Probablemente preguntaron por mí en la empresa y les dijeron que había venido a verte. Pero no entiendo qué tiene que ver el juez ahora conmigo. Después de que me den las acciones de tu madre, pues no creo que haya nada más que deba mostrarme.

Los ojos de Alexander se abrieron.

— Sí, sí queda algo más que puede mostrarte.

Cuando abrió la puerta, Yeison ya no estaba al otro lado; era un chico estudioso y discreto. Ambos bajamos lentamente por las escaleras; Alexander aún cojeaba levemente de su pierna y yo me sentí sucia, como si hubiese estado cometiendo un crimen atroz, un pecado mortal, aunque solamente había deseado a Alexander. No entendía por qué me sentía así.

Cuando el juez me vio, sonrió con alegría.

— Señora Ana Laura, llevo mucho buscándola — me dijo — . Fui a su casa, pero me dijeron que est
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